JESÚS MUERE EN LA CRUZ
II. Cristo crucificado: se
consuma la obra de nuestra Redención.
III. Jesús nos da a su Madre
como Madre nuestra. Los frutos de la Cruz. El buen ladrón.
“En aquel tiempo Jesús
salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un
huerto, y entraron allí Él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también
el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas
entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los
fariseos entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que
venía sobre Él, se adelantó y les dijo: -¿A quién buscáis? Le contestaron: -A
Jesús el Nazareno. Les dijo Jesús: -Yo soy.
Estaba también con ellos
Judas el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les
preguntó otra vez: -¿A quién buscáis? Ellos dijeron: -A Jesús el Nazareno.
Jesús contestó: -Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a
éstos.
Y así se cumplió lo que
había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón
Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote,
cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús
a Pedro: -Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo
voy a beber?
La patrulla, el tribuno
y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron
primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año, el que
había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el
pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era
conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote,
mientras Pedro se quedó fuera, a la puerta. Salió el otro discípulo, el
conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La
portera dijo entonces a Pedro: -¿No eres tú también de los discípulos de ese
hombre? Él dijo: -No lo soy.
Los criados y los
guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban.
También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote
interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
-Yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la
sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a
escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de
qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.
Apenas dijo esto, uno de
los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: -¿Así
contestas al sumo sacerdote? Jesús respondió: -Si he faltado al hablar, muestra
en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas? Entonces
Anás lo envió a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie,
calentándose, y le dijeron: -¿No eres tú también de sus discípulos? Él lo negó
diciendo: -No lo soy. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel
a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: -¿No te he visto yo con Él en el
huerto? Pedro volvió a negar, y en seguida cantó un gallo.
Llevaron a Jesús de casa
de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio para
no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera,
adonde estaban ellos y dijo: -¿Qué acusación presentáis contra este hombre? Le
contestaron: -Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos. Pilato les
dijo: -Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley. Los judíos le dijeron:
-No estamos autorizados para dar muerte a nadie. Y así se cumplió lo que había
dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en
el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: -¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le
contestó: -¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? Pilato
replicó: -¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado
a mí; ¿qué has hecho? Jesús le contestó: -Mi reino no es de este mundo. Si mi
reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en
manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilato le dijo: -Conque, ¿tú
eres rey? Jesús le contestó: -Tú lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y
para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de
la verdad, escucha mi voz. Pilato le dijo: -Y, ¿qué es la verdad? Dicho esto,
salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: -Yo no encuentro en Él
ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en
libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? Volvieron a gritar: -A
ése no, a Barrabás.
Entonces Pilato tomó a
Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la
pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y,
acercándose a Él, le decían: -¡Salve, rey de los judíos! Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo: -Mirad, os lo saco afuera, para que
sepáis que no encuentro en Él ninguna culpa. Y salió Jesús afuera, llevando la
corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: -Aquí lo tenéis.
Cuando lo vieron los sacerdotes y los guardias gritaron: -¡Crucifícalo,
crucifícalo! Pilato les dijo: -Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no
encuentro culpa en Él. Los judíos le contestaron: -Nosotros tenemos una ley, y
según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios. Cuando
Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el
Pretorio, dijo a Jesús: -¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Y
Pilato le dijo: -¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para
soltarte y autoridad para crucificarte? Jesús le contestó: -No tendrías ninguna
autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha
entregado a ti tiene un pecado mayor. Desde este momento Pilato trataba de
soltarlo, pero los judíos gritaban: -Si sueltas a ése, no eres amigo del César.
Todo el que se declara rey está contra el César. Pilato entonces, al oír estas
palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal en el sitio que llaman
«El Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua,
hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: -Aquí tenéis a vuestro Rey.
