Fue precisamente a causa de sus reproducciones fotográficas que esta obra se difundió de manera tan extraordinaria, convirtiéndose rápidamente en un icono sagrado, una Virgen con niño
La Virgen con el niño del pintor
italiano Roberto
Ferruzzi es una de las más conocidas del mundo y se cree
que la más reproducida. Todo ello a pesar de no haber sido pintada por uno de
los grandes artistas de la historia y que en
estos momentos se desconoce dónde se encuentra la pintura original, si es que
sigue existiendo.
Sin embargo, detrás de esta imagen de la
Virgen, que originariamente no fue pintada como tal, hay una historia muy
llamativa y eso que apenas tiene poco más de un siglo. El conocido
periodista Antonio
Socci lo recoge de manera pormenorizada en un artículo
en su página web y que recoge Cari
Filii News en español:
El
misterio de la Virgen más famosa del mundo, una maraña de vidas
Es extraño: la Virgen con niño más popular y
difundida en el mundo en el siglo XX, fue pintada por un
italiano. No uno de los grandes de nuestra pintura, como Botticelli, Rafael,
Leonardo, Caravaggio o Bellini, sino por un pintor nacido en 1853 y que muy
pocos conocen: Roberto
Ferruzzi.
Se dice que es la imagen sagrada más
reproducida en el mundo (incluso
en un sello de Dubai), pero no se sabe dónde está el cuadro original.
Precisamente, para encontrarlo, hace unos días se hizo un insólito llamamiento
en el programa de Rai3, Chi
l’ha visto? (¿Quién lo ha visto?”).
En espera de que se resuelva el misterio,
detrás hay una historia que hay que contar y que, desde Venecia, llega hasta
las dos Américas. Una
conmovedora maraña de vidas.
Roberto
Ferruzzi nació en Sebenico, en Dalmacia, territorio que antiguamente formaba
parte de la república de Venecia y que, en el siglo XIX, estaba bajo dominio
del imperio de los Hagsburgo. Su padre, rico abogado, fue administrador público
de la ciudad. Roberto
estudió humanidades y después Derecho en la correspondiente facultad, en Padua.
Sin embargo, su verdadera pasión era la pintura.
Así que en 1879 decidió mudarse a vivir a las Colinas Euganeas, en Luvigliano,
donde se dedicó a pintar, reuniendo a su alrededor un cenáculo de amigos y
artistas.
El pintor no tenía la intención de pintar una
Virgen con niño, sino sólo una imagen de ternura materna; de
hecho, lo tituló Maternidad.
Se cuenta que un día le pidió a una
muchacha del lugar, Angelina Cian, que posara para él mientras sostenía en sus
brazos a su hermanito de pocos meses. Ella era la segunda de quince
hijos. El Véneto del
siglo XIX era una tierra pobre y en las familias de
campesinos, las hijas mayores hacían de madres a sus hermanos más pequeños.
El cuadro ganó en 1897 la segunda Bienal
de Venecia y se hizo
famoso, por lo que fue vendido en varias ocasiones, a un precio muy alto, hasta
que fue adquirido por los hermanos Alinari, los célebres fotógrafos de
Florencia, que a su vez lo vendieron, pero no se sabe a quién (no hay
constancia del nombre en los archivos).
Parece ser que
acabó en manos de un embajador americano que lo envío a Estados Unidos en una
nave que, durante la
Segunda Guerra Mundial, fue hundida por los alemanes, por lo que el cuadro se
perdió. Sin embargo, hay quien afirma que el cuadro en
realidad llegó a destino y que forma parte, aún hoy, de una colección privada
en Pensilvania.
Hay que decir que los Alinari, al
venderlo, se
reservaron todos los derechos de reproducción de la obra al intuir su
potencialidad.
Fue precisamente a causa de sus
reproducciones fotográficas que esta obra se difundió de manera tan
extraordinaria, convirtiéndose
rápidamente en un icono sagrado, una Virgen con niño, porque la
Italia de esa época era católica y vio enseguida, en esa joven con el niño, a
la Madre de Jesús.
Mientras tanto, Angelina, ya adulta, se
había casado con el veneciano Antonio Bovo, con el que se había trasladado a
California en 1906. El
matrimonio tuvo diez hijos, pero la prematura muerte de su esposo dejó a
la joven viuda en una situación durísima.
