El continente más joven se abre camino dentro del
encuentro de los obispos. La salesiana psicóloga y maestra, representante de la
Unión Internacional de Superioras Generales (UISG): «Tuvimos que hacer una
petición para obtener un sitio en la asamblea sinodal»
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Sor Lucy |
África
es, sin dudas, el continente con más jóvenes en el planeta. En 2015, un joven
empresario y periodista somalí publicó un mapa que indicaba, por cada uno de
los estados africanos, la edad promedio de sus habitantes.
La información fue
retomada por diferentes órganos de prensa internacionales y dio la vuelta al
mundo, revelando una realidad neta: además de presentar una edad promedio muy
baja, de entre 16 y 28 años, África tiene los cinco países con la población más
joven del mundo (Níger, Uganda, Malí, Malawi y Zambia), con un promedio de
entre 15 y 16 años.
El dato, sobre todo si se compara con Italia (45 años),
Alemania y Japón (46), tres estados en el otro extremo de la clasificación, es
impresionante. Es, pues, natural, que el Sínodo sobre los jóvenes que se está
llevando a cabo en el Vaticano, se fije particularmente en la situación
africana y en sus millones de chicos.
Pero, ¿cuál es la reflexión que está
surgiendo en el Sínodo sobre el continente africano? Se lo preguntamos a sor
Lucy Muthoni Nderi, una salesiana de Kenya, psicóloga y maestra, que trabaja
desde hace años con los jóvenes de su país y es representante de la Unión
Internacional de Superioras Generales (UISG) en el Sínodo.
Sor
Lucy, ¿cuál es el sitio que está teniendo África dentro del Sínodo? ¿Qué papel
juegan los tantos obispos, religiosos y jóvenes que participan?
En
África hay una gran expectativa sobre el Sínodo. Un dato: el país que ha
reaccionado con más participación al cuestionario en todo el mundo es Uganda,
con 16 mil respuestas. Y creo que todo el continente tiene gran des
expectaciones. Está claro que hay países en los que las diócesis han trabajado
bien, preparando con tiempo a los jóvenes; otros menos, pero se puede decir que
nuestros jóvenes quieren una mayor participación y creen que esta cita es una
ocasión histórica para ellos.
¿Cómo
está estructurado el Sínodo y cuántos son los jóvenes africanos que participan?
En
total somos 400 participantes, de los cuales 267 son padres sinodales. De los
34 chicos que han venido de todo el mundo, seis son africanos y provienen de
Madagascar, Camerún, Chad, Nigeria, la República Democrática el Congo y Guinea
Ecuatorial. También hay 10 representantes de la USG (Unión de Superiores
Generales) y tres de la UISG, entre las que estoy yo. Pero no fue fácil obtener
nuestros sitios.
¿Por
qué?
Bueno,
mientras para los superiores hombres la invitación para diez representantes es
automática en cada Sínodo, a nosotros no nos llegó ninguna comunicación hasta
julio de este año. Tuvimos que pedirla explícitamente y al final logramos
obtener sitio para tres de nosotras. Después otras cuatro representantes de la
UISG fueron invitadas directamente por la Secretaría del Sínodo. Entonces,
somos siete en total, de las cuales seis son auditoras y una experta. Nosotras,
las auditoras, tenemos la posibilidad de una intervención en la plenaria de
cuatro minutos, como todos los participantes. Los expertos, por el contrario,
solamente tienen derecho a tomar la palabra en los grupos.
Hace
algunos días el cardenal Napier, arzobispo de Durban, Sudáfrica, expresó la
necesidad de «representar la realidad africana de manera más clara». ¿Está de
acuerdo?
Por
supuesto que sí. Yo creo que el “Instrumentum laboris” tenía algunas carencias
en algunos puntos con respecto a África. Se habla, como dice el cardenal, muy
poco de las migraciones y mucho menos de las migraciones intra-africanas: en
nuestro continente hay un número enorme de personas que huyen de situaciones de
emergencia y que son recibidas en otros países africanos. Parece como si los
africanos solamente trataran de venir a Europa, pero a este último continente
solamente llegan pequeños porcentajes de africanos.
Me ha parecido que la
representación de los jóvenes africanos no refleja mucho la realidad, se tiene
muy poco en cuenta que el acceso a la educación, sobre todo en algunas zonas,
es muy complejo, mientras que, cuando se habla de generación digital, parece
que no se tiene en cuenta nuestra realidad: claro el uso de la red está en
expansión, pero todavía existen muchísimos jóvenes que viven en las zonas
rurales y no acceden al mundo digital. Para concluir, en África no se vive el
éxodo de los jóvenes de las Iglesias, sino que, por el contrario, aumenta la
presencia y creo que al afrontar la cuestión juvenil en la Iglesia este aspecto
es fundamental. Es decir, la Iglesia debería concentrarse más en nuestro
contexto que, además, es el que tiene más jóvenes.
¿Usted
cree que las intervenciones “africanas” estén cambiando la dirección del
Sínodo?
Los
obispos africanos están ofreciendo una gran contribución y han expuesto la
necesidad de que se comprenda mejor lo que sucede en nuestro continente. Cada
uno de los que hemos intervenido, incluidos los jóvenes, en la plenaria y en
los grupos de trabajo, está ayudando para que África entre cada vez más al
Sínodo. Se comprende, con nuestras palabras, la necesidad de formar a jóvenes y
sacerdotes, religiosos y laicos para que trabajen con los jóvenes y sepan
escucharlos.
Nuestros chicos piden participación y que la Iglesia se renueve y
rejuvenezca, quisieran que la jerarquía afrontara con mayor convicción
cuestiones fundamentales como la corrupción (tanto de la política como de la
Iglesia misma), el uso discriminatorio de los recursos, la falta de transparencia.
Y luego está el problema de cómo, a veces, la fe es transmitida académicamente
o mediante una catequesis ascética. Nuestra realidad debería ocuparse más dela
participación de los jóvenes, porque todavía somos una Iglesia gobernada
demasiado por adultos o dividida: a veces somos como los políticos, divididos
por etnias. Debemos encontrar una vía más africana de la fe.
¿Es
una petición de inculturación?
Claro. Hemos recibido y mantenido
tradiciones que a menudo no tienen sentido en África. Tome por ejemplo la
liturgia o la teología que siguen siendo demasiado occidentales. Empezando por
los nombres: yo, por ejemplo, tuve que cambiarlo a Lucy, porque no habría
podido ser bautizada con mi nombre africano. Las cosas, gracias a Dios, están
cambiando ahora, y estoy convencida de que el diálogo entre jóvenes y adultos
puesto en marcha aquí en el Sínodo mejorará nuestra realidad de Iglesia
africana en su conjunto.
LUCA ATTANASIO
ROMA
Fuente: Vatican Insider