COMENTARIO A LA FIESTA DE SANTIAGO APÓSTOL DE NUESTRO OBISPO D. CÉSAR: “SANTIAGO Y LA FE EN ESPAÑA”

Desde Santiago de Compostela, san Juan Pablo II nos exhortó con estas memorables palabras que cobran quizás hoy mayor actualidad: «Yo, Sucesor de Pedro en la Sede de Roma… Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma"

El 25 de Julio celebraremos la solemnidad de Santiago apóstol, patrono de España. La tradición del traslado de sus restos a Compostela ha convertido este lugar en uno de los tres lugares más importantes de peregrinación: Jerusalén, Roma y Compostela.

Le veneramos con mucho fervor y gratitud por haber traído la fe a nuestra tierra, según una venerable tradición. Desde los inicios del cristianismo, España ha recibido la fe apostólica mediante la predicación de san Pablo y de Santiago, junto a otros varones apostólicos.

Sabemos que Santiago era hermano de Juan, el evangelista, y que ambos eran hijos de Zebedeo, pescador en el lago de Galilea. Jesús les llamó, y dejando a la barca y a su padre, le siguieron. Por su carácter impetuoso, Jesús les impuso el sobrenombre de «hijos del trueno». Como el resto de los apóstoles, pensaban que Jesús iba a ser un mesías político que daría de nuevo a Israel su autonomía y la liberación del yugo de Roma. 

Es muy conocida la escena en que Santiago y Juan, acompañados de su madre, piden a Jesús ocupar los puestos de su derecha e izquierda en el futuro reino. Jesús les hace una pregunta decisiva para probar su fidelidad a él: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Respondieron afirmativamente, aunque no sabemos si entendieron en un primer momento el alcance de la pregunta que indicaba el martirio de Cristo. Su disposición, no obstante, era generosa.

Ambos sufrieron el martirio. Santiago murió decapitado por Herodes Agripa, en el año 44. En el barrio armenio de Jerusalén, la iglesia conocida como la de los dos Santiagos evoca el lugar de su martirio y el del pariente del Señor. Juan, según la tradición, sufrió el martirio, aunque sobrevivió a los tormentos, de ahí que se le conociera como el que permanecería hasta que llegara el Señor.

Ambos hermanos, junto con Pedro, formaron parte del grupo conocido como los predilectos del Señor. Fueron testigos de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor y de la agonía de Cristo de Getsemaní. Vieron, pues, de cerca la gloria de Cristo y su terrible angustia ante la inminencia de su muerte. Es un testimonio muy valioso que nos confirma en la fe de la divinidad y humanidad de Cristo, como sucede con el testimonio del resto de los apóstoles, columnas de la fe.

España se honra con el patronazgo de Santiago, que nos ayuda a comprender la importancia de la fe en nuestro pueblo. Que nuestra historia de fe se remonte a la predicación apostólica es un gracia especial de Dios y una gran responsabilidad. La fe cristiana pertenece, valga la expresión, al ADN de nuestra identidad como pueblo, que lo ha configurado con los valores del evangélico constitutivos de Europa, gracias en parte al cruce de los caminos que iban a Santiago y que se convirtieron en una red preciosa para la transmisión de la fe.

Desde Santiago de Compostela, san Juan Pablo II nos exhortó vivamente el 9 de Noviembre de 1982 con estas memorables palabras que cobran quizás hoy mayor actualidad: «Yo, Sucesor de Pedro en la Sede de Roma… Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No te enorgullezcas por tus conquistas hasta olvidar sus posibles consecuencias negativas. No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo. Los demás continentes te miran y esperan también de ti la misma respuesta que Santiago dio a Cristo: “lo puedo”».


 + César Franco

Obispo de Segovia.

Fuente: Diócesis de Segovia