Con la
caída del régimen comunista, la vida de Víctor experimentó un cambio radical y,
sobre todo, volvió a encontrar la serenidad de la fe, la posibilidad de educar
a sus hijos a la vida cristiana sin temor
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Víctor
Pogrebnii, ahora como sacerdote
y antes
como militar en la URSS
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"Desde
niño pensé que el sacerdocio podría ser el objetivo de mi vida". Comienza
así la entrevista con Víctor Pogrebnii, de setenta y tres años y desde hace
siete sacerdote, pero con un pasado militar en la Unión Soviética, luego
esposo, padre y abuelo, hasta el día de su ordenación sacerdotal en Kiev
(Ucrania) el 7 de enero de 2012.
La historia del padre Víctor comienza en
el pueblo de Slobozia-Rascov, en el corazón del actual territorio separatista
de Transnistria, que todavía compite con la República de Moldavia, la cual,
después de la caída de la Unión Soviética, aún reclama a día de hoy su
jurisdicción.
Este sencillo
pueblo ha dado a luz a muchos sacerdotes católicos y a un obispo a lo largo de
los años, gracias a una comunidad católica viva y de la que el joven Victor
Pogrebnii también era miembro. Una comunidad que nunca a temido dar testimonio
de la fe, hasta el punto de construir una iglesia sin ninguna autorización, y
todo esto en los años setenta, es decir, en el corazón del régimen comunista.
La
elección militar, sin perder la fe
El deseo de Víctor de ser sacerdote se
rompe el día en que fue llamado a realizar el servicio militar en la marina
soviética, dejando Slobozia-Rascov. Fue una separación definitiva, porque
después de haber llevado a cabo el período de servicio militar y haber sido
reconocido por tener buenas cualidades, comenzó una carrera militar, hasta los
más altos grados como oficial, y después de haber asistido a la escuela militar
de Kaliningrado, y no el seminario, que era su verdadera aspiración. Lejos de
su pueblo natal y aún más lejos de su deseo de ser sacerdote, su vida dio un
giro radical.
Él mismo cuenta:
"No perdí la fe y mantuve todo lo que mis padres me enseñaron, pero a esas
alturas me había embarcado en una carrera militar, me estimaban y también me
daban responsabilidades. Mi vida había cambiado y también había conocido a una
buena chica, que se convirtió en mi esposa en 1970, así que al altar llegué,
pero para ser un buen esposo".
El
padre Víctor relata su fe, difícil de conciliar con el régimen comunista
siempre sospechoso y dentro de la rigurosa estructura militar. Él mismo cuenta:
“Fue un mal momento cuando estando de guardia en una instalación militar en el
polo norte mis superiores encontraron el texto del Evangelio”. Y también cuando
la policía me encontró ayudando en la construcción de la iglesia de
Slobozia-Rascov. Por este episodio, fui informado a los superiores y me
interrogaron. Cuando podía asistía a una iglesia católica que estaba frente a
las oficinas de la KGB, para entrar tuve que tener cuidado de no ser
descubierto. Era un católico clandestino, escondido y con miedo. También
intenté entender si entre mis compañeros había algún otro católico, pero era
imposible exponerse".
Una familia feliz
“Mi
vida ya estaba trazada – continúa el padre Víctor – y amaba a mi esposa, de
hecho, de nuestro vínculo nacieron dos hijos, y luego sus matrimonios, y más
tarde me convertí en abuelo gracias al regalo de tres nietos. Pero también tuve
la alegría de seguir el camino de mi hermano, que se convirtió en sacerdote”.
Finalmente libre para creer
Con
la caída del régimen comunista, la vida de Víctor experimentó un cambio radical
y, sobre todo, volvió a encontrar la serenidad de la fe, la posibilidad de
educar a sus hijos a la vida cristiana sin temor. Su vida fue la de un militar
y posteriormente, con el paso de los años, la de un pensionista, ahora
tranquilo con su familia y dedicado al cuidado de sus hijos y nietos. Pero en
2008 su esposa fallece y Victor, que se encontraba solo, comienza a repensar en
su vocación inicial, nunca abandonada, de ser sacerdote. De hecho, el Obispo de
Kiev lo recibió en el Seminario en el mismo año y cuatro años después, en 2012,
precisamente el 7 de enero, se presentó nuevamente ante el altar del Señor,
pero esta vez para recibir la unción sacerdotal, rodeado de familiares y de su
hermano menor, ya sacerdote desde hacía varios años.