No se sabe qué ocurrió: tal vez un
derrumbe psicológico, un agotamiento nervioso, la cuestión es que Angelina acabó en un manicomio, donde
murió en 1972.
Los hijos crecieron en un orfanato. La segunda hija, que llevaba el nombre de
la Virgen, María, al crecer eligió la vocación religiosa y
se hizo monja con el nombre de Ángela María Bovo (quiso el nombre de Ángela en
honor a su madre).
Fue en 1984, durante un viaje que hizo a
Italia, a Venecia, para conocer a los familiares de sus padres, cuando la religiosa descubrió, gracias a sus
ancianas tías, que su madre había sido la modelo de la imagen de la Virgen más
famosa del mundo.
Hay otro lado de la historia. El pintor Roberto Ferruzzi murió en 1934
en Luvigliano, donde aún lo consideran una gloria local y donde
cultivan la esperanza de encontrar el cuadro original de la Virgen (ha sido
esta ciudad la que ha lanzado el llamamiento en ¿Quién lo ha visto?).
En Venecia vive y trabaja un bisnieto del
pintor, que lleva su mismo nombre. Roberto Ferruzzi jr., galerista y experto en
arte, me cuenta la historia de su familia: “Mi abuelo Ferruccio, hijo del
pintor de la Virgen, era anticuario. Al ser un irredentista (del término
italiano irredentismo, de ‘irredento’, “no liberado”; hace referencia, en
sentido estricto, al irredentismo italiano, un movimiento político italiano
posterior a 1870 que reivindicaba para el Reino de Italia las tierras “no
rescatadas” del Imperio austrohúngaro -Dalmacia, Istria, Trentino- y más tarde,
por extensión, de todos los territorios que se consideraban italianos), vendió
todas las propiedades que tenía en Sebenico y combatió contra Austria, como
voluntario, en la Primera Guerra Mundial”.
Al hijo de Ferruccio, nacido en Venecia
en 1927, se le
impondrá el nombre de Roberto, como su abuelo, y como él
pondrá, después, a su hijo (el galerista veneciano).
También el segundo Roberto Ferruzzi (Bobo
para los amigos) fue pintor. Hizo distintos viajes a diferentes países y
continentes y se especializó en grandes mosaicos murales. En 1957 fue a América Latina,
trabajando sobre todo en Chile donde representó en sus cuadros la vida
cotidiana de la gente pobre que, en esos años, veía en
todas las esquinas de las calles. Los últimos, los abandonados.
Fue debido a
esto por lo que conoció y entabló
amistad con el más grande de los poetas chilenos, Pablo Neruda,
que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971.
Roberti Ferruzzi jr, que nació
precisamente en Santiago de Chile, recuerda: “Sí, Neruda era amigo de mi padre.
Recuerdo que, cuando era embajador en París, venía a casa a vernos. Ambos
compartían una especial sensibilidad hacia los más pobres”.
En 1966 Neruda, con ocasión de una
exposición en Santiago de su amigo Bobo Ferruzzi, escribió:
“Bobo Ferruzzi, veneciano, descubrió esta
América dolorosa, la sintió, la vivió y la expresó con energía y ternura.
Porque hay amor en la visión de este veneciano amargado. Ha pintado con colores
clásicos, los mismos que lucían en las túnicas los ángeles, la tristeza de los
recovecos remotos, de los hombres maltratados y olvidados. Que el intenso
mensaje de Bobo Ferruzzi narre y cante en el mundo, porque la verdad de su
pintura nos descubre la trágica belleza que los dioses transitorios desearían
esconder. Y no para que los pueblos no sufran, sino para que no se sepa. La pintura de Bobo Ferruzzi ha roto
los candados y ha iluminado los rincones con una luz azul”.
En el fondo, también el abuelo -pintando
a Angelina y su hermanito- había
inmortalizado la pobre gente del Veneto del siglo XIX con la luz del cielo.
Esa imagen es el icono de una pobre
muchacha judía que en Nazaret,
hace dos mil años, se convirtió en la Madre de Dios: era a ella a la que
rezaban, y a la que amaban, los pobres del Véneto del siglo XIX y los del Chile
del siglo XX.
La
Madre de los pobres y de los olvidados había cantado:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador;
porque ha mirado la humillación de su
esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes
por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
(Traducción de Elena Faccia
Serrano)
Fuente:
ReL