El alma pasa por cuatro etapas de enamoramiento al conocer a Dios. Un alma dispuesta a buscar al Amado por lo que significa en nuestras vidas su amor
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Para poder ser donadores
de amor se necesita primero un encuentro íntimo con Cristo, en donde el alma
debe pasar por distintas etapas que reafirman esa búsqueda del Amado. Las
cuales, a través de los distintos niveles, van creando una mayor cercanía con
el Amado y con sus hijos.
“Nadie
puede amarse como es debido a sí mismo, si no sabe por qué vive”. El mundo nos quiere
hacer creer que es suficiente con tener un amor propio, un amor humano. Sin
embargo, jamás el corazón se sentirá satisfecho de lo que la propia persona es,
sino de algo superior que comparte el amor.
Este sentimiento demuestra
la naturaleza humana de ser criaturas, porque por sí mismas no pueden entregar
ese amor si no proviene del mismo que lo creó. Si las personas fueran creadoras
del amor, no necesitarían estar con el prójimo porque ya hubiesen alcanzado la
perfección misma.
Es por eso que Aleteia te
presenta las distintas etapas que Fulton J. Sheen describe en su libro,
sobre aquellos niveles que necesita pasar el alma al descubrir el amor de
Cristo:
- “El alma empieza por amarse a sí misma,
pero pronto ve su propia insuficiencia, al comprender que esta auto
adoración sin Dios es como amar un rayo de sol sin el sol”.
En esta etapa la persona
empieza a indagar en su corazón cómo amarse a su manera. Sin embargo, a pesar
de buscar soluciones, no las encuentra, porque no es capaz de satisfacerse a sí
misma. Es cuando comprende que el Amor viene de algo mayor que uno mismo. Su
vida empieza a ser Cristo-céntrica.
- “Dios es amado, no por sí mismo, sino por
el bien que proporciona. En esta etapa se hacen peticiones, por cuanto
Dios es amado a cambio de los favores que da”.
El ser humano tiende a
buscar su propia conveniencia y dentro de ella es el “bien”, porque es lo que
le beneficia el Alma. En esta segunda etapa, la persona reconoce que no es
capaz de valerse por sí misma ante las pruebas de la vida, pero encuentra en
Dios una fuente de deseos a la cual puede estar constantemente pidiendo,
buscando encontrar los beneficios otorgados.
- “Dios es amado por sí mismo y no por
nosotros. El alma se interesa más por el ser Amado que por lo que da el
Amado”.
Al conocer más a Dios, el
alma deja de solo buscarlo cuando necesita algo, porque se sabe necesitado en
todo momento de su creador. Deja de pensar en el -querer, poseer-, para ser
ella misma poseída del Amor de Cristo. Así como un joven enamorado de una mujer
busca saber los detalles de ella, el ser humano es atraído por la belleza de
Cristo y quiere conocer más para amarlo con mayor intensidad.
- “La etapa final es esa rara circunstancia
de que el amor de sí mismo es completamente abandonado, descargado y
rendido por el amor de Dios”.
Esta es la etapa más
difícil para el alma, pero es la etapa ideal. Una en donde hemos visto ejemplos
de santos como San Francisco de Asís, Santa Teresita de Jesús y otros grandes,
los cuales dejan toda su vida para ser reconocidos como hijos e instrumentos de
Dios.
La persona deja de ser una
sola para ser transformada en la Voluntad de Dios. Viven en la unidad de Cristo
asimilando las bodas del Cordero. “Y no vivo yo, sino que es Cristo quien
vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo
de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí ”(Gál 2, 20).
Estas etapas por las
cuales pasa la persona por amor a Dios son indispensables para llegar a la
Santidad. No todas las personas pasan por este proceso al mismo tiempo ni en
las mismas circunstancias, sino que es algo personal para cada uno. Es el viaje
que toma el alma para conocer al Amado.
Sin importar en qué etapa
del alma se pueda encontrar la persona, siempre tiene la capacidad de elevarla.
Yohana Rodríguez
Fuente: Aleteia