Dentro
de la basílica se conservan varias reliquias de estos nuevos mártires divididos
por continentes y por mártires del comunismo y del nazismo
Ma. Paola Daud |
En la Basílica de san Bartolomé a la isla
en Roma, quien va a dar un saludo a Cristo sacramentado puede ver algo muy
curioso en la pared del lado izquierdo. Una gran bala de cañón incrustada que
cayó durante el asedio de los franceses a la República Romana en junio de 1849. Algunas
fuentes dicen que la iglesia, en ese momento estaba completamente llena de
personas y que ninguna sufrió daño alguno, permaneciendo milagrosamente ilesas,
por esta razón se dice que la bala es milagrosa. Este
episodio es recordado por una placa colocada debajo de la bala.
La pequeña basílica de san
Bartolomé a la isla Tiberina, es muy importante históricamente para la
tradición de la Iglesia, surge en la zona de las primeras predicaciones
cristiana.
La basílica se construyó en
donde antes había un templo dedicado a Esculapio, muy visitado por los paganos.
Tantos eran los que llegaban a este lugar sagrado para implorar ser sanados de
alguna enfermedad. Quizás bebiendo del pozo con agua milagrosa que hasta hoy se
encuentra en la basílica, gracias a los cristianos, que quisieron conservar y
revalorizar esta tradición convirtiéndola en un símbolo evangélico.
En el 998, el emperador alemán
Otto III construyó la iglesia para albergar los restos de san Bartolomé Apóstol
y a su amigo san Adalberto, obispo de Praga.
Se dice que en aquella época el
emperador fue víctima de un gran engaño de parte de las autoridades de
Benevento, ya que en vez de entregarle las reliquias del apóstol que se
encontraban en aquella ciudad, le procuraron el cuerpo de san Paolino de Nola. El
cuerpo de san Paolino se conservó en esta basílica hasta que papa san Pío X lo
hizo trasladar a su lugar de origen, Nola, en cambio el cuerpo del apóstol
Bartolomé nunca se movió de Benevento.
En 1999, en preparación para el
Gran Jubileo de 2000, San Juan Pablo II instituyó la “Comisión de Nuevos
Mártires” para investigar sobre el martirio cristiano del siglo veinte. Esta
comisión en sólo dos años había recogido unos 12.000 expedientes.
San Juan Pablo II quiso que la
basílica de san Bartolomé que se convirtiera en el memorial de los Nuevos
Mártires.
Dentro de la basílica se
conservan varias reliquias de estos nuevos mártires divididos por continentes y
por mártires del comunismo y del nazismo. Entre ellos se encuentran: el misal
de san Oscar Romero, la faja de Mons. Angelelli, el pastoral del Card. Juan
Jesús Posadas Ocampo, reliquia y libro de oraciones de san Maximiliano Kolbe,
la reliquia del beato Jerzy Popiełuszko, una cruz distribuida clandestinamente
en Albania, el breviario de san Pedro Poveda, la estola y la cruz de Don Pino
Puglisi, el breviario de padre Jacques Hamel.
Estos son sólo algunos de todos
los Nuevos Mártires del siglo XX y XXI, que mantienen siempre viva nuestra
memoria, porque como expresó san Juan Pablo II el 7 de mayo del 2007: “El
ecumenismo de los mártires y de los testigos de la fe es el más convincente;
ello indica la vía de la unidad para los cristianos del Siglo XXI”.
Maria
Paola Daud
Fuente:
Aleteia