La Cuaresma es un tiempo especial de conversión, que nos ofrece la
Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua
1.-
La cuaresma nació como desarrollo pedagógico de un aspecto central del misterio
cristiano celebrado en el triduo pascual. Destaca la perspectiva de su
referencia a Jesucristo.
2.-
La cuaresma ha sido siempre el tiempo litúrgico más caracterizado del cristianismo.
Es un conjunto de cuarenta días, cuya razón de ser originaria fue la de imitar
el ayuno previo del Señor al comienzo de su ministerio apostólico.
3.-
La cuaresma es privilegio aptísimo para vivir en y de la Palabra de Dios. Vivir
en y de la Palabra significa leerla, rezarla, meditarla, abrirse a ella,
confrontarse con ella, poner a su tamiz y a su luz nuestra propia existencia.
Llenarse de ella para sea la música y la letra de la pletina de nuestra alma y
de la partitura de nuestro corazón.
4.-
Toda la liturgia de la cuaresma, tanto en sus aspectos rituales como en la
misma liturgia de la palabra, está transida de hermosísimos símbolos que ayuden
y hagan visible el camino cristiano de la conversión. Estos símbolos son el
desierto, la luz, la salud, el agua, el perdón, la liberación, la cruz y la
resurrección.
5.-
Los personajes bíblicos que iluminan el camino cuaresmal son José hijo de
Jacob, Ester, la casta Susana, Jeremías, el ciego de nacimiento, el hijo
pródigo, el padre del hijo pródigo, la samaritana, la mujer adúltera y
arrepentida, Zaqueo, el buen ladrón… y, sobre todo, Jesús de Nazaret.
6.-
La cuaresma encuentra en la oración la más apropiada de sus atmósferas y de sus
escuelas. La oración cuaresmal debe más frecuente y habitual. Su tonalidad
propia es la humildad, la insistencia, la confianza. Es oración de súplica y de
petición. La oración cristiana de la cuaresma debe intensificar sus dimensiones
bíblica y litúrgica, de gran riqueza, variedad, matices y contenidos durante
los cuarenta días de este tiempo. En este sentido, la oración litúrgica ha de
ser más pausada, sencilla, cordial, humilde, pobre, seria y profunda.
7.-
El ayuno es el segundo camino cuaresmal, según el Papa San León Magno. Se trata
del ayuno del hombre viejo, del ayuno del pecado, de la renuncia a los propios
caminos para abrazar los caminos de Jesucristo. Se trata de privarnos de algo
en favor de alguien necesitado, que podemos nosotros mismos o nuestro prójimo.
El ayuno no es, pues, una ejercitación meramente voluntarista o hasta
masoquista. Es una opción de purificación y de intercesión.
8.-
La vigente normativa eclesiástica de la abstinencia de carne durante todos los
viernes de cuaresma y del ayuno y de la abstinencia el miércoles de ceniza y el
viernes santo pueden ayudarnos a recorrer esta segunda vía cuaresmal y
penitencial, antes citada.
9.-
La limosna, la caridad, la solidaridad es el tercero de los caminos
tradicionales y permanentes de la cuaresma. ¡Tenemos tantas demandas de
justicia para vivir la limosna, la caridad cuaresmal!
10.-
La cuaresma es un tiempo para vivir de ella. Es un tiempo para practicarla,
para ejercitarla no como un fin en sí mismo sino como un medio, un camino hacia
la pascua. Por ello, para recorrer adecuada y cristianamente la cuaresma debemos
buscar y desarrollar nuevos espacios oracionales y devocionales.
El
rezo, antes tan habitual del Vía Crucis, durante, al menos, los viernes de
cuaresma, es una praxis que, lejos de haber perdido su vigencia y sentido, debe
ser potenciada y recuperada en nuestra Iglesia en medio de una sociedad donde
la realidad y el misterio de la cruz siguen presentes y desafiantes.
Otras
maneras espléndidas y siempre fecundas para recorrer este camino cuaresmal de
la oración será practicar algún día de retiro o de ejercicios espirituales, que
nos llenarán de fuerza, de gracia y de vida, siempre necesarias para todos y
participar en conferencias, charlas y escuelas cuaresmales.