Me llamo Christian, tengo 58 años. Pido limosna en Nantes. A veces, la
gente me dice: ya te hemos visto en algún otro sitio. Eso me calienta el
corazón. Esta es mi historia
![]() |
Fratello |
Mi vida son pequeños
trabajos y grandes tormentos, la calle y la psiquiatría. He sido soldado,
vigilante, operario de almacén, agente de seguridad, conductor de ambulancia,
bombero… Pero también he vivido la depresión, el delirio, la paranoia, las
alucinaciones, la esquizofrenia, resumiendo, problemas psicológicos y lucha
espiritual con la mente.
Entiendo que todo eso
les genere preguntas, ¡pero no estoy loco! Un día, sin embargo, me encontraba
en el museo del Louvre pero no sabía bien cómo había llegado allí. La policía
fue la que vino a sacarme.
He vagado de hogar en
hogar, de hospital en hospital, me he buscado la vida durante seis años; sin
lugar donde descansar los huesos, pero trabajando aquí y allá.
Dejé el alcohol en
el año nuevo de 2001 después de muchos intentos, pero estaba decidido del todo
porque veía monstruos y sentía una culpabilidad inmensa. El Señor me ayudó.
En 2014, fui a
Roma con la asociación de hogares colaborativos Lázaro. Era mi primera vez.
Estaba convencido de que vería al Papa, aunque todo el mundo me aseguraba lo
contrario.
Y el Papa vino
hacia mí cuando estábamos miles en la plaza de San Pedro. Me bendijo. Y yo le dije: “Hablo en nombre de los pobres de Nantes y de
Francia, en nombre de los discapacitados y de los enfermos, estamos todos
detrás de ti, Francisco por la paz”. Me pareció una persona muy atenta. Me
respondió: “Gracias, yo te bendigo”.
Llevé un
rosario azul claro, bendecido por el Papa, para una anciana señora de Nantes
que me lo había pedido, cuando todo el mundo me había dicho que sería imposible
hablar con Francisco. ¡Aquel día hice feliz a una persona!
“Era mi sufrimiento que se estaba yendo”
En 2016, fue la
gran peregrinación de Fratello, jubileo de las personas sin hogar. Me habían
pedido que diera un discurso ante el Papa en la Sala Pablo VI. Se lo había
contado a un amigo de Lázaro y quería hablar mucho de la paz, porque era el 11
de noviembre, Día del Armisticio.
Pensaba que era
importante, porque la misión del Papa es trabajar por la paz, siguiendo al
“Príncipe de la Paz”. Antes de mi discurso, un joven obispo vino a decirme:
“Ustedes son nuestra esperanza”.
Después, al
final de mi discurso (ver minuto 18’50), el Papa dijo: “Me impresionó mucho la
insistencia de Christian en su testimonio por la paz. Ustedes pueden ser
artesanos de la paz. Los pobres creen en la paz”.
Luego, se me
acercó y le di un abrazo. Me derrumbé y empecé a llorar. Lágrimas de
sufrimiento. Era mi sufrimiento que se estaba yendo. Escuché
al público aplaudir cada vez más fuerte y todo lo malo salió de mí: las
angustias, las tristezas, las depresiones. Como si me hubiera confesado.
Le había dicho
al Papa que yo sufría enormemente, pero que otros sufrían más que yo y que
había que rezar por ellos [Christian llora mientras cuenta su relato, N. del
R.]. Estaba limpio. El Papa me consoló. Las grandes depresiones se
fueron con las lágrimas.
Me sentía
ligero, sonriente, con ganas de saltar por el aire. Fue un alivio. El Señor
tiene un plan para mí. Estoy en el plan de Dios. Hay que ser sinceros con
el Señor, como Él lo es con nosotros.
Al día
siguiente de nuestro encuentro, el Papa anunció que creaba la Jornada mundial
de los pobres, como le había sugerido el fundador de Lázaro.
En 2017, volví
a Roma y asistí a la misa del Papa antes de desayunar con él y 1500 pobres más.
Me encanta trabajar en este proyecto. En 2019, vuelvo con la peregrinación a
Lourdes: ¡Fratello!
Christian Delouche
Fuente: Aleteia