Los alumnos de 4º de ESO
del Seminario Menor de Madrid perfilan a través de una exposición a un Papa
santo, Juan Pablo II, con el que no han coincidido en el tiempo pero del que
han extraído grandes ejemplos de superación, de amor y de perdón
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La embajadora de Polonia con los alumnos del
Seminario Menor de Madrid. Foto: María Pazos
Carretero
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Este 2020 se cumplen 100
años del nacimiento de Karol Wojtyla, un hombre bueno, ¡y santo!, que hizo
historia. Los profesores y formadores del Seminario Menor de Madrid quisieron
que los alumnos conocieran en este curso al Wojtyla niño, joven, sacerdote y
Papa, y fruto de ello ha nacido la exposición Juan Pablo II. Servidor.
Pastor. Santo.
Karol Wojtyla (el que sería
el Papa Juan Pablo II entre 1978 y 2005) nació el 18 de mayo de 1920 en
Wadowice, en Polonia, un país que acababa de sufrir la Primera Guerra Mundial y
que a los pocos años viviría la invasión nazi, una II Guerra Mundial y la
llegada del comunismo.
Unos cubos articulados con
textos e imágenes que han hecho los propios alumnos recrean este contexto
histórico, y se convierten en la primera parte de una exposición que recorre su
vida a través de paneles, fotografías, objetos personales y vídeos.
Uno de los alumnos,
Guillermo –que reconoce que la exposición le ha hecho darse cuenta de «lo
importante que fue este Papa»–, fue el primer encargado de guiar a la
embajadora de Polonia en España, Marzenna Adamczyk, en la visita especial que
realizó a la muestra la semana pasada.
Y fue tan especial que ella
misma les contó muchas historias, anécdotas y vivencias del país natal del Papa
y de sus dos encuentros con él: «San Juan Pablo II tenía mucho carisma. La primera
vez que le vi me eché a reír y luego a llorar. La segunda, coincidimos en la
Universidad de Varsovia; ya estaba enfermo, pero se interesó por lo que yo
hacía y hasta me bromeó: “Usted no se parece en nada a Hanna [Suchocka]”, la
embajadora polaca de entonces ante el Vaticano». Y destaca «el impacto que
producía en las personas que estaban a su lado».
En la sacristía del colegio
se ha recreado la sala de estar de la casa familiar del Papa con objetos
típicos de la época. «Estos objetos los recuerdo perfectamente en las casas
polacas», señala la embajadora, y al contarle los chicos que al Papa le gustaba
mucho la montaña, comenta: «El primer Papa alpinista… y probablemente el
último».
El Papa valiente y viajero
A los alumnos les ha
interpelado mucho el que el Papa perdiera de joven a toda su familia y que
viviera en una época tan convulsa. A Víctor, por ejemplo, le ha enseñado a
«afrontar siempre la dificultad lo más cristianamente posible», y para Gonzalo
es «un ejemplo de superación, nunca se rindió» ante las adversidades. Lo que
más le llama la atención a Ángel es «su capacidad de amar; después de haber
vivido el nazismo y el comunismo, que generaron un odio tan terrible, él fue
capaz de amar como el que más. Me gustaría ser como él». Y Juan Carlos
concluye: «En su juventud fue muy valiente, porque hay que tener valor para
hacerse cura en plena guerra, cuando estaban perseguidos».
La capacidad de perdón del
Papa también es otro de los rasgos que les ha impresionado. El mismo Juan
Carlos reconoce que «lo de perdonar el atentado [el intento de asesinato de Alí
Agca en 1981] fue un gesto increíble. Yo me pongo en esa situación y le hubiera
deseado la muerte, ¡pero él le perdonó!».
Las últimas salas recogen
los momentos más destacados del ministerio sacerdotal de Karol Wojtyla, y por
ellas los alumnos han aprendido que tuvo una especial predilección por los
jóvenes, por las familias y por la Virgen, y que fue un Papa muy viajero porque
recorrió 1,2 millones de kilómetros en visitas pastorales. Y lo más importante,
en palabras de Iñaki Martín, formador del colegio, «los chicos han pasado de
algo que se estudia a algo que se vive. Han visto en Juan Pablo II una persona
que les habla de su vocación, de su vida cristiana, de sus familias; que les
habla a sus vidas». Más información y reservas en exposicion@colegioarzobispal.com.
Begoña Aragoneses
Fuente: Alfa y Omega