Ellos gritaron: -¡Fuera, fuera; crucifícalo! Pilato les dijo: -¿A vuestro rey
voy a crucificar? Contestaron los sumos sacerdotes: -No tenemos más rey que al
César. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Tomaron a Jesús, y Él,
cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se
dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con Él a otros dos, uno a cada lado, y
en medio Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él
estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. Leyeron el letrero
muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba
escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos
le dijeron a Pilato: -No escribas «El rey de los judíos», sino «Este ha dicho:
Soy rey de los judíos. Pilato les contestó: -Lo escrito, escrito está.
Los soldados, cuando
crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada
soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una
pieza de arriba abajo. Y se dijeron: -No la rasguemos, sino echemos a suertes a
ver a quién le toca. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y
echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús
estaban su madre, la hermana de su madre María la de Cleofás, y María la
Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo
a su madre: -Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: -Ahí tienes
a tu madre.Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo
Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura
dijo: -Tengo sed. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una
esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca.
Jesús, cuando tomó el vinagre dijo: -Está cumplido. E, inclinando la cabeza,
entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación,
para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado
era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los
quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al
otro que habían crucificado con Él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había
muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza
le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da
testimonio y su testimonio es verdadero y él sabe que dice verdad, para que
también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No
le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que
atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino
de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el
cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien
libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron
todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un
huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo
donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de
la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús” (Juan
18,1-19,42).
I. Jesús es clavado en la
Cruz. Toda Su vida está dirigida a este momento supremo. Ahora apenas logra
llegar, jadeante y exhausto, a la cima de aquel pequeño altozano llamado “lugar
de la calavera”. Enseguida lo tienden sobre el suelo y comienzan a clavarle en
el madero. Introducen los hierros primero en las manos, con desgarro de nervios
y carne. Luego es izado hasta quedar erguido sobre el palo vertical que está
fijo en el suelo. A continuación le clavan los pies. María su Madre, contempla
toda la escena. La cruz, que hasta Él había sido un instrumento infame y
deshonroso, se convertía en árbol de vida y escalera de gloria. Jesús está
elevado en la Cruz. No hay reproches en los ojos de Jesús, sólo piedad y
compasión. ¿Porqué tanto padecimiento?, se pregunta San Agustín. Y responde:
“Todo lo que padeció es el precio de nuestro rescate” (Comentario sobre el
Salmo 21).
II. La crucifixión era la
ejecución más cruel y afrentosa que conoció la antigüedad. Un ciudadano romano
no podía ser crucificado. La muerte sobrevenía después de una larga agonía.
Muchos son los que se niegan a aceptar a un Dios hecho hombre que muere en un
madero para salvarnos: el drama de la cruz sigue siendo motivo de escándalo
para los judíos y locura para los gentiles (1 Corintios 1, 23). La unión íntima
de cada cristiano con su Señor necesita de ese conocimiento completo de su
vida, también de este capítulo de la Cruz. Aquí se consuma nuestra Redención,
aquí encuentra sentido el dolor del mundo, aquí conocemos un poco la malicia
del pecado y el amor de Dios por cada hombre. No quedemos indiferentes ante un
Crucifijo. “Es muy posible que en alguna ocasión, a solas con un crucifijo, se
te vengan las lágrimas a los ojos. No te domines... Pero procura que ese llanto
acabe en un propósito” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Vía crucis)
III. Los frutos de la Cruz
no se hicieron esperar. Uno de los ladrones, después de reconocer sus pecados,
se dirige a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Para
convertirse en discípulo de Cristo no ha necesitado de ningún milagro; le ha
bastado contemplar de cerca el sufrimiento del Señor. La eficacia de la Pasión
no tiene fin. Cada uno de nosotros puede decir en verdad: el Hijo de Dios me
amó y se entregó por mí (Gálatas 2, 20). Muy cerca de Jesús está su Madre, y
con Ella, Juan, el más joven de los Apóstoles. Y en la persona de Juan nos da a
su Madre como Madre nuestra. (Juan 19, 26-27). Pidámosle a Santa María: “Haz
que me enamore su Cruz y que en ella viva y more” (Himno Stabat Mater).
Textos basados en ideas
de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org