Entrevista
con el director científico del Museo de la Síndone, después de la reapertura de
la Capilla de Guarini, en Turín, en donde estuvo la Sábana Santa hasta el
incendio del 11 de abril de 1997
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| La Síndone de Turín |
Profesor
Gian Maria Zaccone, ¿por qué es importante, en general, la reapertura de la
Capilla de Guarini?
Creo
de verdad que la reapertura de la Capilla de Guarini representa un momento
importante no solo para nuestra ciudad, sino para todo el país y, en general,
para el mundo, interesado por la historia del arte o por la Síndone. La Capilla
de Guarini constituye, efectivamente, un monumento extraordinario e inigualable
de la expresión religiosa del Barroco, conocido y estudiado en todo el mundo.
Es
suficiente ver el nivel y el origen de los estudiosos que han participado en el
congreso organizado por el Mibact, en concomitancia con la reapertura de la
Capilla, para comprender el interés que la obra maestra de Guarini tiene y no
solo a nivel local. El dramático incendio de 1997 privó a la ciudad y al mundo
de una obra fundamental, que ahora vuelve para uso público. Debemos un gracias
verdaderamente sentido a todos los que han trabajado para que este monumento
haya vuelto a nosotros.
¿Qué tan relevante es para
los cristianos?
Durante los días de la
inauguración subrayé un punto que podría parecer obvio, pero es importante
insistir en él. La Capilla, ciertamente, es una gran obra de arte, una
expresión del genio humano, un monumento de enorme interés y que suscita muchas
emociones. Sin embargo, no debemos olvidar que si no estuviera la Síndone en
Turín no existiría tampoco la Capilla de la Síndone. Y no existiría la Capilla
de la Síndone con estas características si la base del proyecto no hubiera
habido una reflexión profundamente religiosa y cristológica por parte de
Guarini (que, no lo olvidemos, era un religioso), evidentemente influido por la
lectura de obras de la época en las que se insistía en el sentido y el
significado de la Síndone.
Entonces, la Capilla no es
solamente un monumento que satisface un placer estético, sino también, para el
creyente, la expresión material, meditada por el artista y por el religioso, de
un mensaje que surge de la Síndone, que ha permanecido idéntico en el tiempo y
en el espacio, a pesar de ser percibido con las sensibilidades y las
características de las épocas y los tiempos en los que la Síndone ha
interactuado con los hombres.
El arzobispo de Turín y
custodio pontificio de la Síndone, monseñor Cesare Nosiglia, dijo que la
Capilla de Guarini es «un recorrido de la oscuridad a la luz, de la muerte a la
vida». ¿Por qué?
El misterio al que se refiere
la Síndone es el misterio sobre el que se funda la fe cristiana: la encarnación
de Jesucristo Hijo de Dios, verdadero hombre y verdadero Dios. La encarnación
que permite que el Hijo de Dios comparta la naturaleza humana hasta el extremo
sacrificio expiatorio para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado.
Una muerte que, para el creyente, no tendría sentido si no se viera a la luz
necesaria de la resurrección.
Y todo esto es uno de los
posibles frutos de la contemplación y de la meditación sobre la dolorosa imagen
que contiene la Síndone, meditación que seguramente nos sitúa frente al
misterio del sufrimiento y del mal que (como han sugerido magistralmente San
Juan Pablo II y Benedicto XVI en una línea de pensamiento que ya estaba
presente en la tratadística y en la homilética del siglo XVII) se abre a la luz
de la resurrección. Esto ha sido comprendido y traducido a un monumento por
Guarini, que incluyó el reposo de la Sábana Santa en un contexto oscuro, de
tumba, precisamente, pero que se desarrolla en una vertiginosa altura con un
maravilloso juego de luces cada vez más vivas y vivificantes hasta la explosión
de la suma de la Capilla en la que se libra la representación del Espíritu
Santo vivificador.
¿Nos recuerda cuál es el
papel de la Sábana Santa en la historia de la Iglesia? ¿Qué “sitio” debería
tener la Síndone en la vida de un creyente?
Esta es una pregunta bastate
interesante, por lo que para responder hay que tomarse el tiempo necesario.
Creo que ya he expresado en varias ocasiones mi parecer sobre el papel de la
historia en la investigación sobre la Síndone. En particular, sigo estando
convencido de que utilizar la historia como leva para afrontar el llamado
problema de la autenticidad resulta ser un ejercicio poco fructuoso e incluso
frustrante. Desde hace tiempo he tratado de cambiar de perspectiva, de una
manera que me parece más estimulante, tratando de comprender el papel que la
Síndone ha tenido en la historia de la Iglesia y de la piedad cristiana. Yo me
ocupo de historia, mi formación fue la de historiador del Derecho.
Mediante trabajos y estudios
sobre la aplicación del derecho en el campo del reconocimiento de la santidad,
además de un personal interés por la investigación sobre las fuentes
franciscanas, he llegado a ocuparme principalmente sobre la historia de la
piedad. Desgraciadamente sobre este argumento todavía hay cierta confusión:
muchos confunden la historia de la piedad con la historia de la llamada piedad
popular, categoría que, además, debería ser mejor definida y estudiada.
