La devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen es la “más hermosas tradiciones sevillanas, que todos estamos obligados a mantener y acrecentar
Mons. Juan José Asenjo,
Arzobispo de Sevilla (España), escribió su carta pastoral semanal sobre la “más
hermosa tradición sevillana”, en la que habla sobre la devoción que esta
archidiócesis tiene a la Inmaculada Concepción cuya festividad se celebra el 8 de
diciembre.
Este dogma de fe que afirma
que la Santísima Virgen “fue preservada inmune de toda mancha de la culpa
original en el primer instante de su concepción” fue proclamado por el Beato
Pío IX el 8 de diciembre de 1854.
Según explica Mons. Asenjo en
su carta, “la Concepción Inmaculada de María es una de las obras maestras de la
Santísima Trinidad” porque “en la plenitud de los tiempos, Dios Padre prepara
una madre para su Hijo, que se va a encarnar para nuestra salvación por obra
del Espíritu Santo”.
Para ello piensa “en una
mujer que no tenga parte con el pecado, no contaminada por la mancha original,
limpia y santa”.
“La Concepción Inmaculada de
María es consecuencia de su maternidad divina. Es además el primer fruto de la
muerte redentora de Cristo al aplicársele anticipadamente los méritos de su
inmolación pascual. En María aparece de forma esplendorosa la victoria de
Cristo sobre el pecado y la muerte”, subraya el Prelado.
Por eso, explica el Arzobispo de Sevilla, la fe del pueblo cristiano desde los
primeros siglos de la Iglesia “percibe a la Santísima Virgen como ‘la
Purísima’, ‘la sin pecado’, convicción que se traslada a la liturgia y a las
enseñanzas de los Santos Padres y teólogos”.
En el camino hacia la
proclamación del dogma “pocas naciones han contraído tantos méritos como
España”, ya que la conciencia de que María fue concebida sin pecado original
“aflora especialmente en Andalucía en la época barroca, en las obras de
nuestros poetas, pintores y escultores y, sobre todo, en la devoción de nuestro
pueblo”.
De hecho, según explica el
Arzobispo en la carta, Sevilla, venía celebrando la fiesta de la Inmaculada
desde 1369.
“El fervor por ‘la pura y
limpia’ crece incesantemente a partir del Renacimiento”, y en su honor “se
erigen cofradías, se celebran fiestas religiosas y salen a la luz numerosas
publicaciones”.
Sin embargo, es en septiembre
de 1613 cuando se produce el llamado “estallido inmaculista”.
El detonante fue un sermón en
el que se manifestó alguna duda sobre la concepción sin mancha de la Santísima
Virgen. “La reacción no se hizo esperar.
El pueblo sencillo, que desde
antiguo veneraba la purísima Concepción de la Santísima Virgen, mostró con
vehemencia su oposición”, explicó Mons. Asenjo.
Entonces las órdenes
religiosas más proclives al dogma de la Purísima “alentaron manifestaciones
populares, desagravios, concursos de poesía, novenas, funciones solemnes,
procesiones, rondas nocturnas cantando coplas alusivas, ediciones de pasquines
y hojas volanderas en las que podían leerse letrillas de claro gracejo
sevillano”.
De hecho, “los cronistas de
la época nos dicen que la conmoción popular provocó incluso problemas de orden
público”, por eso el Arzobispo, en julio de 1615, envió a Roma una legación
para solicitar la reafirmación de la doctrina inmaculista e, incluso, “su
definición dogmática”, recuerda en su carta.
La respuesta de la Santa Sede tuvo lugar en octubre de 1617 mediante una bula
de Paulo V, en la que, “sin definir el dogma, reafirmaba la doctrina
inmaculista y prohibía a los contrarios exponer sus doctrinas”.
Una respuesta que “fue
recibida en Sevilla con alborozo y entusiasmo. Hubo corridas de toros,
iluminación de calles, repique general de campanas y cultos extraordinarios”.
Durante ese tiempo, en
septiembre de 1615, la Hermandad del Silencio había sido la primera en
incorporar a sus reglas “el juramento anual de defender el privilegio
inmaculista hasta la efusión de sangre”.
Un voto al que se sumaron
prácticamente todas las hermandades de la ciudad en el año 1616 “y que siguen renovando
cada año en sus fiestas de Regla”.
“Si Sevilla ardió en
entusiasmo inmaculista tras los sucesos de 1613, con mayor razón exteriorizó su
fervor mariano con ocasión de la definición del dogma en la fiesta de la
Inmaculada de 1854. En esta ocasión se celebraron solemnísimos cultos y toda
suerte de festejos, se encendieron luminarias y repicaron las campanas de la
Catedral y de toda la Archidiócesis”, asegura el Prelado.
Por eso precisa que la
devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen es la “más hermosas
tradiciones sevillanas, que todos estamos obligados a mantener y acrecentar,
creciendo cada día en amor a la Virgen, imitándola en su pureza de corazón y en
su alejamiento del pecado, conociendo e imitando sus virtudes, poniéndola en el
centro de nuestro corazón y de nuestra vida cristiana, e invocándola como
medianera de todas las gracias necesarias para ser fieles”.
Fuente: ACI