¿Y si reflexionar sobre la Navidad nos ayudara a empezar a hablar a los
demás de otra manera?
Shutterstock-Ollyy |
En unos días
termina la Navidad y escuchar a niños hablarse en un tono “subidito” a la
salida del colegio volverá a ser una escena cotidiana.
También lo será
soltar un grito porque se ha roto un vaso durante la cena o echarle en cara a
la pareja que no da la talla.
Volveremos a
ponernos de lado porque mirar al más vulnerable descoloca y en lugar de mirar a
los ojos y descubrir qué le pasa verdaderamente a la persona que tenemos en
frente, nos centraremos en sacar más cosas adelante, en meter más citas en la
agenda, en el famoso “multitasking”; en poner el turbo.
En unos días el
espíritu de la Navidad se esfumará con la misma rapidez con la que se instaló
en cada rincón de la ciudad.
¿Será posible
que la esencia de lo que tantas personas han celebrado estos días no se haya
colado ni un poquito en los hogares y en el corazón de las personas?
Los creyentes
escuchan estos días que “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”,
dice el Evangelio de hoy: “La Palabra estaba junto a Dios. Se hizo vida”.
Que la Palabra
se hizo vida quiere decir muchas cosas y no dejará indiferente al que piense en
ello dejándose cuestionar sin filtros.
Que el Verbo se
hizo carne, significa que se encarnó y eso es algo que durante más de dos mil
años ha cambiado la vida de generaciones. Y lo sigue haciendo.
Pero si te
parece que todo esto es poner el listón demasiado alto, piensa simplemente en
la fuerza que tiene la palabra en tu día a día.
Piensa en cómo
usas el lenguaje.
¿Qué palabras
escoges para decir lo que quieres? ¿Qué grado de dureza subyace en el tono o
las expresiones que escoges?
Cuando discutes
con un familiar o un compañero de trabajo, ¿tu discurso deja lugar para el
encuentro?
Con las
palabras que eliges, creas realidades concretas. Nombras cosas o las silencias.
Das cabida al perdón, abriendo un sinfín de posibilidades o limitas las
opciones de volver a empezar, del que está contigo. Así como de la relación que
existe entre ambos.
Dice el
Evangelio de hoy, “en la Palabra había vida y la vida era la luz de los
hombres”.
Todo esto, pero
también todo lo contrario puede estar provocado, en parte, por la manera en la
que se dicen las cosas. Una sonrisa o un gesto serio, mantener la mirada o
retirarla, dar las gracias o exigir cada vez más…. cada uno de estos actos de
voluntad marcan la diferencia.
Ahora que está
a punto de terminar la Navidad y que empieza un año cargado de propósitos
nuevos, es interesante recordar que las personas, con la manera de comunicarse,
se acercan o se alejan de la Palabra.
Amparo Latre Gorbe
Fuente: Aleteia