El Papa recuerda al pobrecillo de Asís como un "hombre de paz" que exhortaba a sus hermanos a saludar a la gente como Jesús había pedido: "Que el Señor les dé la paz"
San Francisco de Asís y el Sultán de Egipto AL-Kamil en el año 1219 |
No
cedan a la violencia, especialmente bajo pretextos religiosos, sino que
promuevan la paz y el diálogo: lo escribe el Papa en una Carta al Card. Sandri,
su enviado a las celebraciones por el octavo centenario del encuentro entre San
Francisco de Asís y el Sultán.
Se
publicó hoy la Carta en latín del Papa Francisco al
Card. Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias
Orientales, su enviado especial a las celebraciones del octavo centenario del
encuentro entre San Francisco de Asís y el sultán Al-Malik Al-Kamel, que
tendrán lugar en Egipto del 1 al 3 de marzo.
Francisco, hombre de paz
El
Papa recuerda al pobrecillo de Asís como un "hombre de paz" que
exhortaba a sus hermanos a saludar a la gente como Jesús había pedido:
"Que el Señor les dé la paz". San Francisco -escribe el Papa- había
entendido con el corazón que todas las cosas fueron creadas por un solo
Creador, el único que es bueno, y que "todos los hombres tienen en Él un
Padre común". Por eso, "deseaba llevar a todos los hombres, con
espíritu alegre y ardiente, la noticia" del amor inefable del "Dios
todopoderoso y misericordioso", que "quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2,3-4). Por este
motivo, invitaba a los frailes que se sentían llamados por Dios a que fueran a
estar entre los sarracenos y otros no cristianos, a pesar de los peligros.
El pobrecillo de Asís ante
el Sultán
Francisco
mismo - recuerda el Papa - llevando consigo a un compañero, llamado Iluminado,
partió hacia Egipto en 1219. En Damieta, cerca de El Cairo, conoció al Sultán.
Ante las preguntas del jefe sarraceno, "el siervo de Dios Francisco
respondió con un corazón intrépido que no había sido enviado por los hombres,
sino por el Dios Altísimo, para mostrarle a él y a su pueblo el camino de la
salvación y proclamar el Evangelio de la verdad. Y "el Sultán, viendo el
admirable fervor del espíritu y la virtud del hombre de Dios, lo escuchó con
gusto" (San Buenaventura, Legenda Maior, 7-8).
No alzará la espada pueblo
contra pueblo
El
Papa exhorta al Card. Sandri a llevar su "saludo fraterno" a todos,
cristianos y musulmanes. Expresa su deseo de que nadie sucumba a la tentación
de la violencia, especialmente "con algún pretexto religioso", sino
más bien que se realicen "proyectos de diálogo, reconciliación y
cooperación" que "lleven a los hombres a la comunión fraterna",
difundiendo la paz y el bien según las palabras del profeta Isaías: "No
alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la
guerra." El Papa concluye la carta bendiciendo a todos los que
participarán en este "acontecimiento memorable" y a "todos los
promotores del diálogo interreligioso y de la paz".
La visita a los Emiratos,
800 años después del encuentro en Damieta
El
pasado mes de febrero, el Papa viajó a los Emiratos Árabes Unidos, en coincidencia con
el octavo centenario del encuentro entre San Francisco y el Sultán y en Abu
Dhabi firmó con el Gran Imán de Al-Azhar Ahamad al-Tayyib, el Documento
sobre "La fraternidad humana para la Paz Mundial y la
convivencia común".
Durante
el encuentro interreligioso en el Founder’s Memorial dijo:
“Con gratitud al Señor, en el octavo centenario del encuentro entre san
Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil, he aceptado la ocasión para
venir aquí como un creyente sediento de paz, como un hermano que busca la paz
con los hermanos. Querer la paz, promover la paz, ser instrumentos de paz:
estamos aquí para esto”.
El cristiano parte armado
sólo de su fe y de su amor
Ocho
siglos más tarde, Francisco de Asís sigue siendo una profecía para toda la
humanidad: en medio de las Cruzadas fue desarmado, con sólo el Evangelio en la
mano, entre los enemigos de los cristianos de la época. El Papa Francisco, en
la Misa celebrada en la Zayed Sports City de
Abu Dhabi el pasado 5 de febrero, explicó la bienaventuranza de la mansedumbre
recordando las instrucciones de San Francisco a los frailes que se dirigían a
donde estaban los sarracenos y los no cristianos: «No entablen litigios
ni contiendas, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios y
confiesen que son cristianos» (Regla no bulada, XVI). No entablen litigios
ni contiendas —y esto vale también para los sacerdotes— ni litigios ni
contiendas: en ese tiempo, mientras tantos marchaban revestidos de pesadas
armaduras, san Francisco recordó que el cristiano va armado solo de su fe
humilde y su amor concreto. Es importante la mansedumbre: si vivimos en el
mundo al modo de Dios, nos convertiremos en canales de su presencia; de lo
contrario, no daremos frutos”.
Sergio
Centofanti – Ciudad del Vaticano
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