TRABAJAR BIEN
II. El trabajo
nos hace partícipes de la obra creadora de Dios. Jesús y el mundo del trabajo.
III. Sentido
redentor del trabajo. Acudir a San José para que nos enseñe a trabajar con
competencia y a corredimir con nuestras tareas.
“Jesús salió de allí y
se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado,
comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba
asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le
ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es
acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y
de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?".
Y Jesús era para
ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado
solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí
ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los
alrededores, enseñando a la gente” (Marcos 6,1-6).
I. En Nazaret todos
conocen a Jesús. Le conocen por su oficio y por la familia a la que pertenece,
como a todo el mundo: es el artesano, el hijo de María. También le llaman el
hijo del artesano: el Señor siguió el oficio de quien hizo de padre suyo aquí
en la tierra. Los habitantes de Nazaret sólo ven en el Señor lo que habían
observado durante 30 años: la normalidad más completa, y les cuesta descubrir
al Mesías detrás de esa “normalidad” (Marcos 6, 1-6).
La
Virgen también tuvo la misma ocupación de cualquier ama de casa de su tiempo.
Los trabajos que se realizaban en el pequeño taller eran los propios del
oficio, en que se hacía un poco de todo en servicio de los demás: ¡Nada de
cruces de madera como presentan unos grabados piadosos! Tampoco importaban del
cielo las maderas, sino de los bosques vecinos. La vida de Jesús en Nazaret,
nos ayuda a examinar si nuestra vida corriente, llena de trabajo y de
normalidad, es camino de santidad, como lo fue la de la Sagrada Familia.
II.
Jesús hizo su trabajo en Nazaret con perfección humana, acabándolo en sus
detalles, con competencia profesional. Por eso, ahora, cuando vuelve a su
ciudad, es conocido como el artesano, su oficio. Nuestro examen personal ante
el Señor, versará frecuentemente sobre esas tareas que nos ocupan: hemos de
realizar el trabajo a conciencia, haciendo rendir el tiempo; sin dejarnos
dominar por la pereza; mantener la ilusión por mejorar cada día nuestra
competencia profesional; cuidar los detalles; abrazar con amor la Cruz, la
fatiga de cada día.
El
trabajo, cualquier trabajo noble hecho a conciencia, nos hace partícipes de la
Creación y corredentores con Cristo. Los años de Nazaret son el libro abierto
donde aprendemos a santificar lo de cada día, donde podemos ejercitar las
virtudes sobrenaturales y las humanas (PABLO VI, Discurso a la Asociación de
Juristas católicos)
III. El cristiano, al ser
otro Cristo por el Bautismo, ha de convertir sus quehaceres humanos rectos en
tarea de corredención. Nuestro trabajo, unido al de Jesús, aunque según el juicio
de los hombres sea pequeño y parezca de poca importancia, adquiere un valor
inconmensurable. El mismo cansancio, consecuencia del pecado original, adquiere
un nuevo sentido. San José enseñó su oficio a Jesús.
Acudamos
hoy al Santo Patriarca para pedirle que nos enseñe a trabajar bien y a amar
nuestro quehacer. Si amamos nuestro trabajo, lo realizaremos bien, y podremos
convertirlo en tarea redentora, al ofrecerlo a Dios.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org