"El ministerio ha sido un gran regalo en mi vida, en mi
matrimonio, en mi familia y en todos los que están conmigo"
Este viernes, 22 de
febrero, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, mantuvo un encuentro
con los diáconos y los candidatos y aspirantes al diaconado de la diócesis,
acompañados de sus respectivas esposas, en el Seminario Conciliar.
Comenzó con la celebración
de la Eucaristía, en la que los candidatos al diaconado Juan Carlos Guillén
Holguín y Joaquín García-Muriño Muzquiz fueron instituidos en los ministerios
de lector y acólito. Una vez finalizada la Misa, todos compartieron la cena.
Entre los presentes, estuvo Francisco José García-Roca, diácono permanente desde hace 12 años. Destinado en
la parroquia San Fulgencio y San Bernardo, da vida a una vocación que se
fraguó, desde muy pequeño, en el servicio y en la entrega hacia los más
necesitados. Profesor, psicólogo y orientador, es consciente del regalo que
Dios custodió, con una alianza perpetua, en sus entregadas manos.
¿Cómo nació tu vocación
diaconal?
Todo comenzó con un
compromiso hacia la Iglesia que yo tuve siempre. La gente de mi parroquia
insistía en que tenía vocación sacerdotal, pero yo veía que no era la mío y que
mi vocación era el matrimonio. Y una vez casado, maduró esta llamada hacia este
ministerio y comencé este camino.
¿Cuál es la labor de un
diácono permanente?
Es una persona que está
inmersa en medio del mundo, en las familias, en su mundo laboral, en su
vecindad… Está en medio del mundo viviendo esta llamada al ministerio ordenado,
que es una llamada muy especial y que, en la medida que puede, lleva a cabo
esta función. Ha de conciliar su vida matrimonial, familiar, laboral, con este
precioso servicio a la Iglesia.
Y, de manera especial,
hacia los más necesitados, ¿no?
Así es. De principio a fin.
Mi vocación está muy unida a las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de
Calcuta. El Señor me las puso muy cerquita, y tanto mi mujer como yo hemos
colaborado con ellas, y ahí es donde surgió también esta vocación al servicio
que es, a fin de cuentas, el diaconado.
Tu mujer y tus cuatro hijas
cincelan y construyen, de la mano de Dios, tu ministerio… ¿Qué papel juegan las
esposas en vuestro servicio?
Ese tema es esencial.
Porque esto es una segunda llamada dentro de la llamada. Es una vocación que
debe afianzar la primera, que es el matrimonio, y que la cuida y la
engrandezca. El que recibe el sacramento del Orden es el diácono, pero esa
gracia se desborda por la mujer de la familia. Y es importantísimo que la mujer
acompañe al marido. De hecho, ella tiene que firmar antes de dar el visto
bueno. Así que no es solo una tarea de acompañamiento, sino de decir que sí.
Es, por tanto, un apoyo y,
a la vez, una custodia…
Así es, al igual que san
José, custodio del Redentor. Pues, a su imagen, la mujer es custodia de su
marido diácono. Sí, es importantísimo el acompañamiento, y eso se lo decimos
siempre a los aspirantes, que sus mujeres tienen que participar. Al principio,
es verdad que lo demandan, porque parece que les van a quitar al marido. Pero,
después, ellas son las primeras fans del diaconado…
Os reunís con el cardenal
Osoro. ¿Por qué es importante sentir tan cercano a vuestro pastor?
La historia del diaconado,
que es desde el comienzo de la Iglesia, siempre ha sido una figura –la del diácono–
que estaba ahí con el obispo, muy unido a él, siendo sus asistentes, se puede
decir. Y por eso es tan importante el reunirnos con él, porque D. Carlos, desde
que llegó, nos alienta, anima y acompaña en la tarea.
¿Y de qué manera podéis los
diáconos acompañar a la Iglesia que camina en Madrid?
En la actualidad, Madrid
cuenta con un grupo de 35 diáconos, que ejercemos nuestro ministerio en las
diversas áreas de atención pastoral. Y se están preparando unos 30. Aquí
podemos ayudar muchísimo. Lo primero es el testimonio en nuestras vidas; ya sea
en el trabajo, con nuestros vecinos, en la familia… Y, después, ayudando en
todo lo litúrgico, allí donde los sacerdotes nos necesiten… Pero es verdad que,
cuando tenemos los encuentros nacionales, siempre nos dicen que en Madrid
estamos muy bien organizados y cuidados.
Un ministerio, sin duda
alguna, inmarcesible…
Desde luego que sí. El
ministerio es un regalo muy grande, que da mucha felicidad en el servicio. Con
sus dificultades, como es normal, pero yo solo puedo dar gracias por este
servicio. Ha sido un gran regalo en mi vida, en mi matrimonio, en mi familia y
en todos los que están conmigo.
Carlos González
Fuente: Infomadrid