Aunque a primera vista las
palabras pueden confundirse con facilidad, después de aprender sus
definiciones, la distinción es clara

La
palabra ‘apóstol’ deriva del griego apostello, que significa ‘enviar’.
Aunque apenas se usa en el Antiguo Testamento, sí se puede encontrar al menos
80 veces en el Nuevo Testamento. Según la Enciclopedia Católica, es
probable que Jesús usara originalmente la palabra aramea seliah, que
describe a “quienes eran enviados desde la ciudad madre por los gobernantes en
alguna misión al extranjero, especialmente aquellos que estaban encargados de
recoger los tributos que se pagaban para el servicio del templo”.
Un
apóstol es alguien que es “enviado” por Dios para predicar el Evangelio por las
naciones. Durante muchos siglos, la palabra se empleó exclusivamente para
identificar a los 12 apóstoles que fueron enviados por el mundo por Jesús. De
forma similar, san Pablo a menudo es llamado “apóstol” debido a su encargo
divino recibido de Jesús.
Desde
entonces, la palabra se usa a veces para grandes santos que fueron “apóstoles”,
enviados de Dios para una misión específica. Por ejemplo, san Bonifacio es
conocido como el “apóstol de los germanos”, debido a su obra misionera entre
dicho pueblo. Aunque no fue encargado directamente por Jesús, sí siguió la
inspiración divina para extender el cristianismo.
En
cambio, la palabra ‘discípulo’ deriva del latín discipulus, que
significa ‘estudiante’ o ‘pupilo’. Al igual que la palabra ‘apóstol’, se usa
casi exclusivamente en el Nuevo Testamento. Normalmente designa a los muchos
“estudiantes” que rodeaban a Jesús y aprendían con entusiasmo sus múltiples
enseñanzas.
En
este contexto, un discípulo de Jesús no es necesariamente alguien que es
“enviado” a predicar el Evangelio por el mundo, sino una persona que está en
aprendizaje constante de lo que significa ser cristiano.
Aunque
a primera vista las palabras pueden confundirse con facilidad, después de
aprender sus definiciones, la distinción es clara.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia