“Nuestras obligaciones con
los migrantes se articulan en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover
e integrar”
De
ahí que un Estado que despierte sentimientos nacionalistas contra otras
naciones o grupos de personas “fracasaría en su misión”, tal como lo afirmó
Francisco al recibir a los participantes en la Asamblea Plenaria de la
Pontificia Academia de Ciencias Sociales
Al
dar su bienvenida este mediodía, en la Sala Clementina del Palacio
Apostólico, a los participantes en la
Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, el
Papa Bergoglio agradeció a su Presidente, el Profesor Stefano Zamagni, sus
amables palabras y por haber aceptado presidir esta Academia. Y recordó
inmediatamente que también este año han elegido tratar un tema de actualidad
permanente:
"Desafortunadamente
– dijo el Santo Padre – tenemos ante nuestros ojos situaciones en las que
algunos Estados nacionales implementan sus relaciones en un espíritu más de
contraposición que de cooperación” Y añadió que, además, se constata que las
fronteras de los Estados no siempre coinciden con demarcaciones de poblaciones
homogéneas y que muchas tensiones se deben a una excesiva reivindicación de
soberanía por parte de los Estados, a menudo precisamente en ámbitos en los que
ya no son capaces de actuar eficazmente para proteger el bien común.
Desafíos de carácter
global para la humanidad
Además,
el Pontífice destacó que tanto en su Encíclica Laudato si’ como
en su Discurso a los Miembros del
Cuerpo Diplomático de este año, él mismo ha llamado la atención
sobre los desafíos de carácter global a los que se enfrenta la humanidad, tales
como el desarrollo integral, la paz, el cuidado de la casa común, el cambio
climático, la pobreza, las guerras, las migraciones, la trata de personas, el
tráfico de órganos, la protección del bien común y las nuevas formas de
esclavitud.
Después
de citar a Santo Tomás con su noción de lo que es un pueblo, el Obispo de Roma
afirmó que “la Iglesia siempre ha exhortado al amor de su propio pueblo, de la
patria, a respetar el tesoro de las diversas expresiones culturales, de las
costumbres y hábitos y de los modos justos de vivir enraizados en los pueblos.
El nacionalismo
conflictivo levanta muros
Y
destacó que la Iglesia ha advertido siempre a las personas, a los pueblos y a
los gobiernos acerca de las desviaciones de este apego cuando se dirige a la
exclusión y al odio de los demás, cuando se convierte en un nacionalismo
conflictivo que levanta muros, es más, incluso en racismo o antisemitismo”.
Por
esta razón Francisco no dudó en recordar que “la Iglesia observa con
preocupación el resurgimiento, en casi todas partes del mundo, de corrientes
agresivas hacia los extranjeros, especialmente los inmigrantes, así como ese
nacionalismo creciente que descuida el bien común".
Sí,
porque como dijo el Papa, “esto podría comprometer las formas ya consolidadas
de cooperación internacional”, haciendo que se corra el riesgo de “socavar los
objetivos de las Organizaciones internacionales como espacio de diálogo y de
encuentro para todos los países en un nivel de respeto mutuo, y obstaculizar el
logro de los Objetivos de desarrollo sostenible aprobados unánimemente por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015”.
El Estado está al servicio
de las personas
También
reafirmó que es doctrina común que el Estado está al servicio de la persona y
de los grupos naturales de personas como la familia, el grupo cultural, la
nación como expresión de la voluntad y de las costumbres profundas de un
pueblo, el bien común y la paz. Y dijo que sin embargo, “con demasiada
frecuencia los Estados están subordinados a los intereses de un grupo
dominante, sobre todo por razones de beneficio económico, que oprime, entre
otras, a las minorías étnicas, lingüísticas o religiosas que se encuentran en
su territorio”.
