Ser
un despertador de Cristo
Hola,
buenos días, hoy sor Amada nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
otro día estaba en mi celda por la tarde y empezó a sonar un despertador en la
celda de al lado. Estuvo sonando como un cuarto de hora, hasta que se acabó el
tiempo.
“Si
no fuera por los despertadores”, pensaba yo, “medio mundo llegaba tarde a todas
partes”.
En
nuestro monasterio tenemos dos clases de ‘despertadores’: la campana y el reloj.
Los
dos son muy importantes, pues los dos nos llaman, nos recuerdan que es tiempo
de dejar nuestros quehaceres, nuestro trabajo, el sueño... para ir al encuentro
de Cristo que nos espera en su casa (la iglesia), donde su presencia es real.
Él quiere que descansemos un poco de todas las prisas, ajetreos, nerviosismos.
Por eso nos llama a un sitio aparte, para que recobremos la paz del alma que
quizá hemos perdido.
La
campana en el monasterio es un despertador que nos recuerda que Cristo vive,
nos llama y nos espera. Solo Él tiene la llave de nuestro corazón y sabe qué
necesitamos para ser felices.
Pero
Cristo también es nuestro despertador, es la campana que suena y resuena en lo
más profundo de nuestro interior y nos llama a entrar en él, pues nos tiene
preparado un banquete para todo el que le escucha y entra. Su banquete es su
Palabra, la Eucaristía, su perdón, su amor.
Hoy
el reto del amor es dejar que Cristo sea en ti para los demás una
campana-despertador que les recuerde que son amados, que les espera y les
invita a su banquete.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma