El punto de inflexión se produjo cuando de
forma casual se enteró de que habían vendido a un niño para el tráfico de
órganos. Haciéndose pasar por un traficante y jugándose la vida logró
comprar al niño por apenas 25 dólares. Ahí decidió que quería dedicar su
vida a los más pequeños
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El padre Ignacio María
Doñoro con niños del Hogar Nazaret
tras recibir la capilla
peregrina del Padre Pío llegada desde España
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El padre Ignacio María Doñoro de los
Ríos es un bilbaíno de 54 años, capellán castrense que decidió dejar su
amada patria y su servicio en la Guardia Civil para irse a entre los más pobres
y dar precisamente la vida por los más vulnerables entre ellos: los niños.
Así
es como creó el Hogar Nazaret, una casa situada en la
selva peruana donde recoge a los niños abandonados y necesitados devolviendoles los derechos que les han sido arrancados, donde Dios es un padre para estos
pequeños y la Virgen una amorosa madre.
Galardonado recientemente con el Premio
Religión en Libertad por su “Impulso Misionero” el padre Doñoro cuenta a
este portal informativo por qué decidió dejarlo todo, crear el Hogar
Nazaret y seguir adelante a pesar de haber estado a punto de
morir asesinado por rescatar a muchos de estos niños de las mafias y la
explotación.
Las
víctimas del terrorismo y su soledad
Con la claridad y contundencia que le
caracterizan explica que “Jesús se ha jugado la vida por mí, su muerte por amor
no admite excusas ni titubeos”. Para él “compartir la suerte de los últimos
es compartir la suerte de Jesús”. Son estos niños que viven en estas
condiciones la gran misión a la que se ha sentido llamado por Dios.
Ya como
capellán castrense sentía esta sensibilidad especial ante los más pequeños.
Primero en las distintas misiones internacionales en las que participó y
después cuando pidió voluntariamente que le destinaran en la comandancia de
la Guardia Civil de Inchaurrondo, en el País Vasco, en los años en los que ETA
seguía matando y teniendo como principal objetivo a los guardias civiles y
a sus familias.
Allí vio en primera persona el
sufrimiento y el miedo de los niños. “Fueron años difíciles”, reconoce.
Entonces creó allí una asociación que pedía ayudas para niños salvadoreños.
“Cuando veía al otro retorcerse en la soledad y ponía sobre la tragedia de los
niños salvadoreños, nos olvidábamos unos momentos por lo que estábamos pasando.
En esa soledad de las víctimas del terrorismo empezó el Hogar
Nazaret” que años más tarde vería materializarse.
El
horror que habían visto sus ojos
Fue precisamente en El Salvador donde su
vida cambió para siempre. Hace más de 20 años –recuerda- “vi morir niños por
desnutrición en las montañas de Pachimalco en San Salvador. No me lo habían
contado, o era tan sólo un programa de televisión, algunos murieron en mis
brazos. Desde entonces oigo el pitido de su débil voz agonizando, el grito
de los niños crucificados, el grito de Cristo en la Cruz”.
El punto de inflexión se produjo cuando
de forma casual se enteró de que habían vendido a un niño para el tráfico de
órganos. Haciéndose pasar por un traficante y jugándose la vida logró
comprar al niño por apenas 25 dólares. Ahí decidió que quería dedicar su
vida a los más pequeños.
Mientras
seguía siendo capellán abrió varias casas para niños en El Salvador, Colombia,
Marruecos y Mozambique. “Mientras siguen muriendo en la cruz, mientras ellos
son explotados, tú y yo dormimos tranquilos, comemos, rezamos al mismo Dios
e incluso nos consideramos buenas personas”, cuenta.
El
día que decidió dejar definitivamente todo
En 2011 decidió finalmente pedir una
excedencia como capellán en la Guardia Civil para irse a vivir definitivamente
entre los más pobres y crear casas de rescate para niños, pero para esta vez
dirigirlas él y no entregarlas una vez constituidas a órdenes religiosas o
asociaciones.
Así fue como nació Hogar
Nazaret, primero en Puerto Maldonado, en la selva peruana. En
esta zona de minería ilegal había muchos niños abandonados, desamparados, y
también explotados. El padre Ignacio Doñoro cuenta que “no pude decir que no al
Amor. Aquellos que estáis enamorados sabéis que el amor te atrapa y acorrala.
No deja opción. Hacer locuras por amor es lo que da sentido a una vida, y
veo al Amor en los más pobres. Reconozco su rostro en medio del
sufrimiento, en las puertas del infierno, rescatando niños abandonados”.
