El
pueblo de Dios ama la alabanza, no vive de quejas; está hecho para las
bendiciones, no para las lamentaciones
En
la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo el Santo Padre Francisco
preside la Misa en la explanada de la Parroquia de Santa María Consoladora en
el barrio Romano de Casal Bertone, y después guía la procesión por las calles
de la zona. La Eucaristía nos lleva a entregarnos a los demás y es antídoto
contra la indiferencia, afirma el Papa
Decir
y dar: parte de estos dos verbos sencillos la homilía del Papa Francisco en la
misa celebrada en la solemnidad del Corpus Christi, que el Pontífice ha querido
celebrar en el barrio romano de Casal Bertone.
Decir y bendecir: la palabra se trasforma en don
En su homilía, el Santo Padre se refiere a
la primera lectura, recordando el episodio de la bendición de Melquisedec a
Abrán. El “decir “de Melquisedec – precisa - es “bendecir”. Francisco
explica que “todo comienza desde la bendición: las palabras de bien engendran
una historia de bien”. Y se remite seguidamente al Evangelio hodierno, a la
multiplicación de los panes y los peces, recordando que Jesús también
“pronunció la
bendición sobre ellos” antes de darlos a sus discípulos. “Y esta
bendición hace brotar una cascada de bien”.
Bendiciendo,
explica el Papa, la palabra se transforma en don porque cuando se bendice “no
se hace algo para sí mismo, sino para los demás”, “con amor”. Francisco afirma
que tantas veces hemos sido bendecidos, a veces cono palabras que hemos
escuchado palabras que nos han hecho bien. “Nos hemos convertido en bendecidos
el día del Bautismo, y al final de cada misa somos bendecidos”.
“La Eucaristía es una escuela de bendición. Dios dice bien de
nosotros, sus hijos amados, y así nos anima a seguir adelante.”
Sacerdotes no tengan miedo de bendecir
El Obispo de Roma se dirige después a los
pastores y tras indicarles que es importante “acordarse” de bendecir, los
alienta a “no tener miedo de bendecir”:
Queridos sacerdotes, no tengáis miedo de
bendecir, de bendecir al pueblo de Dios, vayan adelante con la bendición. El
Señor desea decir bien de su pueblo, está feliz de que sintamos su afecto por
nosotros. Y solo en cuanto bendecidos podremos bendecir a los demás con la
misma unción de amor.
Francisco
constata cuanto es triste ver con qué facilidad hoy se maldice, se desprecia,
se insulta. De ahí su exhortación:
Nosotros,
que comemos el Pan que contiene en sí todo deleite, no nos dejemos contagiar
por la arrogancia, no dejemos que la amargura nos llene. El pueblo de Dios ama
la alabanza, no vive de quejas; está hecho para las bendiciones, no para las
lamentaciones. Ante la Eucaristía, ante Jesús convertido en Pan, ante este Pan
humilde que contiene todo el bien de la Iglesia, aprendamos a bendecir lo que
tenemos, a alabar a Dios, a bendecir y no a maldecir nuestro pasado, a regalar
palabras buenas a los demás.
Dar y compartir
El Papa Bergoglio vuelve a la primera
lectura para explicar el significado de la segunda palabra: dar. Y para ello
pone como ejemplo a Abraham que, bendecido por Melquisedec, «le dio el diezmo
de todo». Y retoma una vez más el Evangelio del día para recordar que también
Jesús “después de recitar la bendición, dio el pan para ser
distribuido, revelando así el significado más hermoso: el pan no es solo un
producto de consumo, sino también un modo de compartir”. La narración de la
multiplicación de los panes “nunca se habla de multiplicar” sino de
“compartir”, evidencia el Pontífice.
El verbo de Jesús no es tener sino dar
Francisco nota que en el mundo se busca
siempre aumentar las ganancias y se pregunta ¿cuál es el propósito? ¿Es dar o
tener? ¿Compartir o acumular?
“La “economía” del Evangelio multiplica compartiendo, nutre
distribuyendo, no satisface la voracidad de unos pocos, sino que da vida al
mundo.”
Eucaristía antídoto contra la indiferencia
Recordando
la petición de Jesús a los discípulos: "Dadles vosotros de
comer" el Obispo de Roma explica que lo que Jesús quiere decirnos es que
lo que tenemos da fruto si lo damos y no importa si es poco o mucho.
El
Señor hace cosas grandes con nuestra pequeñez, como hizo con los cinco panes.
No realiza milagros con acciones espectaculares, sino con gestos humildes,
partiendo con sus manos, dando, repartiendo, compartiendo. La omnipotencia de
Dios es humilde, hecha sólo de amor. Y el amor hace obras grandes con lo
pequeño. La Eucaristía nos los enseña: allí está Dios encerrado en un pedacito
de pan. Sencillo y esencial, Pan partido y compartido, la Eucaristía que
recibimos nos transmite la mentalidad de Dios. Y nos lleva a entregarnos a los
demás. Es antídoto contra el “lo siento, pero no me concierne”, contra el “no
tengo tiempo, no puedo, no es asunto mío.
Arriesgar lo poco que
se tiene
En la conclusión el Papa llama a cada uno a
arriesgar lo poco que tiene “que es mucho a los ojos de Jesús”, con la
conciencia de que no estamos solos sino que contamos con “la Eucaristía, el Pan
del camino, el Pan de Jesús".
En
nuestra ciudad, hambrienta de amor y atención, que sufre la degradación y el
abandono, frente a tantas personas ancianas y solas, familias en dificultad,
jóvenes que luchan con dificultad para ganarse el pan y alimentar sus sueños,
el Señor te dice: “Tú mismo, dales de comer”. Y tú puedes responder: “Tengo
poco, no soy capaz”. No es verdad, lo poco que tienes es mucho a los ojos
de Jesús si no lo guardas para ti mismo, si lo arriesgas. El Señor viene a
nuestras calles para decir-bien de nosotros y para darnos ánimo. También nos
pide que seamos don y bendición.
María Cecilia Mutual - Ciudad del Vaticano
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