Día 16: Este hombre está
chiflado
Dominio público |
- ¡Madre mía! Yo he hecho tantas veces lo que tú me has pedido... ¿Consentirás en hacer hoy lo que yo te voy a pedir?
Con la sensación de que la Virgen se ha puesto en sus manos, don Bosco penetra
en el palacio de un enfermo que tenía bastante dinero pero que también era
bastante tacaño. Este enfermo, que hace tres años vive crucificado por los
dolores y no podía siquiera moverse de la cama, al ver a don Bosco le dijo:
- Si yo pudiera sentirme aliviado, haría algo por usted.
- Muchas gracias; su deseo llega en el momento oportuno; necesito precisamente
ahora tres mil liras.
- Está bien; obténgame siquiera un alivio, y a fin de año se las daré.
- Es que yo las necesito ahora mismo.
El enfermo cambia con mucho dolor de postura, y mirando fijamente a don Bosco,
le dice:
- ¿Ahora? Tendría que salir, ir yo mismo al Banco Nacional, negociar unas
cédulas... ¡Ya ve!, es imposible.
No, señor, es muy posible -replica Don Bosco mirando su reloj-. Son las dos de
la tarde... Levántese, vístase y vamos allá dando gracias a María Auxiliadora.
-¡Este hombre está chiflado! Protesta el viejo entre las cobijas. -Hace tres
años que no me muevo en la cama sin dar gritos de dolor, ¿y usted dice que me
levante? ¡Imposible!
- Imposible para usted, pero no para Dios... ¡Ánimo! Haga la prueba...
Al rumor de las voces han acudido varios parientes, la habitación está llena.
Todos piensan de don Bosco lo mismo que el enfermo: que está chiflado.
Traigan la ropa del señor, que va a vestirse -dice Don Bosco-, y hagan preparar
el coche, porque va a salir. Entretanto, nosotros, recemos. Llega el médico.
- ¿Qué imprudencia está por cometer, señor mío?
Pero ya el enfermo no escuchaba más que a don Bosco; se arroja de la cama y
empieza a vestirse solo, y solo, ante los ojos maravillados de sus parientes,
sale de la habitación y baja las escaleras y sube al coche. Detrás de él, don
Bosco.
- ¡Cochero, al Banco Nacional! Ya la gente no se acuerda de él: llevaba tres
años sin salir a la calle. Vende sus cédulas y entrega a don Bosco sus tres mil
liras.
Quien confía en Ti, Madre, jamás se queda a dos velas. Pero no estoy seguro de
poderte decir lo que te dijo don Bosco: Madre mía, yo he hecho tantas veces lo
que Tú me has pedido. Sí, a partir de ahora, sí que podré decírtelo. Pero
ayúdame: quiero, sinceramente, saber lo que me pides.
Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo
que has leído.
Después termina con la oración final.
Fuente: Web de Javier