Después de la celebración anual del misterio pascual de la muerte y
resurrección de Cristo, la Iglesia venera con mayor devoción la memoria de la Natividad
de nuestro Señor Jesús
Dominio público |
Cuando se hubieron cumplido los acontecimientos que debían preceder al advenimiento del Mesías, de acuerdo con los vaticinios de los antiguos profetas, Jesús llamado el Cristo, Hijo de Dios eterno, se encarnó en el seno de la Virgen María y, hecho hombre, nació de ella para la redención de la humanidad.
Desde la
caída de nuestros primeros padres, la sabia y misericordiosa providencia de
Dios había dispuesto gradualmente todas las cosas para la realización de sus
promesas y el cumplimiento del más grande de sus misterios: la encarnación de
su divino Hijo.
Por aquel
entonces, el Emperador Augusto emitió un decreto para llevar a cabo un censo en
el cual todas las personas debían registrarse en un lugar determinado según sus
respectivas provincias, ciudades y familias. Hasta Belén, cerca de la ciudad de
Jerusalén, llegaron San José y la Virgen María procedentes de Nazaret, y
estando allí, le llegó la hora de dar a luz de la Virgen, trayendo al mundo a
su divino Hijo a quien envolvió en lienzos y lo recostó en la paja del pesebre.
En todo el
mundo cristiano el día 25 celebramos el nacimiento de un niño: Jesús de Nazaret
que ha revolucionado durante dos mil años la historia de la humanidad, sobre
todo del Occidente. Quienes no son cristianos tal vez se pregunten quién es ese
niño que celebran los cristianos con tanta solemnidad. Y no está mal que
también nosotros, en esta singular ocasión de la Navidad, nos lo preguntemos. O
mejor, todavía, lo preguntemos a la Biblia, a través de la cual Dios nos habla
y se nos revela.
1. Jesucristo es el Verbo, que vive en el
seno de Dios, y que pone su tienda entre los hombres, en un determinado momento
de la historia. Jesucristo, antes de ser una palabra pronunciada por la
historia, es La Palabra pronunciada por el mismo Dios. En el mundo de Dios el
Padre está pronunciando eternamente La Palabra. En Belén, en tiempo del
emperador Augusto, La Palabra eterna es pronunciada por labios humanos, se
convierte en palabra de carne. Se llama Jesús de Nazaret. ¿Quién es Jesús? Es
el Verbo, que al ser pronunciado por los hombres, suena Jesús de Nazaret.
¿Quién es el Verbo?
Es Jesús, a
quien el Padre llama La Palabra. En el misterio de Jesucristo no se puede
separar la eternidad del tiempo, el Verbo de Jesús. Sería traicionar la
revelación de Dios. A lo largo de la historia Dios había pronunciado palabras
por medio de los profetas, palabras que manifestaban de modo incompleto la
revelación de Dios. Con Jesucristo el Padre pronuncia la última, definitiva y
única Palabra, en la que se compendia y llega a plenitud toda la revelación
(segunda lectura).
2. Jesús es la vida y la verdadera luz del
mundo. Vida y luz son dos imágenes muy usadas en todo el Antiguo Testamento.
Dios es el creador de la vida (plantas, animales, hombre). A la vez que
creador, es también el señor, que dispone de ella según sus inescrutables
designios. El hombre ha sido creado para la vida, no para la muerte. Con todo,
a causa del pecado, el reino de la muerte se ha instalado en la historia.
Cuando los cristianos proclamamos que Jesús es la vida, afirmamos que él es el
vencedor de la muerte y el restaurador de la vida en la humanidad. Al restaurar
la vida, ésta es como un faro de luz en un mundo prisionero de la tiniebla.
Al confesar
que Jesús de Nazaret, en el momento mismo de nacer es vida y luz de los
hombres, estamos afirmando también que no es una vida cualquiera o una luz
cualquiera, efímera y débil, sino la Vida y la Luz originales, presentes en
Dios mismo. Porque es Vida y Luz, su historia personal, una más en sí misma entre
las historias de los hombres, es fuente de Vida y de Luz para la humanidad
entera.
3. Jesús es el revelador del Padre. “A
Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre,
nos lo ha revelado”. Jesucristo no sólo es el revelado por los profetas, por
ejemplo, por Miqueas, como mensajero de paz, de consolación y de salvación, o
no sólo es revelado superior a los ángeles (segunda lectura).
Él mismo, en
persona, es revelador. ¿Y qué otra realidad más honda puede revelarnos sino el
misterio de Dios, del que viene y en el que habita, absolutamente desconocido
para los hombres? El Padre no es visible. Se hace visible y presente en
Jesucristo. Lo hace visible hablándonos del Padre, v.g. las parábolas del padre
misericordioso, y sobre todo nos habla del Padre en su modo de vivir y de estar
en el mundo, entre los hombres.
Fuente: Evangelio del día / Catholic.net / ACI Prensa