HOY EL RETO DEL AMOR ES ACERCARTE A UNA IGLESIA Y, EN LA EUCARISTÍA, DAR GRACIAS AL SEÑOR POR TU VIDA

Todo en una caja

Hola, buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.

Ayer, una amiga me dijo:
-Me tienes que contar qué vivías hace 24 años.

Porque un día como hoy dejé mi casa para entrar en el monasterio. Detrás dejaba una familia, unos amigos, el deporte, los estudios, la parroquia, las fiestas... Y, por delante, ¿qué tenía? Toda una aventura a vivir.

Entraba en el monasterio con una caja donde había dos juegos de sabanas, dos pijamas, dos mantas, unos zapatos y unas zapatillas, dos pares de leotardos, unas camisas, unas camisetas y unos libros. Esa fue la lista que me dio la Madre Maestra sobre lo que podía traer. Y todo me entró en una caja.

Con esto atravesé la reja de la iglesia, cantando las monjas la Salve. Pero lo más importante era que mi corazón estaba totalmente enamorado de Cristo. Para mí, la fe había pasado de la cabeza al corazón. Había experimentado el amor de Cristo de una manera totalizante, y esto era lo único que necesitaba para ser feliz. Quería entregarme totalmente a este amor. Tenía 18 años, con muchísima energía y vida por delante, y quería entregarlo todo.

No puedo decirte que todo ha sido un camino de rosas, porque no te diría la verdad; he vivido momentos muy duros y de mucho sufrimiento, pero siempre he sentido a Cristo a mi lado con una linterna, iluminando el siguiente paso. Por muy oscuro que estuviera todo, siempre había un rayo de luz. He tenido que luchar, y mucho, pero siempre me ha caracterizado que he amado mi vocación con locura y he luchado por ella.

Pero lo que más he vivido han sido momentos de mucha alegría, felicidad y plenitud. Momentos en que te sientes en el cielo, y que te hacen esperar más aún.

Pero, tanto unos momentos como otros, siempre han estado marcados por la felicidad. Cuando descubres a Cristo, descubres que la felicidad existe, y que no tienes que vivir de “momentos de felicidad” sino que puedes vivir en la felicidad; pero, entiéndeme, la felicidad no es ausencia de problemas, sino encontrar sentido en medio de ellos.

Por ello, ahora, después de 24 años aquí, en el monasterio, sigo sosteniendo que una sola cosa es necesaria: el amor fuerte de Cristo en mi corazón y, después, desde este amor, vivir. Porque para ser feliz solo necesitas estas dos cosas: orar y amar.

Si quieres ser feliz, no dejes de amar, y para ello, primero recíbelo todo de Cristo.

Hoy el reto del amor es acercarte a una iglesia y, en la Eucaristía, dar gracias al Señor por tu vida, por todo lo que has vivido. Y pídele descubrirle y verle con fuerza en tu día a día. Él está y quiere vivir contigo.

VIVE DE CRISTO

Fuente: Dominicas de Lerma