El Papa ya había lanzado dos llamados a favor de
Vicente en 2018, pero hasta lo último quiso expresar su cercanía también a los
padres del hombre al que se dejó morir de hambre y sed
El Papa Francisco expresó por teléfono su cercanía a
la madre de Vincent Lambert, Viviane, antes de la muerte de su hijo, acaecida
el pasado 11 de julio. Así lo confirmó, al ser preguntado por Vatican News,
Alessandro Gisotti, Director “ad interim” de la Oficina de Prensa del Vaticano.
Francisco prestó gran atención a la dramática
vicisitud de Vincent, enfermero francés de 42 años, en estado vegetativo o de
conciencia mínima tras un accidente de tráfico en 2008. El pasado 2 de julio,
los médicos del hospital francés de Reims, donde fue hospitalizado,
interrumpieron su alimentación e hidratación, considerando que la continuación
del tratamiento era una obstinación irrazonable; sin embargo, no se trataba de
un hombre en fin de vida, su corazón latía espontáneamente y respiraba de forma
autónoma.
No es una
civilización si elimina a las personas no consideradas dignas de vivir
De este modo, a Vincent se le procuró la muerte por
hambre y sed. Pocas horas después de su fallecimiento, el Papa quiso dar a
conocer al mundo con un tweet su oración e hizo un llamamiento:
Que Dios Padre acoja a Vincent Lambert en sus brazos.
No construyamos una civilización que elimine a las personas cuyas vidas
consideramos que no son dignas de ser vividas: toda vida tiene valor, siempre.
En un tweet del día anterior, el 10 de
julio, Francisco no mencionaba expresamente a Lambert, pero se refería
claramente a él, teniendo muy presente los tantos casos similares al suyo:
Recemos
por los enfermos que están abandonados y los que se deja morir. Una sociedad es
humana si tutela la vita, toda vida, desde el inicio hasta su término natural,
sin elegir al que es digno o no de vivir. Que los médicos sirvan la vida, que
no la quiten.
Dios es el único dueño
de la vida
En cambio lo había citado públicamente dos
veces, un hecho bastante raro en los llamamientos pontificios: los días 15 y 18
de abril de 2018, acercando su nombre al del pequeño Alfie. Había invitado a
orar “para que cada enfermo sea siempre respetado en su dignidad y atendido de
manera adecuada a su condición, con la contribución concertada de los
familiares, los médicos y los demás agentes sanitarios, con gran respeto por la
vida”. Y había reiterado con fuerza “que el único dueño de la vida, desde su
inicio y hasta su fin natural, es Dios” y que “nuestro deber es hacer todo lo
posible para custodiar la vida”.
Amar la vida es cuidar del otro
Francisco, como sus predecesores, defiende
la vida – y toda vida – en una sociedad que corre el riesgo de crear cada vez
más “descartes humanos”: niños, ancianos, enfermos y pobres. El discurso que
dirigió a los participantes en un encuentro organizado por la Asociación
Ciencia y Vida el 30 de mayo de 2015 sigue siendo memorable y ejemplar:
El
nivel de progreso de una civilización se mide precisamente por la capacidad de
custodiar la vida, sobre todo en sus fases más frágiles, más que por la
difusión de instrumentos tecnológicos. Cuando hablamos del hombre, nunca
olvidemos todos los atentados a la sacralidad de la vida humana. La plaga del
aborto es un atentado a la vida. Es atentado a la vida dejar morir a nuestros
hermanos en las pateras en el canal de Sicilia. Es atentado a la vida la muerte
en el trabajo por no respetar las mínimas condiciones de seguridad. Es atentado
a la vida la muerte por desnutrición. Es atentado a la vida el terrorismo, la
guerra, la violencia; pero también la eutanasia. Amar la vida es ocuparse
siempre del otro, querer su bien, cultivar y respetar su dignidad trascendente.
Sergio
Centofanti – Ciudad del Vaticano
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