Pulseras
en la silla
Hola,
buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer
por la tarde, cuando fuimos a recoger el locutorio, nos encontramos dos
pulseras de cuerda colgadas en una de las sillas. Lo primero que hicimos fue
asomarnos por la ventana para llamar al grupo que acababa de estar y buscar a
la persona que se las había olvidado para devolvérselas... pero nadie del grupo
las reconoció como propias.
En
ese momento le dije al Señor: “No se las han dejado por casualidad; Tú quieres
que rece por esta persona de una manera especial”.
No
creo en la casualidad, porque creer en la casualidad es una idolatría, es
pensar que somos fruto del azar, y esto no es verdad. Somos fruto del Amor de
Dios, que da Su vida para que nosotros tengamos vida y, por tanto, en lo que
creo es en la Providencia.
Me
guardé las pulseras en el bolsillo, me subí al Oratorio del Noviciado y las
dejé a los pies del Sagrario. Entonces oré por la persona que había usado esas
pulseras, por todo lo que tendrá en su corazón, por todos los deseos y
esperanzas que tiene, por todo lo que le preocupa y por todo lo que le hace
feliz en su vida, para que el Señor se haga presente en su día a día y descubra
que Cristo camina a su lado.
Mientras
oraba, me di cuenta de que quizás nunca veré a la persona por la que estaba
intercediendo... pero quiero que mi oración la acompañe.
Muchas
veces queremos a las personas, pero nos separa la distancia, las
circunstancias, y nos gustaría estar más cerca, pero no se puede.
Jesús
no nos ha dicho “Amaos” para luego no darnos los medios para hacerlo... No,
Jesús nos ha regalado el don de la oración. Con la oración ya no hay barreras,
ya no hay distancias... Puedes cuidar a la persona que quieres, y saber que
Jesús la cuida.
A
veces creemos que hay situaciones en las que nada podemos hacer, pero no es
verdad. Cuando encontramos las pulseras, lo primero que hicimos fue intentar
devolverlas; al ver que no iba a ser posible, apostamos por seguir un nuevo
camino: orar por esa persona.
Hoy
el reto del amor es no creer en la casualidad, sino en la Providencia. Cuando
veas que algo parece casualidad, pregunta a Cristo: “¿Qué quieres decirme con
esto que me ha pasado?” Y hoy reza por la persona que está involucrada en tu “casualidad”.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma