La
Cuaresma, un tiempo de cambio, de reflexión y apertura del corazón para
descubrir 8 experiencias que dan luz y motivación a nuestro vivir
Asociamos
a menudo la Cuaresma con “prácticas cuaresmales”, tales como la oración, el
ayuno y la limosna. La oración como intensificación del “recordar” a Dios en la
vida; el ayuno, como el abandonar el egoísmo para dar paso a la atención al
prójimo; la limosna, como el crecer en solidaridad para atender las necesidades
de los demás, en concreto de los más pobres y necesitados. Pero la
Cuaresma va mucho más allá, se trata de un tiempo para la conversión de los
corazones y preparación para el encuentro con Cristo Resucitado. Un camino de
40 días en el que, además de prepararnos para la celebración del Misterio
Pascual, se experimenta todo un aprendizaje personal.
La experiencia de la
tentación
La
tentación está presente constantemente en la vida de las personas y de las
comunidades eclesiales y sociales. Incluso la oración del padrenuestro nos pide
que no caigamos en ella y seamos dominados por el maligno. La Cuaresma es, por
tanto, ese tiempo propicio para abrirnos a la Gracia de Dios, que puede
liberarnos de tal esclavitud y dependencia. Cristo estuvo 40 días en el
desierto siendo tentado por el Diablo, pero no cayó. Un ejemplo que debemos
seguir para vencer la tentación y para dejar que Él nos ayude para no caer en
ella.
La experiencia de
purificación por Amor
Dada
nuestra realidad pecadora, porque todos llevamos dentro tendencias de maldad,
la Cuaresma invita también a renovarse espiritualmente y a salir de la
indiferencia para estimularse a crecer en la fe y en el interés por el prójimo.
Es tiempo en el que somos purificados por amor. Por un lado, porque nos damos
cuenta de que es así como Dios nos ama y por otro porque el simple hecho de
sentirnos amados por Dios nos lleva a amar al prójimo.
La experiencia de
liberación
La
Cuaresma nos brinda la oportunidad de discernir en nosotros las dosis de
mundanalidad, es decir, de olvido del Evangelio en la vida práctica, por encima
de las ideas. Además, es un tiempo eclesial para contribuir a que la Iglesia se
libere de las lacras que la esclavizan, entre ellas, actos anti-testimonio,
apegos al dinero, males de la lengua, ansias de poder, etc.
La experiencia de Dios y
de oración
Es
tiempo también para aprender que Dios no quiere la muerte del pecador, su daño,
sino que se arrepienta para recobrar vida, con la alegría de Dios. La oración
nos lleva a reconocer al Dios del perdón y de la misericordia, que a veces
queda oscurecido en nuestra memoria y, más aún, en nuestra inclinación y
práctica del rechazo al diferente. La cuaresma es el momento propicio para
ensanchar la comunicación con Dios y conectar con Él. Además, algo muy eficaz
es preguntarnos si “hacemos lo que rezamos” y si “rezamos lo que hacemos”.
La experiencia de caminar
con una meta, aunque sintamos cansancio
Al
igual que el profeta Elías – quien perseguido a muerte por Jezabel huye
adentrándose en el desierto, pero desanimado por el agotamiento, se desea la
muerte, entonces llegó el ángel de Dios para darle fuerza con alimento y bebida
– nosotros también, en algunos momentos de la vida, sentimos que ya no vale la
pena seguir empeñándonos en nuestros compromisos de fe. En la cuaresma
aprendemos que en la experiencia del cansancio, desaliento y deseo de huida, el
alimento dado por Dios hace recobrar fuerzas para seguir caminando con
fidelidad a la vocación recibida.
Por
ello, frecuentar los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía, Reconciliación o
de Perdón, es un modo de alimentar el espíritu y de ir a Jesús, para encontrar
ánimo y reposo.
La experiencia de llevar
la palabra de Dios y ponerla en práctica
El
ayuno hoy en día puede ser muy bien interpretado como símbolo del desprenderse
de cosas, materiales o no, para darse a los demás en buena relación de amor.
Una forma de ayunar es, por ejemplo, tomar de nuestro tiempo para dedicárselo a
los demás. Durante la Cuaresma, el ayuno pone el acento además en renunciar a
actividades que no son tan necesarias y dedicar ese espacio a la oración y
lectura bíblica. Se trata de dejar un alimento para saciarse de otro más
provechoso para el espíritu.
La experiencia de ser artesanos
de paz
La
Cuaresma invita a aprender a practicar obras buenas. Esta es la “penitencia
cuaresmal”, porque Dios no quiere sacrificios, sino obras de misericordia. Una
de ellas es la limosna, la cual puede ser un ejercitarse para aprender a ser
artífices de paz; quien ayuda al necesitado le está deseando paz y prosperidad,
por ello, la Cuaresma es buen tiempo para ir cambiando el corazón endurecido a
un corazón humanizado y pacificador.
La experiencia de
fortalecer la esperanza
Por
último, la Cuaresma es tiempo para aprender a vivir en cristiano y para
transformar los tiempos de pecado en tiempos de gracia, cuya meta es descubrir
a la luz del Resucitado el significado de las cosas y acontecimientos.
Mireia
Bonilla – Ciudad del Vaticano
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