Cuando tu rosario se rompe o el crucifijo se estropea, ¿qué hacer? ¿Está
bien simplemente tirarlos a la basura?
Los católicos
que usan con frecuencia sacramentales (escapularios marrones, medallas de San
Benito, rosarios bendecidos, etc.) a menudo se encuentran con un problema
cuando el objeto se rompe o se desgasta. ¿Qué se debe hacer con estos objetos
sagrados? ¿Está bien simplemente tirarlos a la basura?
Para resumir
brevemente, los sacramentales son cualquier cosa consagrada o bendecida por la
Iglesia con el propósito de santificar nuestras vidas y llevarnos a los
sacramentos. Son signos sagrados y nos proporcionan gracia (ayuda espiritual) a
través de la intercesión de la Iglesia.
Los sacramentales utilizados en el hogar pueden ser cualquier
cantidad de artículos religiosos que hayan sido bendecidos por un sacerdote o
diácono: un rosario, medalla, crucifijo o incluso una vela.
Independientemente de lo que sea, si ha
sido bendecido por un cura, entonces debe ser tratado con el debido cuidado
(cf. Canon 1171). Como católicos, creemos que las bendiciones de los ministros ordenados
tienen un verdadero poder espiritual.
Esto es más evidente en los siete
sacramentos, donde las palabras del sacerdote pueden provocar una
transformación espiritual.
El ejemplo obvio es la
Eucaristía, donde a través de las palabras del sacerdote, el pan y el vino en
la Misa se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es un milagro que
Dios realice a través de palabras dichas por sus ministros elegidos.
En un nivel mucho más bajo pero análogo, creemos que cuando
un sacerdote o diácono bendice un objeto religioso, algo cambia. Es posible que
no podamos verlo, pero a veces podemos sentir el peso espiritual de un
sacramental que ha sido bendecido.
En consecuencia, los católicos tienen
instrucciones de deshacerse de los viejos sacramentales de una manera que
muestre la debida reverencia.
Todos
los sacramentales pueden quemarse o enterrarse para deshacerse de ellos
adecuadamente. Este
tipo de disposición honra su propósito sagrado y los devuelve a la tierra de una
manera digna.
Si una persona no puede hacerlo,
se puede dejar el sacramental en la oficina de la parroquia y alguien del
personal puede encargarse de ello.
A menudo olvidamos que las
cosas físicas que vemos son solo una parte de un universo mucho más grande.
Existe un mundo espiritual a nuestro alrededor que no podemos ver, pero que
afecta constantemente nuestra vida diaria.
Al tratar a los sacramentales
con respeto, reconocemos esta verdad básica y honramos la bendición celestial
que un sacerdote o diácono puso sobre el objeto.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia