En la homilía de la misa en la Casa Santa Marta el
Papa invita a pensar en quien cada día nos acompaña en nuestra vida; presencias
que se convierten en familia y a las que es bueno agradecer o pedir disculpas
por las propias faltas
La calidez de la Casa Santa Marta, de una "gran
familia" como la define el Papa, formada por personas que acompañan el
camino de la vida, que trabajan allí todos los días con dedicación y cuidado,
que ayudan si una compañera está enferma, que se entristecen si uno de ellos se
va. Rostros, sonrisas, saludos: semillas que se siembran en el corazón de
todos. En la homilía de la misa de la mañana, el Papa aprovechó la jubilación
una empleada, Patrizia, para hacer un "acto de memoria, de agradecimiento"
y también de pedido de disculpas, a los que acompañan nuestro camino.
El egoísmo es
un pecado
Es una homilía que habla de la vida cotidiana de la
Casa Santa Marta. El Papa Francisco quiere hacer hincapié en la familia, no
sólo "papá, mamá, hermanos, tíos, abuelos" sino en "la gran
familia” de “aquellos que nos acompañan en el camino de la vida por un
tiempo". Explica que, después de 40 años de trabajo, Patrizia se jubila;
una presencia familiar en la que pensar:
Y esto hará bien a todos los que vivimos aquí, pensar
en esta familia que nos acompaña; y a todos ustedes que no viven aquí, pensar
en tanta gente que los acompaña en el camino de la vida: vecinos, amigos,
compañeros de trabajo, de estudio... Nosotros no estamos solos. El Señor nos
quiere pueblo, nos quiere en compañía; no nos quiere egoístas: el egoísmo es un
pecado.
Gracias Señor
por no habernos dejado solos
En su reflexión Francisco recuerda la generosidad de
muchas compañeras de trabajo que cuidaron de los enfermos. Detrás de cada nombre,
una presencia, una historia, una breve estadía que dejó su marca. Una
familiaridad que encontró un lugar en el corazón del Papa. "Pienso en
Luisa, pienso en Cristina", dice el Pontífice, piensa en la abuela de la
casa, Sor María, que entró a trabajar joven y que decidió consagrarse allí.
Pero al recordar su "gran" familia, el Pontífice recuerda también a
los que ya no están: "Miriam, que se fue con el niño; Elvira, que fue un
ejemplo de lucha por la vida, hasta el final. Y luego otros que se han jubilado
o que se han ido a trabajar a otro lugar. Presencias que han hecho bien y que a
veces es difícil dejar".
Hoy nos hará bien a todos, a todos, pensar en las
personas que nos acompañaron en el camino de la vida como agradecimiento, y
también como gesto de gratitud a Dios. Gracias, Señor, por no habernos dejado
solos. Es verdad, siempre hay problemas, y donde hay gente hay habladurías.
Incluso aquí. Se reza y se habla, ambas cosas. Y también, a veces, se peca
contra la caridad.
Un gran
"gracias"
Pecar, perder la paciencia y luego pedir disculpas. Se
hace así en la familia. "Yo quisiera agradecer la paciencia de las
personas que nos acompañan –subraya el Papa – y pedir disculpas por nuestras
faltas".
Hoy es un día para agradecer y pedir disculpas, de
corazón, cada uno de nosotros, a las personas que nos acompañan en la vida, por
una parte de la vida, por toda la vida... Y quiero aprovechar esta despedida de
Patrizia para hacer con ustedes este acto de memoria, de agradecimiento, y
también de pedido de disculpas a las personas que nos acompañan. Cada uno de
nosotros lo haga con las personas que habitualmente lo acompañan. Y a los que
trabajan aquí en casa, un "gracias" grande, grande, grande. Y a
usted, Patrizia, que comiences esta segunda parte de la vida, ¡otros 40 años!
Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
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