El historiador de la piedad
se ocupa de una cuestión que de alguna manera se ubica sobre la piedad popular:
del mundo y de los instrumentos que el hombre en las diferentes épocas y en los
diferentes contextos ha utilizado para elevarse a la verdadera “Pietas”, que
es, al final, la realización del dictado evangélico que recogió Marcos, que el
domingo pasado fue proclamado («El Señor nuestro Dios es el único Señor; amarás
al Señor con todo tu corazón y con toda tu alma, con toda tu mente y con toda
tu fuerza»). Entonces, la piedad, en el sentido pleno como forma totalizadora y
radical de amor por Dios (y aquí no se puede olvidar la lección de Giuseppe De
Luca) es fundamental para el creyente y es la base de la fe concreta, mientras
la piedad popular es, o por lo menos debería ser, una expresión de tal
Piedad.
El concepto de lo popular
debe ser comprendido mejor, no en el sentido “clasista”, sino como expresión
típicamente eclesial en el sentido de pueblo de Dios, por su naturaleza
necesariamente trasversal. Estoy feliz de ver que una revista relacionada con
la Universidad de Padua precisamente en estos días ha acogido esta intención
mía, aunque sigan existiendo divergencias en relación con diferentes
modalidades y niveles o enfoques para profundizar la materia en general.
Giuseppe De Luca, como recordé en un escrito publicado por la Universidad
Lateranense, tiene el mérito de haber enseñado a recorrer tal historia de la
Piedad utilizando métodos históricos modernos (estaba en contacto con los
grandes autores de la escuela de los “Anales”) que le permitieron aplicar
resultados y métodos de diferentes ciencias a la reconstrucción histórica, para
comprender las maneras con las que los hombres se acercan a la fe en diferentes
momentos históricos, culturales y sociales.
Claro, la manera de acercarse
a una reliquia en la Edad Media es de difícil, cuando no imposible, comprensión
para la mentalidad moderna. Se citan a menudo textos incluso de hombres de la
Iglesia que en el tiempo han intervenido sobre el problema del culto de las
reliquias y sobre los abusos relacionados con él, como evidentes
falsificaciones o el comercio: por ejemplo, el medieval Gilbert de Nogeant,
pero también el más destacado San Ambrosio y más adelante San Carlo Borromeo.
Sin embargo, si no se contextualiza su razonamiento y se considera su
intervención como expresión de crítica en sentido moderno, se corre el peligro
de malinterpretar sus razones y sus objetivos.
La investigación histórica
sobre la Síndone finalmente libre de la “obsesión” de la autenticidad encuentra
espacios enormes de interpretación sobre el papel que la Síndone ha tenido en
la historia de la Piedad, sobre todo occidental, vinculada con experiencias
anteriores que tuvieron como objeto la búsqueda de los rasgos de Cristo, entrando
en el alma misma de la problemática cristológica, como con gran atención ha
recordado el cardenal Schönborn en un libro sobre los íconos.
Entonces, ¿qué utilidad tiene
la ciencia en todo esto?
Esto no quiere decir rechazar
el proceso de las investigaciones científicas, necesario en nuestra época, sino
saber, con serenidad, discernir entre el objetivo valor de esa imagen, como
signo que invita a la meditación, con un objetivo didáctico, catequético y
también de culto (en el sentido que indicó el Concilio segundo de Nicea y que
llegó hasta el Vaticano II y al actual Catecismo de la Iglesia católica, en
donde se precisa que frente a las imágenes el honor va hacia el representado y
no a la representación), y la posible realidad de reliquia, para la cual es
fundamental un enfoque crítico/científico, con todas las características
propias de la investigación científica, empezando por el rechazo de cierto
dogmatismo que prevalece tanto en los que están a favor como entre quienes
están en contra del posible estatus de reliquia de la Síndone.
No me parece que se trate de
una posición que pueda ser tildada de antimoderna (en cuya definición deberían
ser incluidos todos los últimos Pontífices, desde san Pablo VI hasta
Francisco), ni que haya que perseguir una especie de “doble verdad” (una
religiosa y otra científica). En el caso específico, para el creyente la verdad
es una sola: la encarnación, pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo. La
Iglesia pide ser fieles a esto. En relación con la Síndone, aunque las
evidencias históricas y científicas sean contradictorias, y aunque lo que
sabemos actualmente sobre la Síndone no sea suficiente para establecer con
certeza si se trata de la mortaja de Jesucristo o de una obra más o menos
antigua, es innegable que esa imagen alude precisamente a la Pasión de Cristo,
tal y como fue narrada en los Evangelios, tanto que San Juan Pablo II la llamó
«espejo del Evangelio». Independientemente de su origen, pues, siegue siendo
para la Iglesia un posible instrumento, que puede utilizar quien así lo desee,
para acompañar al fiel en su meditación. En este caso, la Iglesia católica no
obliga: permite.
DOMENICO AGASSO JR.
TURÍN
Fuente: Vatican Insider
