Atrevámonos a vivir una
Cuaresma diferente, que nos saque de nuestra zona de confort
![]() |
Dominio público |
Estas
y otras frases que la gente suele decir cuando llega la Cuaresma, expresan una
triste realidad: que no estamos aprovechando este período de cuarenta días para
vivir una verdadera conversión, un cambio que reoriente nuestros pasos hacia
Dios, sino que nos disponemos a vivir una Cuaresma cuidadosamente ‘domesticada’
para que no se salga de los estrechos límites que le hemos impuesto y no nos
moleste o incomode más allá de lo estrictamente necesario.
Iniciamos
la Cuaresma con aprensión, sus cuarenta días nos parecen ¡eternos!, y cuando
llega su final (siempre más pronto de lo que imaginamos), nos sentimos
aliviados de ya no tener que ‘mortificarnos’, pero la verdad es que no nos
mortificamos mucho, y tarde se nos hace para retomar los hábitos que dejamos en
pausa el Miércoles de Ceniza. ¿Qué sucede año con año? Que dejamos pasar los
días de este ‘tiempo fuerte’ que la Iglesia dispuso para nuestro crecimiento
espiritual, y seguimos siendo los mismos de antes, ni crecemos ni cambiamos
realmente en nada.
¿Qué podemos hacer al
respecto?
Sólo
hay un remedio: atrevernos a dejar que nuestra Cuaresma se escape del limitado
confinamiento en que acostumbramos encerrarla, y le permitamos que nos rete a
ir más allá, a hacer lo que nunca antes hemos hecho.
Atrevámonos
a vivir una Cuaresma diferente, que nos saque de nuestra ‘zona de confort’, que
nos haga experimentar lo que se siente depender no de nuestros recursos, sino
de la Providencia Divina, de la misericordia de Dios.
El
Papa Francisco pide que la Iglesia salga a la periferia, que no se quede
encerrada en sí misma. Pues bien, eso de la periferia cabría aplicarlo también
para nuestro modo de vivir la Cuaresma. Ojalá nos animemos a vivirla en la
periferia de nuestra seguridad, en la periferia de nuestra rutina, en la
periferia de lo que hacemos siempre, y hagamos ahora algo más, algo que nos
desinstale, nos ‘desapoltrone’, nos inquiete, nos mueva el tapete y nos permita
tomarnos más firmemente de la mano de Dios y ver más de cerca los ojos de
nuestros hermanos.
Atrevámonos
a preguntarle al Señor cómo quiere que vivamos esta Cuaresma, y aceptemos si
nos propone algo tal vez muy diferente a lo que acostumbramos, algo que nos
haga decir: ‘jamás imaginé que haría esto’. Y así, por ejemplo, con relación a
la oración, tal vez deberemos intentar una manera o lugar o frecuencia
distintos para orar; con respecto a la limosna no habremos de conformarnos con
dar dinero ni lo que nos sobra, sino ofrecernos como voluntarios en algún centro
donde haya quien nos necesite, o vayamos de misiones; en lo que toca a la
abstinencia, que no sólo nos privemos de algo sino vayamos a compartirlo con
los demás.
Este
año no nos resignemos a que otra vez la Cuaresma llegue y se vaya sin pena ni
gloria, sino disfrutemos cada día y diario hagamos algo que nos permita
convertirla en bien aprovechada oportunidad para vivir y compartir nuestra fe,
esperanza y caridad.
Por:
Alejandra María Sosa Elízaga
Fuente:
http://www.desdelafe.mx