CONVIVIR CON TODOS
II. La virtud
humana de la afabilidad.
III. Otras
virtudes necesarias para la convivencia diaria: gratitud, cordialidad, amistad,
alegría, optimismo, respeto mutuo...
“En aquel tiempo, Jesús
salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a Él, y Él les
enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos,
y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la
mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús
y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían.
Al ver los escribas de
los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos:
«¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?». Al oír esto Jesús, les
dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he
venido a llamar a justos, sino a pecadores»” (Marcos 2,13-17).
I. Los fariseos se
sorprenden al ver a Jesús sentarse a comer con toda clase de personas: ¿Porqué
come con publicanos y pecadores? (Marcos 2, 13-17). Jesús se siente bien con
todo el mundo, porque ha venido a salvar a todos. No tienen necesidad de médico
los sanos, sino los enfermos. En esta escena contemplamos cómo el Señor no rehúye
el trato social; más bien lo busca. Su afán salvador se extiende a todas las
criaturas de cualquier clase y condición.
Jesús
mostró un gran aprecio a la familia, donde se ha de ejercer en primer término
la convivencia, con las virtudes que ésta requiere, y donde tiene lugar el
primero y principal trato social. Jesús es un ejemplo vivo para nosotros porque
debemos aprender a convivir con todos, por encima de sus defectos, ideas y
modos de ser.
Debemos
aprender de Él a ser personas abiertas, con capacidad de amistad, dispuestos
siempre a comprender y a disculpar. Un cristiano que sigue a Cristo no puede
estar encerrado en sí mismo, y despreocupado de lo que sucede a su alrededor.
II. Nosotros tenemos a lo
largo del día muchos encuentros esporádicos y fugaces con diversas personas.
Para un cristiano son importantes, pues es una ocasión de mostrarles aprecio
porque son hijos de Dios. Y lo hacemos normalmente a través de esas muestras de
educación y cortesía.
La
virtud de la afabilidad -que encierra en sí a muchas otras, según enseña Santo
Tomás-, ordena “las relaciones de los hombres con sus semejantes, tanto en los
hechos como en las palabras” (Suma Teológica), nos lleva a hacer la vida más
grata a quienes vemos todos los días. El cristiano sabrá convertir los
múltiples detalles de la virtud humana de la afabilidad en otros actos de la
virtud de la caridad, al hacerlos también por amor a Dios.
III. Son muchas las virtudes
que facilitan y hacen posible la convivencia: la benignidad y la indulgencia,
la gratitud, la cordialidad y la amistad, la alegría y el respeto mutuo. El
ejemplo de Jesús nos inclina a vivir amablemente abiertos hacia los demás; a comprenderlos,
a mirarlos con simpatía inicial y siempre, con una mirada que alcanza las
profundidades del corazón y sabe encontrar la parte de bondad que existe en
todos.
Y
muy cercana a la comprensión está la capacidad de disculpar con prontitud. Hoy
sábado, hacemos el propósito, en honor de la Virgen, el cuidar con esmero todos
los detalles de fina caridad con el prójimo.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org