CADA UNO TIENE SU FORMA DE CONECTAR CON DIOS, ¡VIVE LA TUYA!

Compararse o imitar no ayudan mucho, muéstrate ante Él sencillamente como tú eres

La comparación es a menudo la forma en la que juzgamos las cosas con respecto a nosotros mismos o a los demás. Nos comparamos con los estándares, los promedios, las normas sociales, los demás y, a veces, dolorosamente, con nuestro pasado.

Esta forma de ver la realidad nos puede traer muchos problemas en la vida interior. Comparar nuestra oración con la de los demás, especialmente cuando se disfraza como una forma de mejorar la relación con Dios, se convierte en una pendiente particularmente resbaladiza.

Las redes sociales se convierten en un obstáculo común que nos empujan a compararnos con los demás. En ellas compartimos los mejores momentos, y esto también se aplica a nuestra vida de oración.

Imágenes, oraciones y publicaciones pueden ser una forma creativa de compartir tus partes favoritas de la fe y, por supuesto, pueden alentar a otros al encuentro con Jesús, pero no si miras lo que otros hacen con mejores ojos que lo que tú haces y comienzas a sentir que es menos.

¿Se trata solo de mí?

Puede que tus amigos vayan a retiros, participen de momentos comunitarios de oración o de distintas actividades espirituales. Puede suceder que te compares y digas: ¿por qué no siento lo mismo que ellos?

Puede que tus oraciones te parezcan ordinarias porque ves las cosas “increíbles” que otros hacen. Pero porque parezca normal, no significa que lo que tú tienes sea menos que suficiente. Un pequeño acto de amor puede significar una gran oración, dependiendo del momento en el que te encuentres.

Dios te conoce incluso mejor que tú, entonces, ¿por qué querría que fueses como alguien más? Él encuentra la forma de que te acerques si es que te dispones, Él te inspira las oraciones correctas que irán en consonancia con tus luchas y tu camino.

Eres el único que…

Algunas personas oran con las manos abiertas y otras con las manos juntas. Algunos se paran en la adoración, mientras que otros se arrodillan, o incluso se sientan. A algunos les gusta cantar y a otros no. Todos tenemos una fisionomía espiritual diferente, una forma de acercarnos a Dios acorde con nuestra personalidad y nuestro estado de vida.

Es como cuando te gusta la forma en que se arruga la nariz de tu amigo cuando sonríe, cuando tienes una broma con él que solo los dos entienden o la forma peculiar de mamá de expresar su amor…

Las cosas únicas de estas personas no son ajenas a ti, o no son mejores o peores que las características peculiares que tú tienes. Ese tipo de detalles son los que te hacen sentir conectado con ellas. La mejor parte es que Dios siente lo mismo por ti.

Él también conoce la forma en la que tú le hablas y no espera que sea como la de otra persona. Dios siempre quiere escuchar de ti, en la alegría y en el dolor, y porque te conoce mejor que nadie, no puede dejarse engañar por la imitación, solo quiere que le lleves tu corazón en oración.

Encontrar tu propio tesoro

Estamos llamados a ser lo que Dios quiere de nosotros, y eso nos llevará a diferentes viajes, nos hará responder a diferentes llamadas, a diferentes experiencias, y sí, nos conducirá por búsquedas y encuentros que irán dejando huellas en el corazón.

Cuando nos encontramos en estos lugares y nos abrimos a recibir de Dios podríamos darnos cuenta de dos cosas:

Podríamos descubrir que no somos los únicos. Hay otros a nuestro alrededor que sienten las mismas dudas y simplemente no están lo suficientemente seguros como para decirlas en voz alta.

Así mismo podríamos descubrir el valor inmenso de nuestro estilo de oración y encontrar modos de conectar, cada vez más profundamente, con Dios. Eso es lo que quiere, que vengas a Él como solo tú puedes, desde la esencia de lo que eres y desde la forma como mejor puedes encontrarte con Él.

Tu Dios te conoce

Al final del día encontramos consuelo cuando rezamos honestamente, cuando no entendemos nada y lloramos o cuando gritamos desde los tejados lo felices que nos sentimos.

Muchas veces cuando estoy más cansada o cuando no puedo pensar y mi vida no tiene sentido, curiosamente, es en esos momentos en los que vuelvo a hablar con Dios como lo haría de forma natural, como lo hice en los mejores recuerdos que tengo de mis encuentros con Él.

Sí, hay lugares para la canción, para la oración vocal, para el rosario y para las novenas; pero si conoces a una persona de oración verás que si te la encuentras en cualquier momento, lo más probable es que no esté en medio de “su espacio” de oración del día, pero podría estar en medio de una gran conversación con Dios.

Tenemos que desafiarnos a nosotros mismos pero hacerlo por el camino por el que Dios nos conduce, no por el nuestro. Él te llama a una relación que se parecerá a la de algunos, pero que nunca será exactamente igual a la de nadie más.

Lleva tu corazón a cada conversación con Jesús, Él nunca lo herirá y si lo hace será de amor. No te preocupes por lo que piensen los demás, hay una alegría que viene con derribar cualquier fachada y ser uno mismo ante Dios, una que nadie te podrá quitar.

Luisa Restrepo

Fuente: Aleteia