DAR A CONOCER LA DOCTRINA DE JESUCRISTO
II. Imitar al Señor.
Ejemplaridad. No desaprovechar ni una sola ocasión.
III. Diversidad de formas de dar a conocer las
enseñanzas de Jesús. Contar con las situaciones difíciles.
“Algunos de la multitud
que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta".
Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban:
"¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías
vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?".
Y
por causa de Él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían
detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él. Los guardias fueron a ver a los
sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no
lo trajeron?". Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este
hombre". Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron
engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en Él? En
cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita". Nicodemo, uno de
ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley
permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?".
Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás
que de Galilea no surge ningún profeta". Y cada uno regresó a su casa” (Juan
7,40-53).
I. Cristo con su doctrina
ha proclamado la verdad fundamental del hombre, su libertad y su dignidad
sobrenatural, por la gracia de la filiación divina. Cristo tiene palabras de
vida eterna (Juan 6, 68), y nos ha dejado el encargo de transmitirlas a todas
las generaciones hasta el fin de los tiempos. Cada cristiano debe ser
testimonio de buena doctrina, testigo –no sólo con el ejemplo: también con la
palabra- del mensaje evangélico.
Es
mucha la urgencia de dar a conocer la doctrina de Cristo, porque la ignorancia
es un poderoso enemigo de Dios en el mundo y “es causa y como raíz de todos los
males que envenenan a los pueblos” (JUAN XXIII, Ad Petri cathedram). Quiere el
Señor que nuestras palabras se hagan eco de sus enseñanzas para mover los
corazones: “Él mismo nos ha elegido para que llevemos su luz por todas partes”
(ALVARO DEL PORTILLO, Carta pastoral).
II. La vocación cristiana es
vocación al apostolado, y Dios da la gracia para poder corresponder. No caben
las excusas: no valgo, no sirvo, no tengo tiempo... Los cristianos debemos
mostrar, con la ayuda de la gracia, lo que significa seguir de verdad a Jesús.
“Se necesitan –dice Juan Pablo II- heraldos del Evangelio expertos en
humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus
gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean
contemplativos, enamorados de Dios. Para esto se necesitan nuevos santos. Los
grandes evangelizadores de Europa han sido los santos. Debemos suplicar al
Señor que aumente el espíritu de santidad de la Iglesia y nos mande nuevos
santos para evangelizar el mundo de hoy” (Discurso al Simposio de Obispos
Europeos).
III. De muchas manera
podemos dar a conocer amablemente la figura y las enseñanzas de Jesús y de su
Iglesia: con una conversación, participando en una catequesis, con el silencio
que los demás valoran, escribiendo a los medios de comunicación por un trabajo
acertado, insistiendo con frecuencia en las mismas ideas, esforzándonos en
presentarlas en forma atrayente.
Hemos
de tener en cuenta que muchas veces tendremos que ir contra corriente, como han
sido tantos buenos cristianos a lo largo de los siglos. Con la ayuda del Señor,
seremos fuertes para no dejarnos arrastrar por errores en boga o costumbres
permisivas y libertinas, que contradicen la ley moral natural y la cristiana.
Siempre, y de modo especial en las situaciones más difíciles, el Espíritu Santo
nos iluminará, y sabremos qué decir y cómo hemos de comportarnos.
Textos basados en ideas
de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org