“Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra alma"
El
Obispo de Aguascalientes (México), Mons. José María de la Torre Martín, recordó
que las cenizas de los difuntos cremados no pueden esparcirse ni conservarse en
las casas, sino que deben colocarse en un lugar sagrado como un cementerio o
una iglesia.
El Prelado afirmó que “las cenizas y los fragmentos óseos no se pueden conservar en casa porque con ellos se priva a la comunidad católica de recordar al difunto, deben llevarse a un cementerio o templo”, que son lugares sagrados adecuados para este propósito.
El
Obispo precisó que “el cuerpo muerto no es propiedad privada de los parientes,
es más bien un hijo de Dios que forma parte del pueblo de Dios. Tenemos que
superar este pensamiento individualista”.
“Hay
personas que siguen esparciendo las cenizas en agua, tierra y aire, pero deben
estar conscientes de la prohibición que hay en este sentido”, lamentó.
Mons.
de la Torre recordó así las nuevas normas del Vaticano sobre la sepultura de
difuntos y la conservación de las cenizas, establecidas por la Congregación
para la Doctrina de la Fe en octubre de 2016.
Las
normas prohíben explícitamente algunas prácticas ampliamente difundidas en la
actualidad entre los católicos, como la conservación de las cenizas en el
hogar, esparcir las cenizas del difunto en el mar o usarlas para confeccionar
recuerdos.
Las
cenizas, explica la instrucción Ad resurgendum cum Christo, deben “mantenerse
en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una
iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad
eclesiástica competente”.
La
instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe resalta asimismo que
la Iglesia no puede permitir “actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos
de la muerte”, que algunos consideran “como anulación definitiva de la persona,
o como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, o como una
etapa en el proceso de reencarnación, o como la liberación definitiva de la
‘prisión’ del cuerpo”.
Estas
creencias son contrarias a la doctrina católica que tiene como núcleo la
resurrección.
“Por
la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá
la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra
alma. También en nuestros días, la Iglesia está llamada a anunciar la fe en la
resurrección: ‘La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos;
somos cristianos por creer en ella’”, subraya la instrucción.
Fruente:
ACI