Este
sacerdote ordenado en 1989 asegura que “sólo Dios me hace feliz, sólo a Él
busco agradar y sólo su opinión me importa. Cómo explicar el gozo de dar
el biberón a María, mi princesa, o limpiar el trasero de Iván, o llorar con
Wilfredo… ¡Tengo la suerte de besar cada día, cientos de veces, el mismo rostro
del Señor! Coger en brazos, arropar a mi Niño Dios cada noche. Defender los
derechos que le fueron arrancados compartiendo la suerte de los más pobres”.
"Así es
como me quería Dios"
Ignacio Doñoro
está convencido que esta es la misión a la que ha sido llamado: ¡Enamorado!
Lejos de la Patria, familia, amigos, la Guardia Civil… así es como me quería
Dios, sólo para Él, así soy feliz”.
Esta
radicalidad a la hora de vivir el Evangelio le granjeó numerosos enemigos. Ha
rescatado a muchos niños y enfadado a grupos armados y mafias. Por ello, nunca
olvidará el 14 de marzo de 201, día en el que estuvo a punto de morir, y
tras el que tardó muchos meses en poder recuperarse. Sólo sobrevivió porque
los hombres armados que entraron en el hogar le habían dado ya por muerto.
El día que
acabó moribundo
"Vas a
morir cura, vas a morir”, le dijeron los tres hombres armados
que entraron por la terraza. Iban claramente a por él, pues debían acabar con
aquel español molesto.
El padre Doñoro
relata que su primera reacción fue desafortunada pues de manera instintiva
propinó una patada a uno de ellos provocando que los tres a la vez le golpeasen
con las culatas de sus pistolas. Le tiraron al suelo, le ataron de pies y
manos, y le dieron patadas hasta que perdió el conocimiento.
Cuando volvió
en sí, empezaron a saltar sobre él. “Advertía como se movía el cuerpo, ya no
sentía dolor, quizás me habían dejado parapléjico. Me tiraron del brazo
izquierdo y parecía que lo iban a arrancar, hasta aprecié el chasquear de los
tendones, por lo que el dolor se hacía inaguantable”, recuerda.
La paliza que
le abriría las puertas del Cielo
“La idea de
entrar por la sala de urgencias en el cielo me hizo sonreír, si no es así, tendría que esperar muchos siglos en el purgatorio”. Esto
es lo que pensaba en aquel momento, pues “en tan sólo cuatro años había
enfurecido sobremanera a estos pobres desgraciados sacando a muchos niños del
infierno de la minería”.
Preparado ya
para morir, Ignacio Doñoro veía que “era el momento de la verdad. En unos
minutos empezaría una vida plena con Dios. Repetí durante casi una hora:
‘ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte” y “te amo
Jesús, te amo”.
Sin embargo, en
unas décimas de segundo se dio cuenta de que si no reaccionaba los asaltantes
pensarían que ya estaba muerto, y así podrían escapar en silencio sin el ruido
de las detonaciones. Esto fue lo que le salvó la vida, aunque las secuelas
físicas le duraron muchos meses.
“No fue una desgracia sino un regalo”, afirma el padre Doñoro, que vio que “si
Dios me ha dado otra oportunidad es para seguir haciendo el Hogar Nazaret”. Y
entonces trasladó esta gran obra a la zona de Moyobamba, donde este lugar de
rescate y acogida de los niños más pobres y vulnerables no para de crecer. Ni
la falta de dinero, ni los miedos ni el peligro han logrado disuadir a este
sacerdote. Su última obra es el Hogar Nazaret para
niños por nacer, y son ya varios los bebés que han nacido en esta casa.
La
protección de la Virgen María
Un pilar fundamental del Hogar Nazaret es
precisamente es la protección de la Virgen María. “Su devoción e imitación
reviste una importancia fundamental para nuestra vida ordinaria y la sanación
de las heridas que traen nuestros niños”, explica el sacerdote.
Los niños y adolescentes del Hogar
–añade- “veneran a la Madre de Dios bajo la advocación del Corazón Inmaculado
de María. No tendría razón de ser esta obra si no es para crecer en el amor
a la Santísima Virgen, difundir, promover, animar su culto y sobre todo
imitar”.
“¿Qué haría María en este momento, en
esta situación?”, se
pregunta el padre Doñoro. Por ello, concluye asegurando que “el Rosario,
oración de los pobres y afligidos, nos identifica. Es uno de los momentos más
importantes del día”.
Javier
Lozano
Fuente:
ReL