Estos
doctores supieron responder a los problemas físicos y afectivos de esta pareja
mayor
![]() |
Unknown | Fair Use |
El
8 de agosto, un italiano llamado Mario, de 83 años, fue ingresado en el
Hospital Schiavonia en la región italiana de Padua para recibir tratamiento
para una infección respiratoria crónica. El hecho en sí mismo no sería nada
fuera de lo común o incluso digno de mención… de no ser porque su esposa de 64
años, Elisa, también fue ingresada en el mismo hospital y en la misma
habitación 10 días después.
Cuando
Mario fue ingresado, Elisa, que está pasando por un grave declive cognitivo, se
puso inquieta y agitada en casa. En su casa no estaba su marido y eso le estaba
afectando muchísimo. Se sentía muy mal. Estaba desorientada, nerviosa y triste.
Suerte
que los médicos reconocieron bien qué le estaba sucediendo y decidieron darle
la mejor medicina: su marido. Decidieron pues reunirles para que continuaran
disfrutando del fuerte vínculo que les da paz y alegría desde hace más de medio
siglo de matrimonio.
Recrearon
(lo mejor que pudieron) el ambiente de su hogar dándoles una habitación con dos
camas solo para ellos. De esta manera redujeron la desorientación que suelen
experimentar los ancianos durante sus estancias hospitalarias.
Tal
vez estos profesionales médicos recordaron la advertencia de Jesús de no
separar lo que Dios ha unido o quizás se inspiraron en la sabiduría humana que
reconoce la riqueza vital de las relaciones y su gran influencia en nuestro
bienestar. Fuera como fuese, esta decisión de los médicos ha podido influir en
la reducción de la duración de hospitalización de la pareja.
En
los últimos años, la medicina trabaja por mejorar la dimensión relacional y
psicológica de los pacientes lo que facilita a los médicos atender el cuerpo
pero también el alma de las personas. De esta manera se les ofrece un trato de
acuerdo a su dignidad humana.
Todos
esperamos que iniciativas en esta línea sean más comunes en el cuidado de la
salud.
Casos
como el de Elisa y Mario demuestran que las palabras de la Escritura no son
meras imágenes, sino que describen profundamente nuestro ser y lo que estamos
llamados a ser. Dos cónyuges se convierten en una sola carne. Se moldean
mutuamente, para bien o para mal.
Y,
en estos 64 años de vida juntos, compuestos de cuatro hijos, de trabajo, de
esfuerzo, quizás de riñas y reconciliaciones, de presupuestos ajustados y
prosperidad, de hábitos, de pequeños desencantos, quizás de oración común, de
celebración y de dolor compartidos, ¿le extraña a alguien que Mario y Elisa
hayan terminado pareciéndose?
Paola Belletti
Aleteia Italiano