“Estrechemos la mano” y “La noche se llenó de
estrellas”
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El Papa realiza los Ejercicios Espirituales en la Casa del Divino Maestro de Ariccia (ANSA) |
Temas de este jueves de los Ejercicios Espirituales en
los que participa Francisco y la Curia Romana, a cargo del Abad Gianni, quien
en su meditación de la tarde de ayer propuso reflexionar sobre el sentido de la
acogida que debe partir de una auténtica fraternidad
“Sus banderas
de paz y amistad”. Así se titula la predicación del
miércoles por la tarde, en el ámbito de este retiro que cada día comienza con
la celebración de la Santa Misa y concluye con las Vísperas y la Adoración
Eucarística. El monje benedictino propuso en sus meditaciones, en la Casa del
Divino Maestro de Ariccia, algunos conceptos extraídos del Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz de
este año como punto de partida para el cuarto día de Ejercicios Espirituales
para el Santo Padre y la Curia Romana en preparación a la Pascua.
La política – dijo el Abad de San Miniato al Monte en
Florencia – es para la paz si se expresa “en el reconocimiento de los carismas
y de las capacidades de cada persona”. Puesto que “cuando el ejercicio del
poder político tiene como único objetivo salvaguardar los intereses de ciertos
individuos privilegiados, el futuro se ve comprometido y los jóvenes pueden
verse tentados por la desconfianza porque están condenados a permanecer al margen
de la sociedad”.
Acogida
verdadera sólo desde la fraternidad auténtica
El monje relacionó las palabras de Francisco con las
que el Papa Emérito Benedicto XVI pronunció ante las autoridades de Benín, en noviembre de 2011, que evocan la imagen de
una “mano tendida” como “instrumento de diálogo”. Y deteniéndose en el verso
final de una poesía de Mario Luzi dijo: “Estamos aquí por esto”:
“Estrechemos la mano, en las explanadas de la paz, en el signo de San Miniato”.
De este modo, el Abad Gianni anticipó su reflexión sobre la fraternidad,
inspirada en la imagen de “las banderas de la paz” que el reconocido poeta
italiano recuerda que fueron desplegadas en los muros de Florencia, en la época
del político católico Giorgio La Pira.
Amor fuerte y
duradero
Tras explicar que la palabra “comunidad” se refiere
directamente a las “emergencias de nuestro tiempo” el Abad reafirmó la
propiedad en estos Ejercicios Espirituales, de tomar “en serio” la palabra
“comunidad”. Y, al mismo tiempo, insistir en el papel y la misión de la Iglesia
por su “posibilidad de contribuir en este mundo a la “construcción de una
auténtica fraternidad, solidaria, inspirada en un amor fuerte y duradero”, como
el que nos enseñó Jesús.
Liquidar las
tentaciones individualistas
También dirigió su pensamiento a una “bella
definición” del sentido de la misión del Pueblo de Dios en el corazón del
mundo, a partir de la lectura de la Constitución Dogmática sobre la
Iglesia, Lumen Gentium, del Papa Pablo VI, de la que se deduce que
Dios – dijo el monje – “quería santificar y salvar a los hombres no
individualmente”, sino que quiere constituir “un pueblo que lo reconozca según
la verdad y lo sirva en la santidad”. Así, explicó, es posible liquidar “de
manera definitiva cualquier tentación de repliegue e individualismo” para
aspirar a “vivir en comunión y de la comunión”, abriendo “nuestros corazones” a
la unidad y a la concordia. Temas que – prosiguió – están presentes asimismo en
la Exhortación Apostólica Postsinodal, Vita Consecrata, de Juan Pablo II que sigue siendo de
“importancia fundamental” para todas las personas consagradas, puesto que en él
se habla de ser “un signo de fraternidad a imagen de la Trinidad, que se
refleja en la historia de la Trinidad”. Una responsabilidad – añadió – que las
personas consagradas asumen de manera muy especial, pero que, en realidad, es un
“típico rasgo” de la Iglesia.
Regresar al
Señor en Cuaresma
En cuanto al misterio del tiempo cuaresmal el Abad
afirmó que se trata de “un regreso al Señor”, “una comunión redescubierta con
Él después de demasiada dispersión”. De ahí que a su juicio el horizonte
“verdaderamente pascual” para la conversión cuaresmal sólo puede ser “la imagen
de la primitiva comunidad apostólica” y, más aún, “la experiencia de compartir
plenamente vivida con Cristo por parte de los Doce” Apóstoles. Y esto – destacó
– vale “para toda comunidad religiosa”, “para cada célula eclesial” y “para la
propia Curia Romana”, llamada a “una especie de vida fraterna” en torno a “la
figura, el Magisterio, la fidelidad y la lealtad al Papa”.
En escucha del
Evangelio
De la vida fraterna el predicador observó que “no
puede ser un instrumento”, sino al contrario, es un don, un misterio, una
experiencia mística – tal como lo decía el Papa Wojtyła – “de la presencia del
Resucitado en medio de nosotros”, a través de “un amor alimentado por la
Palabra y la Eucaristía”, “purificado en el Sacramento de la Reconciliación”, y
sostenido “por la imploración de la unidad”, que es un don especial del
Espíritu para quienes se ponen “en escucha obediente del Evangelio”.
La fuerza de la
cohesión
De ahí su invitación “a acercarse a la Eucaristía” con
la conciencia de “su fuerza de cohesión”, “por su misterioso ser contacto
real”, “comunión real” entre nosotros y el Señor Jesús, “por su fuerza
enteramente espiritual para hacernos un solo cuerpo en el Señor”, en resumen,
“por ser lo que se invoca en la oración a Dios, que nos hace “partícipes de un
solo cuerpo y de un solo cáliz”. Sí, porque “unidos a Cristo en un solo cuerpo
– agregó – llevamos con alegría los frutos de la vida eterna para la
salvación del mundo”. Y de este modo, y siguiendo las huellas de San Agustín
primero y de Don Giussani después, el Abad dijo que se despierta en nosotros
“la conciencia del don maravilloso de participar, por gracia y misterio, sin
ningún mérito, en una comunión que queremos volver a acoger y custodiar con un
corazón purificado por la penitencia”.
La carne
sufriente de los demás
Por otra parte, el predicador destacó que en la
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco habla de la tentación
de mantener “una distancia prudente de las heridas del Señor”, pero Jesús –
recuerda – quiere “que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne
sufriente de los demás”.
Una esperanza
maravillosa
Imaginarse a sí mismo como comunidad es, por lo tanto,
ciertamente, “un desafío”, pero también “una maravillosa esperanza”, aseguró el
Abad citando a San Benito y concluyó con el “maravilloso himno a la amistad”,
contenido en otra obra de Luzi, “en contemplación de la maternidad de
María”: A la vida.
El tema de mañana por la mañana, a modo de conclusión,
será “La ciudad en la montaña”, después de lo cual el Santo Padre
regresará a la Ciudad del Vaticano, donde ya el Predicador de la Casa
Pontificia, el Padre Raniero Cantalamessa habrá ofrecido en la capilla Redemptoris
Mater del Palacio Apostólica su primera predicación de Cuaresma.
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
Vatican News