Dos
grandes Biblias que ejemplifican la difusión del saber más allá de lo religioso
y se pueden ver sin costo de entrada
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Adriana Bello-ALETEIA |
Si
vas a la capital de los Estados Unidos, Washington D.C, una parada obligatoria
es, sin duda, la biblioteca del Congreso. Una espectacular estructura que fue
establecida en 1800 y actualmente es considerada la biblioteca más grande del
mundo por los más de 160 millones de ejemplares que alberga.
Pero
no es sólo la cantidad, sino el tipo de libros que allí se encuentran. Uno de
los más resaltantes es una de las tres únicas copias que quedan completas de la
Biblia impresa por Johannes Gutenberg en vitela (un pergamino fino de piel de
animal) y que cualquier visitante la puede apreciar de cerquita y de forma
gratuita.
La
trascendencia de estas Santas Escrituras va más allá de lo religioso, es una
obra maestra de la cultura mundial. La Biblia de Gutenberg (una edición de la
Vulgata, es decir, una traducción al latín que hizo San Jerónimo a finales del
siglo IV) fue el primer gran libro impreso en la Europa Occidental a partir de
tipos móviles de metal.
No
se sabe la fecha exacta (se dice que fue alrededor de 1450), cuántos ejemplares
fueron ni tampoco fue la primera “imprenta” del mundo como se dijo por mucho
tiempo (en Asia ya se estaba trabajando en ello), pero sí fue la herramienta
que transformó la difusión del saber en Europa y Occidente en general,
permitiendo luego que más personas tuvieran acceso (y derecho a propiedad) a
libros de todo tipo, contribuyendo así a la emancipación de la mente humana.
Antiguamente,
los monjes eran quienes se encargaban de hacer copias a mano de los escritos,
así que aunque la Biblia de Gutenberg tardó años en ejecutarse, se sabe que se
hicieron más de 150 ejemplares que, quizá hoy nos parece poco, pero para la
época era un gran logro.
Y
es que otra cosa muy importante que se debe acotar es que Gutenberg no sólo
imprimió la Biblia en vitela (que era el material más recurrente en esa época
pero era muy costoso y poco práctico a menos que se quisieran asesinar a todas
las ovejas del mundo), sino también en papel (coincidió la llegada de este
material a Alemania), facilitando aún más la reproducción de textos.
Además
del factor histórico y cultural, también hay un gran valor estético en su obra.
No se pensaba que un libro impreso sería tan bello como uno artesanal. ¿Qué
hizo Gutenberg? Dejó un hueco en las planchas de impresión para las iniciales,
que fueron hechas y ornamentadas a mano con color, al igual que otros detalles,
así que cada ejemplar era único.
La
copia que está en la biblioteca del Congreso de Washington D.C estuvo en manos
de la orden benedictina por casi cinco siglos en sus monasterios en Austria;
pero fue comprada por el Dr. Otto Vollbehr en un acto del Congreso en 1930.
Las
otras dos copias completas en vitela que existen en el mundo se encuentran, una
en la Biblioteca Nacional de Francia y otra en la de Inglaterra.
Sólo
uno de los tres volúmenes de esta Biblia se encuentra en el salón principal en
exhibición permanente (los van rotando cada seis meses). La entrada es gratuita
y se puede apreciar perfectamente (a menos de un metro) en una vitrina de
acrílico que tiene una iluminación y temperatura especial para conservarla. La
tienen abierta para que se puedan apreciar aunque sea dos páginas de ella y ver
sus famosas dos columnas de 42 líneas cada una y los ornamentos hechos a mano.
Por
si fuera poco, a menos de 5 pasos de la Biblia de Gutenberg también se
encuentra una Biblia Gigante de Mainz (o Maguncia), una de las últimas Sagradas
Escrituras de gran formato escrita totalmente a mano que se conservan de
Europa. Se desconoce su autor, pero sí se sabe la fecha en que comenzó a
escribirla porque lo dejó plasmado: 4 de abril de 1452. Originalmente, esta
Biblia estuvo en la catedral de Maguncia (casualmente, misma ciudad alemana
donde Gutenberg imprimió su versión) por décadas, pero luego fue extraída por
un rey sueco como premio de guerra y éste a su vez se la regaló a un duque que,
al morir, la heredó a sus familiares por generaciones hasta que finalmente
Lessing J. Rosenwald la compró y se la obsequió a la biblioteca del Congreso el
4 de abril de 1952 (justo 500 años después de la fecha que se empezó a
escribir).
Su
ubicación no es casualidad, se colocaron prácticamente una frente a la otra de
forma adrede para mostrar las dos grandes caras de la compilación del saber: la
artesanal y la impresa, ambas igualmente importantes, cada una en su tiempo.
Quizá luego vendrá una digital.
Y
si quieren saber más sobre la Biblia, en la capital estadounidense también hay
un museo de 8 pisos dedicado exclusivamente a las Santas Escrituras (con salas
y exhibiciones tanto para adultos como para niños) que no está tan lejos de
esta interesante y bella biblioteca.
Adriana
Bello
Fuente:
Aleteia