Este sábado, 10 de noviembre, el Papa Francisco
recibió en Audiencia a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio
Comité para los Congresos Eucarísticos Internacionales, en la Sala del
Consistorio del Vaticano
“La Eucaristía
es la fuente de este océano de misericordia porque, en ella, el Cordero de Dios
inmolado, pero que está en pie, hace surgir de su costado abierto ríos de agua
viva, infunde su Espíritu para una nueva creación y se ofrece como alimento en
la mesa de la nueva pascua”, lo dijo el Papa Francisco a los participantes en
la Asamblea Plenaria del Pontificio Comité para los Congresos Eucarísticos Internacionales,
a quienes recibió en Audiencia la mañana de este sábado, 10 de noviembre, en la
Sala del Consistorio del Vaticano.
Budapest:
Congreso Eucarístico Internacional 2020
En su discurso, el Santo Padre saludó a todos los
participantes en esta Asamblea, de manera especial, a la Delegación del comité
húngaro encabezada por el Cardenal Peter Erdő, Arzobispo de Budapest, ciudad
donde se celebrará el próximo Congreso Eucarístico Internacional, en el año
2020. “El escenario en el que tendrá lugar este evento – señaló el Pontífice –
es una gran ciudad europea, donde las comunidades cristianas esperan una nueva
evangelización capaz de hacer frente a la modernidad secularizada y a una
globalización que corre el riesgo de borrar las peculiaridades de una historia
tan rica y variada”.
Formar una
Cultura Eucarística
De ahí surge una pregunta fundamental dijo el Papa
Francisco: ¿Qué significa celebrar un Congreso eucarístico en una ciudad
moderna y multicultural donde el Evangelio y las formas de pertenencia religiosa
se han vuelto marginales? “Significa colaborar con la gracia de Dios para
difundir, a través de la oración y la acción, una ‘cultura eucarística’ –
precisó el Pontífice – es decir, una forma de pensar y trabajar fundada en el
sacramento, pero que se puede percibir también más allá de la pertenencia a la
Iglesia”. En Europa, enferma por la indiferencia y atravesada por divisiones y
barreras, recuerda el Santo Padre, los cristianos ante todo renuevan cada
domingo el gesto sencillo y fuerte de su fe: se reúnen en el nombre del Señor,
reconociéndose hermanos entre sí. Y el milagro se repite: en la escucha de la
Palabra y en el gesto del Pan partido, incluso la asamblea más pequeña y
humilde de creyentes se convierte en el cuerpo del Señor, su sagrario en el
mundo.
“La celebración de la Eucaristía favorece el
desarrollo de las actitudes que generan una cultura eucarística, porque nos
impulsa a transformar, en gestos y actitudes de vida, la gracia de Cristo, que
se entregó totalmente”
La primera de
estas actitudes es la comunión
El Papa Francisco señala que, la celebración de la
Eucaristía favorece el desarrollo de las actitudes que generan una cultura
eucarística, y una de esas actitudes es la comunión. “En la última cena, Jesús
eligió, como signo de su entrega, el pan y el cáliz de la fraternidad. De esto
se deduce que la celebración de la memoria del Señor, en la que nos alimentamos
de su cuerpo y su sangre, requiere y establece la comunión con él y la comunión
de los fieles entre sí. Precisamente la comunión con Cristo es el verdadero
desafío de la pastoral eucarística, porque se trata de ayudar a los fieles a
establecer esa comunión con él, presente en el sacramento, para que vivan en él
y con él en la caridad y en la misión.
“La oración de adoración nos enseña a no separar a
Cristo cabeza de su cuerpo, es decir, la comunión sacramental con él de la
comunión de sus miembros y del compromiso misionero que conlleva”
La segunda
actitud es la del servicio
La comunidad eucarística, afirma el Santo Padre,
participando en el destino de Jesús Siervo, se convierte en “servidora”: al
comer el “cuerpo entregado” se transforma en un “cuerpo ofrecido por las
multitudes”. Volviendo constantemente a la “habitación superior”, vientre que
da a luz a la Iglesia, donde Jesús lavó los pies a sus discípulos, los
cristianos sirven a la causa del Evangelio entrando en los lugares de la
debilidad y de la cruz para compartir y sanar. Hay muchas situaciones en la
Iglesia y en la sociedad sobre las que se debe derramar el bálsamo de la misericordia
con las obras espirituales y corporales: son familias con dificultades, jóvenes
y adultos sin trabajo, ancianos y enfermos solos, migrantes marcados por la
fatiga y la violencia, como también otros tipos de pobreza. En estos lugares de
la humanidad herida, los cristianos celebran el memorial de la cruz y hacen
vivo y presente el Evangelio del Siervo Jesús que se entregó por amor.
“Así, los bautizados siembran una cultura eucarística
haciéndose servidores de los pobres, no en nombre de una ideología, sino del
Evangelio mismo, que se convierte en la regla de vida de cada persona y de las
comunidades, como lo atestigua el conjunto ininterrumpido de santos y santas de
la caridad”
La vida
eucarística y misericordia
Finalmente, el Papa Francisco recuerda que, cada misa
nutre una vida eucarística trayendo a la luz palabras del Evangelio que
nuestras ciudades a menudo han olvidado. Solo pensemos en la palabra
misericordia. Todos se quejan del río cárstico de miseria que experimenta
nuestra sociedad. Se trata de tantas formas de miedo, opresión, arrogancia,
iniquidad, odio, barreras, abandono del medio ambiente, entre otras. Y, sin
embargo, los cristianos experimentan cada domingo que este río en crecida no
puede hacer nada contra el océano de misericordia que inunda el mundo. “La
Eucaristía es la fuente de este océano de misericordia porque, en ella, el
Cordero de Dios inmolado, pero que está en pie, hace surgir de su costado
abierto ríos de agua viva, infunde su Espíritu para una nueva creación y se
ofrece como alimento en la mesa de la nueva pascua. La misericordia entra así
en las venas del mundo y ayuda a construir la imagen y la estructura del Pueblo
de Dios adecuadas para el tiempo de la modernidad”.
En camino al
próximo Congreso Eucarístico Internacional
Antes de concluir, el Papa Francisco encomendó al
próximo Congreso Eucarístico Internacional a la Virgen María. Este Congreso con
su historia más que centenaria, está llamado a indicar este camino de novedad y
conversión, recordando que en el centro de la vida eclesial está la Eucaristía.
Esta es misterio pascual capaz de influir positivamente no solo en cada
bautizado, sino también en la ciudad terrenal en la que vive y trabaja. “Que
este acontecimiento eucarístico de Budapest – concluyó el Papa – fomente
procesos de renovación en las comunidades cristianas, de modo que la salvación
que brota de la Eucaristía se traduzca también en una cultura eucarística capaz
de inspirar a hombres y mujeres de buena voluntad en los campos de la caridad,
la solidaridad, la paz, la familia y el cuidado de la creación”.
Renato Martínez – Ciudad del Vaticano
Vatican News