Visto desde fuera y
superficialmente, pareciera ser que el vivir como cristianos implica manejar
una lista de preceptos y de “noes” ¿Es verdad esto?
Una de las principales razones que mencionan los que no quieren abrazar la fe y convertir su vida a Jesús es que el catolicismo es una religión de prohibiciones y reglas, que no se puede vivir libre y que todo aquello que es agradable y placentero es pecado; por lo tanto, una vida así, basada en el temor, no vale la pena.
Claramente,
visto desde fuera y superficialmente, pareciera ser que el vivir como
cristianos implica manejar una lista de preceptos y de “noes” que debemos
respetar sin mediación alguna. Dicen que “no se puede hacer esto ni aquello” o
también que “todo aquello que le da gracia a la vida lo vemos como pecado” y
así, sujetando con uñas y dientes su supuesta libertad, nos tachan de
retrógrados, poco evolucionados, conservadores y legalistas. Pero no es
así. El cristianismo es la religión
de la libertad. Ya dice san Pablo que Cristo nos liberó y no debemos
volver a caer en la esclavitud (cf Gálatas 5,1), por lo que, viviendo como
Jesús nos pide, no perdemos libertad, sino que la ganamos.
Siendo
así, queremos enumerar algunas
razones por las que seguir a Jesús es un camino de gozo, de libertad
plena, de completa realización de la vida; mas no de restricciones, leyes y
prohibiciones anacrónicas que Dios ha puesto como si fuera un policía cósmico
que nos ha tendido una trampa y busca vernos caer para condenarnos.
1. La lista de “síes” es
mucho más grande que la de “noes”
Es
humano concentrar la mirada en la mitad medio vacía del vaso; por lo tanto, al
momento de mirar el cristianismo, muchos se quedan con los “diez mandamientos”
como una ley dura e imposible de
cumplir; con el “tener que confesarse con un sacerdote”, por lo tanto
vivir asustados de no cometer pecados que luego habrá que confesar; y así una
enorme lista. Si de verdad nos pusiéramos a escribir la lista de cosas que
nuestra fe y moral nos invita a evitar, verdaderamente es una lista larga; pero
si al mismo tiempo, en una columna paralela, escribiéramos aquellas que sí
podemos hacer y con toda libertad, pues nos falta papel en el mundo para
escribir tantas cosas.
A
modo de ejemplo, estamos invitados a vivir evitando algunas sustancias que
provocan daño en nuestro cuerpo, como las drogas y el exceso de alcohol. Pero
al mismo tiempo estamos invitados a disfrutar
de la creación, de gozar de todo lo que Dios ha puesto sobre la faz de la
tierra para nosotros, para que nuestra vida sea bendecida. Pero no,
muchos se quedan con un pequeño “no a algo”, obviando completamente un “sí
rotundo” a todo lo demás.
Además,
valga decir que nos “invita a”, no nos “obliga a”; la decisión siempre es
nuestra.
2. La libertad para acoger
el llamado personal
En
este sentido, sacamos ventaja. Nadie te obliga a creer. No hay pistolas en tu
cabeza ni cuchillos en tu cuello. Tú puedes creer o no, y es completamente un
asunto tuyo. No obstante, nosotros sabemos que creer es mucho mejor que no
creer, no porque Dios sea un ególatra que quiere seguidores, sino porque hace
bien a nuestra alma recibir el abrazo amoroso de Dios.
No obstante, si no deseas
creer, no pasa nada. No
somos un club proselitista que desea aumentar el número de inscritos en sus
archivos. Nos interesa que los demás crean como un acto de amor. Por eso
es falso cuando se nos trata de que queremos imponer nuestras posturas, de que
somos intolerantes o cerrados de mente. ¡Por favor! ¿Habrá habido alguien más tolerante que Jesús en la historia de la
humanidad? Nosotros somos seguidores de aquel que los acoge a todos,
incluso a los que no creen, somos imitadores de aquel que ama a aquellos que lo
consideran su enemigo e incluso pide por el perdón de quienes le asesinaron.
3. Los mínimos que exige
el vivir la fe
Es
que realmente son mínimos. De hecho, en muchos países hasta se nos dan las
facilidades, teniendo los domingos libres y los feriados religiosos, que nos
ayudan a poder vivir y celebrar nuestra fe. Nadie te pide que lleves a los
altares todo lo que ganas en el mes, tampoco que te apartes del mundo para
vivir como ermitaño o que pases una vida de privaciones y sufrimientos.
