TIEMPO
DE PENITENCIA
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Dominio público |
II. Contemplar
la Humanidad Santísima del Señor en el Vía Crucis. Afán redentor.
III. La fuente
de las mortificaciones pequeñas que nos pide el Señor está en la tarea
cotidiana. Ejemplos. Las mortificaciones pasivas. Importancia del espíritu de
penitencia en la mortificación de la imaginación, de la inteligencia y de los recuerdos.
«Entonces se le
acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos
ayunamos con frecuencia, y en cambio tus discípulos no ayunan? Jesús les
respondió: ¿Acaso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el
esposo está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el esposo;
entonces ayunarán» (Mateo 9, 14-15).
I.
El ayuno era y es, una muestra de penitencia que Dios pide al hombre. “En el
Antiguo Testamento se descubre el sentido religioso de la penitencia, como un
acto religioso, personal, que tiene como término de amor el abandono en Dios”
(PABLO VI, Const. Paenitemini). Acompañado de oración, sirve para manifestar la
humildad delante de Dios (Levítico, 16, 29-31): el que ayuna se vuelve hacia el
Señor en una actitud de dependencia y abandono totales.
En
la Sagrada escritura vemos ayunar y realizar otras obras de penitencia antes de
emprender un quehacer difícil (Jueces 20, 26; Ester 4, 16), para implorar el
perdón de una culpa (1 Reyes 21, 27), obtener el cese de una calamidad (Judit
4, 9-13), conseguir la gracia necesaria en el cumplimiento de una misión
(Hechos 13, 2). La Iglesia en los primeros tiempos conservó las prácticas
penitenciales, en el espíritu definido por Jesús, y siempre ha permanecido fiel
a esta práctica penitencial, recomendando esta práctica piadosa, con el consejo
oportuno de la dirección espiritual.
II.
Tenemos necesidad de la penitencia para nuestra vida de cristianos y para
reparar tantos pecados propios y ajenos. Nuestro afán por identificarnos con
Cristo nos llevará a aceptar su invitación a padecer con Él. La Cuaresma nos
prepara a contemplar los acontecimientos de la Pasión y Muerte de Jesús. Con
esta devoción contemplaremos la Humanidad Santísima de Cristo, que se nos
revela sufriendo como hombre en su carne sin perder su majestad de Dios, y lo
acompañaremos por la Vía Dolorosa, condenado a muerte, cargando la Cruz en su
afán redentor, por un camino que también nosotros debemos de seguir.
III.
Además de las mortificaciones llamadas pasivas, que se presentan sin buscarlas,
las mortificaciones que nos proponemos y buscamos se llaman activas. Son
especialmente importantes para el progreso interior y para lograr la pureza de
corazón: mortificación de la imaginación, evitando el monólogo interior en el
que se desborda la fantasía y procurando convertirlo en diálogo con Dios.
Mortificación
de la memoria, evitando recuerdos inútiles, que nos hacen perder el tiempo (J.
ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino) y quizá nos podrían acarrear otras tentaciones más
importantes. Mortificación de la inteligencia, para tenerla puesta en aquello
que es nuestro deber en ese momento (Ibídem), y rindiendo el juicio para vivir
mejor la humildad y la caridad con los demás. Decidámonos a acompañar al Señor
de la mano de la Virgen.
Textos
basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente:
Almudi.org