"No
puedo explicar la emoción de ese momento - explica padre Víctor - y sobre todo
esta inmersión con la fe en mi pasado, a una edad temprana con la comunidad de
Slobozia-Rascov. Pero al mismo tiempo pensaba en mi esposa y en el hecho de que
ella estaba feliz, allí en el cielo, con esta nueva elección mía. Antes de
embarcar mi formación en el seminario, quise escuchar a mis hijos y entender
cómo ellos veían esta decisión mía.
Encontré
en ellos una comprensión maravillosa, que me hizo sentirme aún más convencido
de mi elección, que de ninguna manera anulaba mi pasado como esposo y padre,
sino que hacía posible una vocación que tenía que esperar sus tiempos y pasar
por el difícil juicio de un régimen sufrido".Después de la ordenación
sacerdotal, el Obispo de Kiev lo insertó en algunas parroquias, de manera que
volvió a ser padre, con una familia más amplia, y con la responsabilidad de
verlo día tras día dedicarse a las comunidades que se le confiaron, con la
juventud interior de un sacerdote feliz.
Perseguido
por un pasado que lo aleja de Ucrania
Pero
aún le esperaban tiempos nuevos y difíciles, de hecho, su pasado como militar
soviético y también como ciudadano ruso no le permitieron permanecer en Ucrania
cuando las relaciones de Rusia con este país se deterioraron hasta el conocido
conflicto. Entonces, el padre Víctor reunió sus pertenencias, abandonó la
diócesis de Kiev y se refugió en Crimea, que recientemente había regresado a
ser territorio ruso. El Obispo de Odessa, de quien dependía Crimea, lo insertó
en una parroquia en Sinferopoli, y así volvió a servir a otra comunidad, siempre
con el espíritu del buen padre.
El deseo de volver a su pueblo
A
principios de 2019, con setenta y tres años, pero con un espíritu juvenil, sus
pensamientos corrieron hacia la patria, la pequeña Slobozia-Rascov, y sintió la
necesidad, ahora con una cierta edad, de regresar. De hecho, se puso en
contacto con el Obispo de Chisinau, Mons. Anton Cosa, y le pidió que evaluara
la posibilidad de regresar a la tierra de su familia de origen.
"Me
conmovió la historia de este sacerdote – dice el Obispo Anton Cosa – y su deseo
de regresar al pueblo de Slobozia-Rascov, para encontrar su comunidad de
origen. Le invité a que viniera para conocerlo y hablar, vivir juntos durante
unos días, hacerle conocer el clero de mi diócesis. Descubrí a un hombre
ciertamente probado por su larga y dolorosa historia, pero feliz de entregarse
y dar testimonio de su experiencia como sacerdote. Lo vi llegar con pocas
cosas, con el espíritu esencial de los militares, pero con el corazón grande y
servicial del sacerdote y del padre".
La
amistad con el Obispo de Chişinău
Durante su estadía
inicial en Chişinău, Moldavia, el padre Victor quería ir a Slobozia-Rascov para
poner en orden el lugar donde están enterrados sus padres, como si quisiera
revivir una historia pasada y comenzar de nuevo desde la comunidad donde había
desarrollado el deseo de ser sacerdote, pero desde donde en realidad había
comenzado su peregrinación que con el tiempo le había pedido que viviera
diferentes experiencias, para luego regresar al origen de su fe y vocación.
Mirando algunas fotos que lo retratan
como militar y otras que lo ven celebrar la Eucaristía, el Padre Víctor admite
hoy con emoción que en la vida de fe uno debe dejarse sorprender por el buen
Dios, de hecho, él mismo dice: "todo podía pensar, menos de ser sacerdote.
Pero es verdad, Dios escucha la oración de los pobres. ¡Mi oración!".
"Ahora regreso al Obispo de Odessa,
a quien presentaré mi humilde solicitud de regresar a la tierra de mi familia,
y si el buen Dios quiere, recogeré – continúa – mis pocas cosas para
luego regresar a casa a Slobozia-Rascov, y como el viejo Simeón poder decir
“ahora, Señor, que tu siervo vaya en paz". Aquí sé que me espera el buen
Obispo Anton Cosa, a quien he entragado mi historia y él, con la sabiduría del
pastor, sabrá confiar a este sacerdote, a pesar de su edad, un rincón para seguir
siendo un buen padre".
Cesare
Lodeserto – Chişinău
Fuente: Vatican News