Si
bien eso existe, es parte del llamado personal de cada uno; pero lo que la Iglesia pide de nosotros es que
sobre todo imitemos a Jesús y lo sigamos. Siendo así, ir a compartir
la mesa con él en la Eucaristía cae de cajón: debemos ir. Al mismo tiempo,
reconocer cuándo hemos metido las patas y pedir perdón, por eso la necesidad de
confesarnos; y obviamente, hacer todo lo posible por amar al prójimo y a Dios
evitando todo aquello que hace mal. El
mismo Jesús se queja y reclama contra los legalistas que imponen cargas pesadas
a los creyentes. Él nos pide que estemos a su lado, que celebremos la
fe; no como una obligación, sino libremente, como una expresión de nuestro amor
y fidelidad.
4. La ley moral natural es
nuestra columna vertebral
Cuando
defendemos temas como la familia, la sexualidad, la castidad y así, todos
aquellos temas denominados hoy en día como parte de la “agenda valórica” y
sobre cuya legislación se está discutiendo en muchos de nuestros países,
nosotros argumentamos todo desde la vereda de la “ley moral natural”, incluso
mucho más que desde la Palabra de Dios o del Magisterio de la Iglesia.
Es
que el diseño de Dios es perfecto, y
no es necesario ser creyente para mirar la creación y darse cuenta de que
funciona en perfecta armonía porque en ella está instaurada una ley natural.
Por eso los padres cuidan de sus hijos, no los asesinan; por eso macho y hembra
tienen hijos y forman familia; por eso vivimos en “manada” y nos es incómodo
estar solos; por eso cuidamos de los vulnerables, enfermos y desfavorecidos.
5. Los principios del
cristianismo como base para construir la sociedad
No
es extraño que, en muchas escuelas de Derecho, quienes estudian para ser
abogados deban pasar por asignaturas de derecho canónico u otras similares. Es
que la ley cristiana no aplica
únicamente para distinguir lo que es pecado de lo que no es. Es mucho más
que eso. Las indicaciones que nos dejó Jesús, y que en el Antiguo Testamento
también son descritas, nos ayudan a vivir como sociedad, nos permiten
establecer límites objetivos de lo que es correcto y de lo que no lo es. De
otra forma, ¿cómo podríamos decir que algo es legal o no? ¿Cuál es el punto de
referencia para indicar que alguien comete algo ilegal? Pues lo son las leyes.
Esas
mismas leyes que siempre han buscado el bien común, pretendiendo
beneficiar a la sociedad, y que hoy se ven amenazadas por nuevas leyes que
buscan el bien individual, la libertad personal. Claramente, parece una
libertad ganada en tener leyes a favor del aborto u otras situaciones; pero en
realidad es la sociedad la que se vuelve esclava de esas normas mezquinas y
pensadas solo para algunos.
6. La amarga experiencia
de los países libres
Seguro
que te has topado con publicaciones en redes sociales que hablan de ofertas
para migrar a países europeos: ofertas hechas para latinos, gente que desea
hacer familia allá, tener hijos, trabajar, producir. Lamentablemente, muchos de
los países que supuestamente nos “llevan la delantera” en estos asuntos de
leyes para las libertades individuales se ven hoy en día amargamente afectados
por esas mismas libertades ganadas.
Sus
tasas de natalidad están por los suelos, su población envejece, se hace costoso
mantener a los jubilados, al mismo tiempo sus jóvenes están inmersos en un
consumo excesivo de alcohol y drogas y sus sociedades, evolucionadas y libres.
Especialistas dicen que las causas son las escasas políticas familiares, la
casi inexistencia de matrimonios y el aborto. Hoy en día, muchos de estos
países benefician económicamente y premian a aquellos que deseen tener una vida
como la que tenemos nosotros, los habitantes de los países conservadores. ¿Será realmente un ejemplo digno de imitar?
7. No a la ley, sí al
amor… pero ojo…
Jesús
vino a actualizar la ley y lo que los profetas enseñaron al pueblo de Israel.
Cumplir por cumplir no basta, lo importante es amar. ¿No es acaso una
tremenda libertad amar sabiendo que quien me ama no me engañará, que me será
fiel, que será recíproco y que quiere lo mejor para mí? Ciertamente, amar así
es una forma libre de mentiras, de miedos y ataduras, situación completamente
opuesta al amor “libre” que siempre tiene la sensación de fracaso, de que
terminará luego, de que no puede proyectarse a largo plazo.
Una
forma de discernir qué hacer es la regla del amor. Antes de tomar una decisión pregúntate si con eso que has optado por
hacer: 1. Estás amando a Dios, 2. Estás amando al prójimo y 3. Te estás amando
a ti mismo. Si lo haces así, no hay margen de error y no importa que
no te sepas los mandamientos o desconozcas la doctrina de la Iglesia. Si amas
de esta forma, eres libre.
Por: Sebastián Campos
Fuente:
Catholic-link.com