MEDITACIÓN DIARIA: MARTES DE LA SEMANA 29 DEL TIEMPO ORDINARIO

LA VIGILANCIA EN EL AMOR

Dominio público
I.
Con las lámparas encendidas.

II. La lucha en lo que parece de poca importancia nos mantendrá vigilantes.

III. Alerta contra la tibieza.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos»” (Lucas 12,35-38). 

I. Tener las lámparas encendidas (Lucas 12, 35-38) indica la actitud atenta, propia del que espera la llegada de alguien. La situación del cristiano no puede ser de somnolencia y de descuido. Y esto por dos razones: porque el enemigo está siempre al acecho, como león rugiente, buscando a quien devorar (1 Pedro 5, 8), y porque quien ama no duerme (Cantares 2, 5). “Vigilar es propio del amor.

Cuando se ama a una persona, el corazón vigila siempre, esperándola, y cada minuto que pasa sin ella es en función de ella y transcurre vigilante (...). Jesús pide el amor. Por esto solicita vigilancia” (CH. LUBICH, Meditaciones).

Cuando el alma está adormecida, Jesús se marcha si haber llamado a nuestra puerta, pero si el corazón está en vela, llama y pide que se le abra (SAN AMBROSIO, Comentario al Salmo 18). Muchas veces a lo largo del día Jesús pasa a nuestro lado. ¡Qué pena si la tibieza impidiera verlo!

II. Todos los días nos encontramos con obstáculos que nos apartan de Dios. Generalmente debemos luchar en pequeños detalles. Muchas veces el empeño por mantenernos en estado de vigilia, bien opuesto a la tibieza, se concretará en fortaleza para cumplir nuestras normas de piedad, esos encuentros con el Señor que nos llenan de fuerzas y de paz.

Otras veces la lucha estará centrada en el modo de vivir la caridad, en tener buen humor; o tendremos que empeñarnos en realizar mejor el trabajo, en ser más puntuales, en poner los medios para continuar nuestra formación humana, profesional y espiritual.

En la lucha por lo pequeño, el alma se fortalece y se dispone para oír las continuas inspiraciones y mociones del Espíritu Santo. Y es también en el descuido de lo pequeño es donde el enemigo se hace peligroso y difícil de vencer.

III. El corazón que ama está alerta; el tibio duerme. El estado de tibieza se parece a una pendiente inclinada que cada vez se separa más de Dios: nace una preocupación por no excederse, por quedarse en lo indispensable para no caer en pecado mortal, aunque se acepta con frecuencia el venial.

Se justifica esta actitud por razones de naturalidad, de eficacia, de salud, que ayudan al tibio a ser indulgente con sus pequeños defectos desordenados, apegos a personas o cosas, caprichos, comodidad. Se va tirando, queda en el corazón un vacío de Dios que se intenta llenar con otras cosas, que no son de Dios y no llenan.

Tened las lámparas encendidas..., atentos a los pasos del Señor. Nadie estuvo más atento a la llegada del Señor a la tierra que María. Ella nos enseñará a mantenernos vigilantes.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org