Y
desde esta perspectiva y a modo de ejemplo Francisco agregó que el modo con que
una nación acoge a los migrantes revela su visión de la dignidad humana y su
relación con la humanidad. En efecto – prosiguió diciendo el Papa – “toda
persona humana es miembro de la humanidad y tiene la misma dignidad”. Y “cuando
una persona o una familia se ve obligada a abandonar su propia tierra, debe ser
acogida con humanidad”.
Acoger, proteger, promover
e integrar
Por
eso recordó que muchas veces ha dicho que “nuestras obligaciones con los
migrantes se articulan en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e
integrar”. Sabiendo que “el migrante no es una amenaza para la cultura, las
costumbres y los valores de la nación que lo acoge”. Y que también él tiene el
deber de integrarse en la nación receptora. Precisando, sin embargo que
“integrarse no significa asimilar, sino compartir el tipo de vida de su nueva
patria, aunque siga siendo él mismo como persona, portador de su propia
historia biográfica”. De este modo – añadió Francisco – el migrante podrá
presentarse y ser reconocido como una oportunidad para enriquecer al pueblo lo
integra. De manera que “es tarea de la autoridad pública proteger a los
migrantes y regular los flujos migratorios con la virtud de la prudencia, así
como promover la acogida de manera que las poblaciones locales reciban
formación y se les aliente a participar conscientemente en el proceso de
integración de los migrantes que son acogidos”.
El
Papa Francisco les dijo además que la cuestión migratoria, que es un dato
permanente de la historia de la humanidad, anima la reflexión sobre la
naturaleza del Estado nacional, teniendo en cuenta que todas las naciones son
el resultado de la integración de sucesivas oleadas de personas o grupos de
migrantes y tienden a ser imágenes de la diversidad de la humanidad, estando
unidas por valores y recursos culturales comunes y sanas costumbres. De ahí
que, según el Pontífice, un Estado que despierte los sentimientos nacionalistas
de su propio pueblo contra otras naciones o grupos de personas “fracasaría en
su misión”, sabiendo, por la historia, “adónde conducen estas desviaciones”.
Tras
referirse al principio de subsidiariedad, el Papa manifestó que es de esperar
que, por ejemplo, no perdamos en Europa la conciencia de los beneficios de este
camino de acercamiento y armonía entre los pueblos emprendido después de la
Segunda Guerra Mundial. Y recordó que en América Latina, Simón Bolívar impulsó
a los líderes de su tiempo a forjar el sueño de una Patria Grande que sepa y
pueda acoger, respetar, abrazar y desarrollar la riqueza de cada pueblo. “Esta
visión cooperativa entre las naciones – dijo Francisco – puede hacer avanzar la
historia relanzando el multilateralismo, opuesto tanto a los nuevos impulsos
nacionalistas como a una política hegemónica”.
Entre
otros temas relacionados el Pontífice aludió a evitar la amenaza de recurrir a
los conflictos armados, al diseño de una globalización imaginada como esférica,
que nivela las diferencias y sofoca la localización, y a la implementación de
una globalización "polifacética", que apoye una sana lucha por el
reconocimiento mutuo entre la identidad colectiva de cada pueblo y nación y la
propia globalización, según el principio de que todo está por encima de las
partes, a fin de llegar a un estado general de paz y armonía.
Por
último el Papa los animó a perseverar en su búsqueda de procesos para superar
lo que divide a las naciones y a proponer nuevos caminos de cooperación,
especialmente con respecto a los nuevos desafíos del cambio climático y la
nueva esclavitud, así como el excelso bien social que es la paz. Llamándolos
queridos amigos, “como habitantes de nuestro tiempo, cristianos y académicos de
la Pontificia Academia de Ciencias Sociales”, el Santo Padre les pidió que
colaboren con él en la difusión de esta conciencia de renovada solidaridad
internacional en el respeto de la dignidad humana, el bien común, el respeto
del planeta y el bien supremo de la paz. Y tras bendecirlos de corazón les dijo
que los acompaña con su oración, a la vez que les pidió que también ellos no se
olviden de rezar por él.
María
Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
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