Isaac Martín ha desarrollado su vocación laical en la parroquia San Juan Evangelista de Sonseca (Toledo) y luego en Acción Católica, donde llegó a ser presidente diocesano; hoy es delegado de Apostolado Seglar de su diócesis
Todo ello sin descuidar el
compromiso público, por ejemplo, en el colegio de sus hijos o como profesor en
la universidad. «Es más fácil ser delegado de Apostolado Seglar que militar en
un partido político», afirma.
Martín es una de las caras visibles del Congreso
de Laicos que se celebra este fin de semana en Madrid.
Después de meses de trabajo
y a horas de que comience el congreso, ¿cuál es la radiografía que hace del
laicado en España?
Es la que hemos pretendido
plasmar en el instrumento de trabajo en el que han participado todas las
diócesis a través de 2.485 grupos y más de 37.000 personas. Una radiografía
fidedigna que arroja luces y sombras. Entre las luces, cabría destacar que los
laicos somos más conscientes del significado de la vocación laical. Esto es,
hemos entendido qué significa y, por tanto, hemos aumentado nuestra formación y
somos conscientes de que esto nos debe llevar a estar presentes en la vida
pública.
¿Y las sombras?
Los cristianos que han
entendido qué significa la vocación laical y ha aumentado su formación son una
parte muy concreta de los miles de laicos. Y de ahí viene la insistencia de
ofrecer una formación de carácter integral y permanente, y de animar al
compromiso en la vida pública. Eso sí, como consecuencia de algo previo: de
descubrir que estamos llamados a anunciar explícitamente a Jesucristo y a
hacernos presentes en la vida de las personas. De alguna manera, todos estos
retos apuntan a nuestra propia conversión, que es el punto de partida.
¿Cuáles son las
preocupaciones que han manifestado los laicos durante el proceso?
Además de las cuestiones
que ya he citado, como la necesidad de una mayor conciencia de nuestra vocación
y misión como laicos, que luego tienen implicaciones en la formación y en la
acción pública, los laicos desde las distintas diócesis y grupos han puesto de
manifiesto de manera unánime las carencias en relación con el papel de la
mujer. Junto con ello, también reconocen que existe una cierta apatía y
resistencia al cambio y también pesimismo.
¿Y el clericalismo?
Las opiniones sobre esta
cuestión también fueron unánimes en dos sentidos: por parte de los sacerdotes,
cuando no entienden que los laicos son parte del pueblo de Dios, y de los propios
laicos, que se encuentran más cómodos en ambientes intraeclesiales y no asumen
todo lo que significa esta vocación. Se trata de favorecer la
corresponsabilidad, no como un espacio de poder, sino en el marco de la
vocación a la que hemos sido llamados. Y esto no solo lo hemos puesto en los
papeles, sino que lo hemos vivido durante la preparación del congreso. Obispos,
sacerdotes, consagrados y laicos hemos trabajado juntos sobre la base de la
comunión y la sinodalidad, pero también desde la vivencia de la vocación
particular a la que cada uno se siente llamado.
A veces, pareciera que la
vocación laical tiene menos valor...
Los seglares tenemos la
tentación de pensar que somos cristianos de segunda dentro de la Iglesia y
ciudadanos de segunda en la sociedad. De lo que se trata es de ser conscientes
de que no somos laicos por defecto, porque Dios no nos ha llamado al sacerdocio
o a la vida consagrada. Dios nos quiere laicos. Y esta es una llamada
específica. A nivel social, como se desprecia la fe y no se entiende que esta
ilumina la realidad, nos vemos como ciudadanos de segunda, como si no
pudiéramos contribuir al bien común. Tenemos que ser conscientes de que somos
laicos por vocación y ciudadanos de primera en medio del mundo.
¿Por qué los cuatro
itinerarios elegidos: primer anuncio, acompañamiento, procesos formativos y
presencia pública?
Explicitan el recorrido
lógico que llevamos en nuestra vida de fe. Hemos conocido a Jesucristo, nos
hemos identificado con Él de la mano de nuestros hermanos mayores, hemos
adquirido un compromiso de ampliar nuestra formación y esto nos ha llevado a
una presencia pública. Es nuestro itinerario de fe y, al mismo tiempo, el
proceso lógico que nos caracteriza como Iglesia. No son compartimentos
estancos, expresan el contenido de la fe y las prioridades.
Como dice, los itinerarios
se relacionan unos con otros. Y todos son necesarios. Pero hablemos de la
presencia pública. ¿Es más urgente en la realidad de hoy?
Lo propio y lo
característico de la vocación laical es estar presentes en medio del mundo.
Trabajar por las realidades temporales según Dios. Y esto no se hace dentro de
las sacristías, sino en medio del mundo. En la comunidad de vecinos, en la
asociación, en el partido político, con el ejercicio del voto en conciencia. Sin
embargo, no podemos renunciar al compromiso intraeclesial, porque es necesario.
La clave está en descubrir qué me pide Dios en un momento concreto, en el
discernimiento.
El domingo terminará el
congreso. ¿Qué pasa después?
Todos tenemos una idea
fundamental muy clara: el proceso no acaba con el congreso. Diría más, empieza
con él. Se trata del inicio de un nuevo camino con los cuatro itinerarios ya
mencionados y las claves de la sinodalidad y el discernimiento. Durante los
trabajos del congreso se analizarán las actitudes que convertir, los procesos
que activar y los proyectos que proponer. Nada está cerrado, todo depende de
nosotros, de los 2.000 congresistas que debemos sentirnos como enviados y
también de los pastores y de los propios laicos. El resultado está en nuestras
manos.
¿Ha habido algún fruto ya?
La comunión. En las
distintas comisiones que han preparado en el congreso han participado personas
con sensibilidades radicalmente distintas y, sin embargo, nos sentamos en la
misma mesa a trabajar. Hemos vivido la comunión y nos hemos quitado muchos
prejuicios. También ha servido para conocernos mejor, para ver lo que hace la
Iglesia en cada rincón de la geografía española. Experiencias que dan respuesta
a necesidades que hemos identificado y que pueden servir de inspiración para
otras comunidades.
Fran Otero
Fuente: Alfa y Omega