¿Y CUANDO ACABE LA NAVIDAD Y VOLVAMOS A LA RUTINA DIARIA?

¿Y si reflexionar sobre la Navidad nos ayudara a empezar a hablar a los demás de otra manera?

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En unos días termina la Navidad y escuchar a niños hablarse en un tono “subidito” a la salida del colegio volverá a ser una escena cotidiana.

También lo será soltar un grito porque se ha roto un vaso durante la cena o echarle en cara a la pareja que no da la talla.

Volveremos a ponernos de lado porque mirar al más vulnerable descoloca y en lugar de mirar a los ojos y descubrir qué le pasa verdaderamente a la persona que tenemos en frente, nos centraremos en sacar más cosas adelante, en meter más citas en la agenda, en el famoso “multitasking”; en poner el turbo.

En unos días el espíritu de la Navidad se esfumará con la misma rapidez con la que se instaló en cada rincón de la ciudad.

¿Será posible que la esencia de lo que tantas personas han celebrado estos días no se haya colado ni un poquito en los hogares y en el corazón de las personas?

Los creyentes escuchan estos días que “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, dice el Evangelio de hoy: “La Palabra estaba junto a Dios. Se hizo vida”.

Que la Palabra se hizo vida quiere decir muchas cosas y no dejará indiferente al que piense en ello dejándose cuestionar sin filtros.

Que el Verbo se hizo carne, significa que se encarnó y eso es algo que durante más de dos mil años ha cambiado la vida de generaciones. Y lo sigue haciendo.

Pero si te parece que todo esto es poner el listón demasiado alto, piensa simplemente en la fuerza que tiene la palabra en tu día a día.

Piensa en cómo usas el lenguaje.

¿Qué palabras escoges para decir lo que quieres? ¿Qué grado de dureza subyace en el tono o las expresiones que escoges?

Cuando discutes con un familiar o un compañero de trabajo, ¿tu discurso deja lugar para el encuentro?

Con las palabras que eliges, creas realidades concretas. Nombras cosas o las silencias. Das cabida al perdón, abriendo un sinfín de posibilidades o limitas las opciones de volver a empezar, del que está contigo. Así como de la relación que existe entre ambos.

Dice el Evangelio de hoy, “en la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres”.

Todo esto, pero también todo lo contrario puede estar provocado, en parte, por la manera en la que se dicen las cosas. Una sonrisa o un gesto serio, mantener la mirada o retirarla, dar las gracias o exigir cada vez más…. cada uno de estos actos de voluntad marcan la diferencia.

Ahora que está a punto de terminar la Navidad y que empieza un año cargado de propósitos nuevos, es interesante recordar que las personas, con la manera de comunicarse, se acercan o se alejan de la Palabra.

Amparo Latre Gorbe 

Fuente: Aleteia