Compararse
o imitar no ayudan mucho, muéstrate ante Él sencillamente como tú eres
La
comparación es a menudo la forma en la que juzgamos las cosas con respecto a
nosotros mismos o a los demás. Nos comparamos con los estándares, los
promedios, las normas sociales, los demás y, a veces, dolorosamente, con
nuestro pasado.
Esta
forma de ver la realidad nos puede traer muchos problemas en la vida interior.
Comparar nuestra oración con la de los demás, especialmente cuando se disfraza
como una forma de mejorar la relación con Dios, se convierte en una pendiente
particularmente resbaladiza.
Las redes
sociales se convierten en un obstáculo común que nos empujan a compararnos
con los demás. En ellas compartimos los mejores momentos, y esto también se
aplica a nuestra vida de oración.
Imágenes,
oraciones y publicaciones pueden ser una forma creativa de compartir tus partes
favoritas de la fe y, por supuesto, pueden alentar a otros al encuentro con
Jesús, pero no si miras lo que otros hacen con mejores ojos que lo que tú haces
y comienzas a sentir que es menos.
¿Se
trata solo de mí?
Puede
que tus amigos vayan a retiros, participen de momentos comunitarios de oración
o de distintas actividades espirituales. Puede suceder que te compares y
digas: ¿por qué no siento lo mismo que ellos?
Puede
que tus oraciones te parezcan ordinarias porque ves las cosas “increíbles” que
otros hacen. Pero porque parezca normal, no significa que lo que tú tienes sea
menos que suficiente. Un pequeño acto de amor puede significar una gran
oración, dependiendo del momento en el que te encuentres.
Dios
te conoce incluso mejor que tú, entonces, ¿por qué querría que fueses como
alguien más? Él encuentra la forma de que te acerques si es que te
dispones, Él te inspira las oraciones correctas que irán en consonancia
con tus luchas y tu camino.
Eres
el único que…
Algunas
personas oran con las manos abiertas y otras con las manos juntas. Algunos se
paran en la adoración, mientras que otros se arrodillan, o incluso se sientan.
A algunos les gusta cantar y a otros no. Todos tenemos una fisionomía
espiritual diferente, una forma de acercarnos a Dios acorde con nuestra
personalidad y nuestro estado de vida.
Es
como cuando te gusta la forma en que se arruga la nariz de tu amigo cuando
sonríe, cuando tienes una broma con él que solo los dos entienden o la forma
peculiar de mamá de expresar su amor…
Las
cosas únicas de estas personas no son ajenas a ti, o no son mejores o peores
que las características peculiares que tú tienes. Ese tipo de detalles son los
que te hacen sentir conectado con ellas. La mejor parte es que Dios siente lo
mismo por ti.
Él
también conoce la forma en la que tú le hablas y no espera que sea como la de
otra persona. Dios siempre quiere escuchar de ti, en la alegría y en el dolor,
y porque te conoce mejor que nadie, no puede dejarse engañar por la
imitación, solo quiere que le lleves tu corazón en oración.
Encontrar tu propio tesoro
Estamos
llamados a ser lo que Dios quiere de nosotros, y eso nos llevará a diferentes
viajes, nos hará responder a diferentes llamadas, a diferentes experiencias, y
sí, nos conducirá por búsquedas y encuentros que irán dejando huellas en el
corazón.
Cuando
nos encontramos en estos lugares y nos abrimos a recibir de Dios podríamos
darnos cuenta de dos cosas:
Podríamos
descubrir que no somos los únicos. Hay otros a nuestro alrededor que sienten
las mismas dudas y simplemente no están lo suficientemente seguros como para
decirlas en voz alta.
Así
mismo podríamos descubrir el valor inmenso de nuestro estilo de oración y
encontrar modos de conectar, cada vez más profundamente, con Dios. Eso es lo
que quiere, que vengas a Él como solo tú puedes, desde la esencia de lo
que eres y desde la forma como mejor puedes encontrarte con Él.
Tu Dios te conoce
Al
final del día encontramos consuelo cuando rezamos honestamente,
cuando no entendemos nada y lloramos o cuando gritamos desde los tejados lo
felices que nos sentimos.
Muchas
veces cuando estoy más cansada o cuando no puedo pensar y mi vida no tiene
sentido, curiosamente, es en esos momentos en los que vuelvo a hablar con
Dios como lo haría de forma natural, como lo hice en los mejores recuerdos que
tengo de mis encuentros con Él.
Sí,
hay lugares para la canción, para la oración vocal, para el rosario y para las
novenas; pero si conoces a una persona de oración verás que si te la
encuentras en cualquier momento, lo más probable es que no esté en medio
de “su espacio” de oración del día, pero podría estar en medio de una gran
conversación con Dios.
Tenemos
que desafiarnos a nosotros mismos pero hacerlo por el camino por el que Dios
nos conduce, no por el nuestro. Él te llama a una relación que se parecerá a la
de algunos, pero que nunca será exactamente igual a la de nadie más.
Lleva
tu corazón a cada conversación con Jesús, Él nunca lo herirá y si lo hace será
de amor. No te preocupes por lo que piensen los demás, hay una alegría que
viene con derribar cualquier fachada y ser uno mismo ante Dios, una que
nadie te podrá quitar.
Luisa Restrepo
Fuente:
Aleteia