Domingo VI T. Ord.(Ciclo A)
MONICIÓN DE ENTRADA
Buenos
días, sed bienvenidos todos a la casa de familia.
Nos
hemos reunido en torno al Altar para celebrar el Día del Señor. Cada uno de
nosotros ha venido cargado con su vida para ofrecerla, junto a Jesús, al Padre.
Celebrar
la Eucaristía es una gracia que ninguno merecemos. ¡Fuera rutinas!, ¡fuera el
mero cumplimiento de una norma…! La Misa dominical es la fuente de nuestro gozo
y consuelo, la fuente de donde brota nuestra vida cristiana.
Nunca
agradeceremos lo suficiente que el Señor nos haga, domingo tras domingo, partícipes
de este misterio de amor. Humildemente, dispongámonos para la celebración.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
Jesús
se presenta ante nosotros como el Maestro, y, en verdad, lo es. Él promulga una
nueva ley. Una ley que parece superar nuestras fuerzas.
Muchas
veces, nos parece imposible vivir los mandamientos que el Señor nos da; y, sin
embargo, Él confía en nosotros y nos da su gracia para fortalecernos y llevarnos
a realizar lo que es imposible para nuestras fuerzas.
¿Nos
dejaremos mover por la gracia del Espíritu en nuestro vivir diario?
Escuchemos
atentamente su Palabra.
ORACIÓN DE LOS FIELES
A
cada suplica respondemos: ¡Escúchanos, Señor!
- Por
la Iglesia, para que a la luz del Evangelio promueva la justicia entre todos
los hombres. OREMOS.
-
Por los que gobiernan las naciones para que promuevan relaciones de equidad
entre sus pueblos. OREMOS.
-
Por los que en la vida religiosa se han consagrado al Señor, para que lejos de
fiarse de su generosidad y de sus fuerzas se abran a la gracia del Espíritu. OREMOS.
-
Por los que sienten la vocación de servir de un modo especial a los más
desfavorecidos, para que encuentren el apoyo de la comunidad cristiana. OREMOS.
-
Por todos nosotros, para que confiados en la gracia que hemos recibido en el
Bautismo hagamos vida cotidiana el Evangelio de Jesucristo. OREMOS.
ORACIÓN
FINAL
Padre
de misericordia, hoy te damos gracias
porque
en diversas ocasiones y de muchas maneras
nos
has revelado el camino de la Vida.
Nos
lo revelaste por medio de Israel:
la
alianza que hiciste con tu pueblo
nos
manifiesta que toda norma es estéril
si
no procede de ti y a ti halla su meta.
Por
tu Hijo, Jesús, nos enseñaste
que
toda la ley se consuma en el mandato del amor.
Esta
es la clave para conocer lo que es la felicidad
y
el dinamismo que facilita que la alcancemos.
Te
pedimos, Dios nuestro,
que
derrames sobre nosotros tu Espíritu,
ese
Espíritu que Jesús expiró desde la Cruz.
Él
nos dará la luz para discernir tu voluntad
y
la gracia necesaria para cumplirla…
Queremos,
Padre de bondad,
que
nuestra vida refleje tu santidad,
esa
santidad que solo a Ti te pertenece
y
que Tú nos has dado a participar por el Bautismo.
Gracias,
Padre, Dios.