Fuertes
contrastes
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Con
estos días que está haciendo, los contrastes se notan todavía con más fuerza.
Entre
los fríos inviernos burgaleses y estas estancias tan grandes, nunca se podría
pretender calentar todo el monasterio. Sería totalmente desorbitado. Por ello,
nos aseguramos de tener ciertas salas bien calientes: así tenemos las 3 salas
de trabajo con gloria, las celdas con acumuladores, la capilla...
Y,
en el resto de sitios... es mejor no pararse, o asegurarse de ir bien abrigada,
porque sería como pararse en plena calle a muy pocos grados.
Estos
días, que Joane ha encendido la gloria de nuestra sala, se estaba fenomenal,
una temperatura genial. ¡Hasta Jubi quiere entrar a todas horas para calentarse
sobre el suelo!
Pero
el tema es al salir... ¡qué contraste! Estás al calorcito, con una temperatura
muy agradable, y, al cruzar la puerta, es como si de pronto entrases en la
cámara frigorífica, ¡qué frío por todas partes!
Esto
me ha estado recordando a lo que nos sucede cuando nos encontramos con Cristo
personalmente por primera vez. Ese encuentro nos llena de una Paz
indescriptible. Tal es así, que no la queremos perder nunca más. Y nos sucede
como al salir de la gloria, ¡que se notan mucho más los contrastes!
Cuando
has experimentado la Paz de Cristo y, de pronto, algo te lleva a perderla,
aunque sólo sea un instante, te quedas helado. No hay comparación a vivir con
el calor del Amor de Cristo, a su resguardo... Con Él no nos preocupa que nos
rodee un ambiente hostil, porque su Paz viene con nosotros. La Paz de Cristo no
es ausencia de problemas, sino el descanso que nos regala al confiar en Él.
Hoy
el reto del amor es no quedarse helado. A lo largo del día son muchas las cosas
que intentan arrebatarnos esa Paz, y en ciertas ocasiones hasta parecen
conseguirlo; pero hoy vuelve a ella, vuelve a buscar el calor del Amor de
Cristo, y su Paz volverá a llenar tu corazón.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma
