En la ceremonia de beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, el
público se fijó en una ancianita muy especial: conoció y trató a la beata
@DolorsMassot |
Sorprende que
en una ceremonia de beatificación, encuentres a gente que ha convivido con la
persona a quien la Iglesia eleva a los altares, gente que puede decir -lo mismo
que el Papa Francisco nos señala- que estuvo con un “santo de la puerta de al
lado”. Eso ocurrió en el Palacio de Vistalegre, en la beatificación de
Guadalupe Ortiz de Landázuri, química y del Opus Dei.
Entre los
11.000 asistentes, allá en la segunda fila se encontraba una señora mayor algo
curvada a la que nadie habría prestado más atención si no fuera por que vestía
un chaleco rojo parchís. Otras señoras también llevaban ese chaleco
y en él se veía un simpático bordado con un cactus, un sombrero
mexicano y la leyenda “Beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri”.
Pero ella, a
poco que uno se fijara, en la espalda tenía una fotografía impresa a tamaño
folio de la beata Guadalupe con dos amigas, jóvenes las tres y sonrientes. Una
foto de los años 50 en blanco y negro. Y, como escrito con rotulador a mano,
una flecha que señalaba: “ESTA SOY YO !!”. Eso despertó el interés de gente de
más de 60 países, sobre todo de jóvenes que le pedían una selfi.
Pero, ¿quién es
entonces esa mujer? Nada menos que Ana María del Carmen Ruiz, uno
de los testimonios vivos de cómo era Guadalupe. Ana María del Carmen tiene 88
años y relata que conoció a Guadalupe en Ciudad de México, donde se había
abierto una residencia de estudiantes.
“Guadalupe fue
una de las tres primeras mujeres que comenzó la labor apostólica del
Opus Dei en México. Llegó en 1950 y enseguida pusieron en marcha una residencia
de estudiantes universitarias en la capital, Ciudad de México
(entonces México D.F.).
¿Cómo la conoció?
“Yo buscaba
alojamiento en la capital y mi familia tuvo noticia de esa residencia, que se
llamaba Copenhague, como la calle donde estaba situada. Sin
embargo, parecía que en mi casa me habían preparado otros planes, así que
solamente íbamos a saludar a aquellas chicas de la Obra y decir que finalmente
yo no iría”.
Llegaron a la
residencia Copenhague y les atendió Guadalupe Ortiz de Landázuri. Se sentaron,
comenzaron a charlar, y la vivacidad, la alegría y la elegancia con que
Guadalupe les trató hicieron que el padre de Ana María del Carmen cambiara
radicalmente de parecer: “Mi hija se queda”, dijo.
“Guadalupe
tenía entonces poco más de 35 años pero sabía transmitir con encanto
ese espíritu de mujer cristiana llena de fe que resulta tan
atrayente”, dice.
Ana María del
Carmen tenía entonces 18 años. Tuvo oportunidad de conocer más a fondo el Opus
Dei y descubrió su vocación, la misma que Guadalupe. La foto donde aparece con
ella es una muestra del clima de confianza y alegría que se vivía entre las
personas de la Obra recién llegadas al país y las chicas mexicanas que se
interesaban por aquella forma laical de encarnar la vida cristiana.
La labor apostólica con mujeres mexicanas
En la
beatificación, otras cinco mujeres mexicanas que estuvieron presentes ayer
conocieron la Obra a través de Guadalupe y algunas habían convivido con ella en
los 6 años que estuvo en el país: Basi Bautista, Lucía Chaves, Boris
Ayala, Albert Sánchez y Menchu Oteiza. Era el equipo del chaleco rojo, que
fue despertando la curiosidad del público a lo largo de la jornada.
A la salida,
más peticiones de selfi y grupos que se acercan a Ana María del Carmen y le
cuentan que se encomiendan a Guadalupe. Esta anciana se lo toma con alegría,
pese al cansancio de un día en que ha tenido que andar mucho más de lo que le
recomienda el médico habitualmente. Sin embargo, le consuela “la suerte” de
celebrar que aquella mujer con quien compartía risas, amistad y trabajo, ahora
está “en el cielo intercediendo por nosotros. Y que es cierto
aquello que tantas veces me dijo: ‘Vale la pena’“.
Ya saliendo del
palacio de Vistalegre a pasitos cortos y con ayuda de una joven que le
acompaña, un grupo de nigerianas les piden foto de grupo. Se
nota que en los cuatro puntos cardinales de la tierra la Iglesia respira al
mismo compás y que, como dijo un asistente ayer, “la mejor red social
es la comunión de los santos”. Importante: teniendo en cuenta la vocación
universal de Guadalupe y que era química, la recaudación de fondos de la
beatificación, según se ha decidido en el Opus Dei, irá destinada a 200
becas para que estudiantes africanas puedan hacer carrera científica.
Pensando en los demás
Llega el
autocar y el equipo de México, con Ana María del Carmen y sus “chalecos rojos”,
se despiden. Un minuto antes, una de las mujeres de la Obra que recibió
formación de labios de Guadalupe Ortiz de Landázuri se me acerca y me deja en
la mano un bolsita de elaboración casera: “Es para que coma algo. Son
semillas de nuestra tierra: de girasol y de calabaza; cacahuates y arándanos“.
Le ha dado
tiempo a darse cuenta de que es muy tarde y yo no he almorzado todavía. Otra me
da una barrita de cereales. Así que yo, que soy la española, acabo recibiendo
atención, en pleno madrileño barrio de Carabanchel, de parte de unas señoras
que llevan 9.000 kilómetros y harán otros 9.000 para regresar a su país.
Antes otra me ha dado unas estampas de la Virgen de Guadalupe y
otra cuatro medallitas de la Virgen. No me extraña que con solo seis años de
estar en tierras mexicanas esta gente le robara el corazón a la ya beata. Si
llegamos a estar algo más de tiempo, me meten en el equipaje.
Ahora entiendo
muchas de sus frases.
Dolors
Massot
Fuente: Aleteia