La religiosa Gerard Fernández, de 81 años, ha dedicado buena parte de su tiempo
a acompañar a personas condenadas a la horca
Hna. Gerard Fernández. Foto: BBC
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Singapur es el
estado más pequeño en superficie de todo el Sudeste Asiático con apenas 697
kilómetros cuadrados de extensión, prácticamente igual que la ciudad de Madrid,
y con algo más de 5,6 millones de habitantes. De ellos, tan sólo el 2,8% es católico, unas
155.000 personas.
Sin embargo, la actividad de la Iglesia Católica es
mucho mayor de lo que reflejan las estadísticas de fieles en el país. Y así es
como se entiende que una humilde monja de 81 años de Singapur haya sido elegida
por la BBC como una de las 100 mujeres más influyentes del
mundo en su lista anual.
Una institución en Singapur
Gerard Fernández
es toda una institución en Singapur tras llevar décadas acompañando, y dando
asistencia espiritual y anímica, a los condenados a morir en la horca. Ella
misma está con ellos hasta el momento de su muerte, porque todo el mundo
–afirma esta religiosa- merece una muerte digna de verdad.
Tal y como recoge la propia televisión pública
británica, la historia comenzó en 1981 cuando esta
monja católica empezó a escribir cartas a una presa que se encontraba en el
corredor de la muerte. Esta correspondencia se alargaría durante siete
años hasta que al final fue ejecutada.
"Todos merecen una muerte con
dignidad"
La condenada a
muerte era una ex alumna suya que había sido juzgada por el asesinato ritual de
dos niños pequeños. “Cometió un grave error y me puse muy triste la primera vez
que escuché la noticia, pero sabía
que tenía que verla”, explica la hermana Fernández.
Durante años, la religiosa visitó a esta presa
pasando largas noches en oración junto a ella. “Estaba allí –asegura- para
apoyar a Catherine y ella sabía que podía hablar conmigo. Creo que eso la liberó de su
prisión mental”.
La mañana de la ejecución la monja también estaba
junto a la condenada, y cogida de su mano la acompañó por todo el corredor
hasta la horca. Según su experiencia, “cada persona vale más que lo peor que ha
hecho, no importan los pecados de uno, todos merecen una muerte con dignidad”.
"Apoyo mental, emocional y
espiritual"
No olvidará aquel día, lo que la impulsó a seguir
con esta misión tan complicada y a su vez especial: “La escuché subir la escalera de caracol y sentí la palanca
cuando la activaron. La trampilla se abrió y fue cuando supe que Catherine se
había ido”.
Esta mujer fue una de los 18 reclusos a los que la
hermana Gerard Fernández ha acompañado hasta la horca. Durante estas décadas ha
llegado a la convicción de que “una sentencia de muerte no es algo que uno acepte fácilmente”, por
lo que se necesita “un tiempo para que una persona acepte su destino, y
naturalmente, habrá mucho dolor”.
Esta ha sido su vocación dentro de su vocación.
Acompañar a estos presos que saben que morirán. La hermana Fernández explica
que “los condenados a
muerte necesitan mucho apoyo mental, emocional y espiritual”.
"Voy a ver a Dios por la
mañana"
Por ello, ella
ha querido durante todos estos años “ayudarlos a comprender que con el perdón y la curación, podrían
ir a un lugar mejor”.
Uno de los casos que recuerda es el de otro
convicto que llamó a la religiosa después de verla desde su celda. “Dijo que mi presencia le trajo
consuelo”, cuenta ella, y además este recluso pidió volver a verla el
día antes de que lo colgaran.
“Que alguien comparta sus penas más profundas y me
permita entrar en su corazón durante sus momentos finales es amor y confianza
al más alto nivel”, afirma emocionada. Además, recuerda las últimas palabras
que le dijo ese preso antes de morir: “Voy a ver a Dios por la mañana y cuando lo haga le contaré todo
sobre ti”.
El testimonio de la madre de un
narcotraficante
Gracias a esta
trayectoria, el propio Servicio de Prisiones de Singapur ha valorado todo el
trabajo que ha realizado esta religiosa católica con su apoyo: “Su dedicación, su pasión y
sacrificio continúan inspirándonos a todos, así como a muchos otros
que dan su tiempo y esfuerzo para apoyar a los reclusos y a sus familias”.
De hecho, la madre de un narcotraficante, ya
ejecutado, asegura igualmente a la BBC que la monja se convirtió en una influencia muy positiva en la
vida de su hijo en el corredor de la muerte.
“La hermana Gerard nunca lo juzgó ni se dio por
vencida”, afirma ella, mientras reconoce que se dio un gran cambio en su hijo,
pues “su ira y resentimiento se
transformaron en aceptación y remordimiento”. Esta anciana añade además que
la religiosa “fue muy amable y también estuvo allí para mí cuando no sabía qué
hacer o cómo sentirme”.
J. Lozano
Fuente: ReL