Pura
apariencia
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Salí
de mi celda como si me fuese de excursión. Entre equilibrios llevaba la toalla,
unos calcetines limpios, las deportivas... y, en una bolsa de tela, el secador.
Y
es que, cuando bañamos a Jubi, una nunca sabe lo que va a pasar. Puede ser que
decida colaborar, pero también puede estar en “formato comunitario”; es decir,
la metemos en el agua a ella... pero nos bañamos todos.
De
pronto recordé que no me traía una camiseta de repuesto. Por no andar subiendo
todo el “equipaje”, busqué un sitio donde dejarlo. Al lado de las escaleras que
bajan al lavadero había un cubo vacío.
“¡Perfecto!”,
pensé, “lo dejo ahí y luego bajo el cubo con todo”.
Así
lo hice, pero, al volver... el cubo estaba vacío. Justo entonces me encontré
con la hermana encargada del lavado esa semana.
-¡Hola,
Sión! -me saludó alegremente- He visto que has dejado ropa aquí... Ya la tengo
camino de la lavadora.
Al
instante visualicé el secador dando vueltas en la lavadora. Imagina la
velocidad a la que bajé las escaleras... ¡El rescate llegó a tiempo!
Claro,
con la bolsa de tela, parecía una prenda más... ¿quién podía adivinar que esa
“prenda” del montón tenía un interior electrónico?
De
pronto, en la oración, me di cuenta que ¡estas son las terribles consecuencias
de las apariencias!
Muchas
veces las situaciones nos hacen aparentar lo que no somos: queremos demostrar a
los de alrededor que somos fuertes, o queremos trasmitir seguridad... Y, por
mantener esas apariencias, podemos acabar haciendo cosas que, en realidad no
querríamos. Aparentamos ser una bolsa de tela, capaz de resistir el agua, ¡pero
en nuestro interior somos un secador!
Es
curioso. La Palabra dice: “Los hombres ven las apariencias, pero el Señor ve el
corazón” (1 Sam 16, 7).
¡Con
Cristo no hay apariencias! Él conoce lo que te hace sufrir, ve las lágrimas que
nadie más descubre... y conoce el potencial que ha puesto en ti.
En
efecto, muchas veces queremos aparentar ser “como los demás”, tener los mismos
dones que otros, ¡ser una prenda de ropa más! Sin embargo, ¡Cristo te ha hecho
diferente, te ha hecho secador! Tal vez tú no resistas el agua, ¡pero das
calor!
Hoy
el reto del amor es amar tu debilidad. Sí, querido secador, hoy no trates de
aparentar que puedes resistir el agua, ¡hoy no te escondas tras una bolsa de
tela! Te invito a que hoy te pongas en manos de Cristo, ¡pídele experimentar
que Él te ama como eres, tiene una misión para ti! Y, ante esa tarea que te
resulta complicada, pide ayuda. Disfruta de los dones de los demás, ¡y ofrece
los tuyos! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma