"Desde hoy estos adolescentes ya son adultos en la Fe". Confirmaciones en las parroquias de Trescasas y San Cristóbal
Muchos de nosotros tuvimos además, a los pocos días de nacer, la gracia inmensa de ser acogidos como hijos en la gran familia que es la Iglesia. Recibimos el Bautismo. Este sacramento supone el comienzo de una nueva vida, que se nos entrega como en arras, como promesa ya cumplida en Cristo, pero que hemos de ir descubriendo y realizando en lo concreto de nuestro día a día, a lo largo de un camino, el camino de nuestra vida.
¿Cuánto tiempo se necesita
para llegar a ser adulto en la vida social? ¡cuántas lecciones, caídas,
aciertos…! ¡Cuántas personas, como padres, maestros, catequistas, sacerdotes,
etc., intervienen, nos aportan, nos acompañan en ese largo recorrido!
¡¡Muchísimos!! Y Dios, detrás de cada uno de ellos como Señor de todos, aunque
tantas veces lo ignoremos.
De igual modo, para que
aparezca el cristiano adulto en la fe, hay que recorrer un largo camino. En
este camino, la Iglesia, como verdadera madre nuestra en la fe, nos acompaña,
nos cuida, nos enseña y nos corrige, nos alimenta con la Palabra y los
sacramentos: especialmente la Eucaristía y el perdón de los pecados.
En este camino de la fe,
tenemos hitos, momentos importantes que van marcando nuestro recorrido y nos
sirven de referencia para continuar. Especialmente señalados en este sentido
son los llamados Sacramentos de la Iniciación Cristiana: Bautismo – Eucaristía
– Confirmación. Cada uno de ellos supone, un inmenso regalo de Dios, una
Gracia, un Don de su Espíritu que se derrama generosamente sobre nosotros,
haciéndonos capaces de vivir realmente como hijos suyos. Pero al mismo tiempo,
cada uno de esos sacramentos, supone desde nuestra perspectiva, un paso más
consciente, maduro y comprometido de nuestra fe a la propuesta que Dios nos
hace.
En el Bautismo, salvo en
el de adultos, suelen ser padres y padrinos los que responden por el bautizado,
aceptando así la responsabilidad de continuar apoyando y acompañando este
proceso de fe. En la primera comunión, al recibir la Eucaristía, hay ya una
primera respuesta personal ante la comunidad. Sin embargo, es el sacramento de
la Confirmación el momento álgido de este proceso de iniciación.
En la Confirmación, el Don
del Espíritu Santo, derramado en plenitud sobre el cristiano, le hace capaz de
vivir también en plenitud la misión e identidad de Cristo en el mundo, que
recibimos al ser bautizados: Profeta, Sacerdote y Rey, las tres funciones del
Mesías, Ungido por Dios. El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido,
me ha enviado para anunciar la salvación. (Lucas 4)
Con gozo y agradecimiento,
esto es lo que hemos celebrado este fin de semana en las parroquias de Trescasas y San Cristóbal de Segovia.
Después de un tiempo de preparación, de varios años de catequesis, un grupo de
13 y 12 adolescentes respectivamente han sido “crismados”, ungidos por nuestro Obispo con el santo
óleo. Es la culminación de un proceso, en el que Dios tiene la iniciativa y
da su Gracia. Nosotros, pobres siervos, sólo aceptarla y procurar no estorbar.
Ojalá que estos jóvenes digan sí cada día desde hoy a esta vida plena que Dios
se ha empeñado en regalarles, y nosotros como comunidad cristiana sepamos estar
a su lado para continuar adelante. La palabra de Cristo nos ha de alentar: “Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”
Antonio-María Sanz de Frutos