Esas operaciones Esther las afrontó como “algo que formaba parte de la conversión, era como que sentía que tenía que hacer algo por Él, ya que Él había hecho tanto por mí”
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Imagen referencial / Foto: Pixabay (Dominio Público) |
Se cumplen 15 años de los
atentados del 11 de marzo de 2004, en Atocha (España) en el que murieron 193
personas y más de dos mil resultaron heridas. Esther Sáenz viajaba en el vagón
en el que estalló la bomba en la estación El Pozo, y aunque los médicos aseguraron
que le quedaban 24 horas de vida, lo superó y vivió una profunda conversión en
el Señor.
Esther Sáenz era farmacéutica, tenía dos niños y el 11 de marzo de
2004 viajaba en el tren de cercanías que le llevaba a Atocha, Madrid, donde
estallaron varias bombas en un atentado terrorista.
El vagón en el que viajaba Esther fue en el que mayor personas
fallecieron, tan sólo ella y otra persona sobrevivieron.
“Todo era un sinsentido. Lloré con mucha desesperación. Hasta que
una voz por dentro me dijo, ‘no tengas miedo’. Entonces yo, enfadada pensaba,
¿no decías que ibas a estar siempre conmigo?, ¿por qué has permitido esto?
Entonces comprendí que no podía reprocharle nada a Dios, porque Él no lo había
hecho conmigo. Nunca antes había dedicado ni un segundo de tiempo a ver las
ofensas que yo le había hecho a Él. Me encontré con la mirada de Cristo”,
declaró Sáenz en un encuentro en la Universidad de Navarra (España).
Según explicó en una entrevista realizada por HM Televisión,
Esther recordó que experimentó “una conversión brutal en Nuestro Señor”
mientras estaba en la unidad de críticos del Hospital Gregorio Marañón de
Madrid.
“Cuando estaba convencida que me moría porque ni sentía mi cuerpo
(…) Ahí sentí que Cristo llenaba todos mis espacios, que estaba dándome sentido
a mi posible muerte”, asegura.
Según precisa, en ese tiempo
sintió algo así como “qué lástima Esther que has tenido que pasar una cosa así
para que te des cuenta de quién soy Yo”.
“Fue brutal. Fue impresionante, nunca he sentido nada parecido en
mi vida. Te has tenido que despojar de cosas que estabas poniendo entre tú y
Yo, a pesar de que pensaba que era muy creyente. Era una católica convencional
de una fe heredada”, recordó.
En ese momento los médicos dijeron a su esposo que Esther no
sobreviviría porque su cuadro médico era tremendamente desolador. “Los médicos
me daban 24 horas de vida”, recordó.
Pero se recuperó y desde entonces ha sufrido 13 cirugías y
actualmente tiene un 67% de minusvalía.
Esas operaciones Esther las afrontó como “algo que formaba parte
de la conversión, era como que sentía que tenía que hacer algo por Él, ya que
Él había hecho tanto por mí”.
Por eso asegura que “todas esas cirugías están todas ofrecidas (…)
Cuando ya estaba que estaba en el quirófano, le decía al Señor: ‘Va a ser lo
que Tú quieras, pero que siempre sea para un bien mayor’”.
“A veces lo ofrecía por conversiones concretas o situaciones de
personas que lo estaban pasando mal, y otras veces lo ofrecía a fondo perdido,
para lo que el Señor quisiera. Yo creo mucho en la comunión de los santos y un
avemaría bien rezado puede hacer un bien enorme quizás en Asia”, afirmó.
Esther recuerda la cirugía más dura a la que tuvo que someterse,
fue una intervención en la que le retiraron sin anestesia unos “expansores” de
la cabeza.
“Recuerdo que la enfermera se
subió encima de mí para que no me moviera, porque si no el desgarro sería más
grande. Y me dijo ‘grita si quieres’, lo que me hizo pensar que aquello sería
tremendo. No grité pero sí le dije al Señor: ‘Ayúdame por favor. Ayúdame’”.
“Cuando subí a la habitación
le pedí a la enfermera que me sacara un rosario, con el que duermo siempre, que
es de Juan Pablo II y que el Cardenal Rouco dio a los que estábamos en la
unidad de críticos [por el atentado del 11M]. Sólo quería abrazar el dolor con
el Señor y ya está. Esconderme en las llagas del Señor”, recuerda.
A pesar de que el atentado le
dejó en incapacidad absoluta y permanente para cualquier trabajo y todavía
sufre muchas secuelas, Esther asegura que es feliz.
“Me siento muy feliz porque
cada cosa de mi día tiene un sentido a los ojos del Señor”, precisa.
“Me gustaría dar el mensaje
de que no podemos perder el tiempo, y que el Señor espera algo muy concreto de
nosotros, nos ha capacitado para amar en situaciones muy concretas, no podemos
ser niños en la fe constantemente esperando a recibir y recibir”, asegura.
También envía un “mensaje de
perdón”, “perdonar siempre. Bajo cualquier circunstancia. Perdonar siempre
porque el Señor nos perdona y le ofendemos mucho y no nos pregunta por qué le
ofendemos. Él dice, qué más quieres que haga por ti. Hay que reconocerse
pecador antes que reconocer los pecados del de enfrente”.
Fuente: ACI