Es una
de las advocaciones marianas más antiguas y de mayor arraigo en Venezuela.
Ubicada en Táchira, en frontera con Colombia, es la entidad donde se cosecha el
mayor número de vocaciones sacerdotales y religiosas de Sudamérica
Agosto es un mes de fiesta por partida doble en
Táchira, una región venezolana ubicada en la frontera con Colombia y donde
tienen su sede cinco seminarios que producen la mayor cantidad de vocaciones en
el país.
Los días 6 y 15 se celebran dos fiestas de particular
interés para los católicos en esa región: la fiesta del Santo Cristo de La
Grita y la de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba.
Ambos comparten el patronazgo de la entidad andina, y
desde hace algunos años se encuentran en un evento de profundo arraigo en la
fe, el cual desborda la devoción popular a lo largo y ancho del estado.
En esta oportunidad, la Virgen peregrinó hasta el
santuario del Santo Cristo de La Grita y ocupó un sitial de honor antes y
durante la fecha de la solemnidad de la cuatricentenaria imagen por la que un
ángel reclama coautoría.
A un costado se ubicó entronizada en su relicario la
sacra Imagen del retablo, que cada año se hace más nítida, y se caracteriza por
brindar especial consuelo a sus hijos.
El 15 de agosto se celebra la Asunción de la Santísima
Virgen María, una de las más preciosas fiestas marianas de la Iglesia Católica.
Y es el en el marco de esa solemnidad que Táchira se viste de gala para venerar
a su Patrona.
Miles acuden a ella para sentir el abrazo de la Virgen
de Consolación, a fin de recordar que “Ella nos muestra cómo acoger en la fe a
su Hijo y no perder la amistad con Él”, según palabras del papa emérito
Benedicto XVI.
El dogma de la Inmaculada, en cuya fiesta se celebra a
Nuestra Señora de Consolación, fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de
noviembre de 1950, y sirve para recordar a la “Inmaculada Madre de Dios y
siempre Virgen María”, quien “terminado el curso de su vida terrenal, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria del Cielo”.
Dogmas extraordinarios: Inmaculada Concepción y
Asunción, que según el Papa Juan Pablo II, están ligados porque “ambos
proclaman la gloria de Cristo redentor y la santidad de María, cuyo destino
humano ha sido perfecta y definitivamente realizado en Dios”.
Historia de la Consolación
Tras la
fundación en 1561 de San Cristóbal, capital del Táchira, se asienta un convento
de padres Agustinos en el entonces llamado Valle de Santiago. El superior de
ese grupo enviaría a un par de sacerdotes a evangelizar aquellas tierras.
Recibida la misión, emprendieron su camino hasta las
cercanías de Táriba, el poblado aborigen que esperaban abordar. Y llevaban con
ellos un retablo con la imagen pintada de la Virgen, pero iban desprovistos de
indumentaria adecuada para la zona.
Luego de sortear diversos obstáculos, los sorprendió la
crecida del río Torbes, lo que les impidió continuar su recorrido.
Bloqueados por las aguas, tomaron una vara de caña brava y ataron a ella el
retablo de la Virgen.
Con ella elevada iniciaron su camino mientras se
encomendaban a Nuestra Señora y lograron avanzar, siguiendo sin dificultad la
travesía. En eso, una misteriosa luz comenzó a guiarles desde lo alto en medio
de la noche.
Llegados al sitio, clavaron en la tierra la vara coronada por
la imagen mariana, y construyeron allí una pequeña capilla.
Poco después, las continuas pugnas entre tribus forzaron la partida de los
pobladores; pero una india se hizo cargo de la imagen, que con el paso del
tiempo perdió su colorido en la tabla.
Cuentan cronistas e historiadores, que a fines del siglo
XVI acudió el encomendero de Pamplona de la Nueva Granada hasta Táriba, con el
deseo de visitar a una familia de apellido Zamora. La casa coincidía con el
lugar en donde la india había recogido el pequeño retablo para cuidarlo.
Durante una de las visitas del encomendero, los hijos de
Zamora organizaron un juego de pelota; y mientras jugaban, una de las paletas
se partió. Así que buscaron reemplazarla con un trozo de madera y hallaron sin
saberlo el retablo en el que la Virgen estuvo alguna vez pintada.
En un intento por improvisar la paleta, intentaron partir
el retablo. Pero a pesar de los golpes no lograron fraccionarlo porque la
madera resultaba muy dura. Al seguir golpeándola, ésta comenzó a emitir sonidos
similares a los de un tambor, lo que llamó la atención de la madre de los
muchachos.
La dama, que sí conocía la procedencia del retablo, se
escandalizó al comprobar que se trataba de aquel donde se había pintado la
Virgen. Así que regañó a los muchachos y ubicó la tablilla en lo alto del
granero, en un espacio que hacía las veces de alacena.
En horas de la tarde, los sorprendió un fuerte resplandor
que venía de aquella habitación; y acudieron asustados pensando que se trataba
de un incendio. Cuando llegaron a apagar lo que crían que era fuego, descubrieron
con asombro una radiante luz que emitía la tablita, cuyos colores se habían
avivado de forma milagrosa.
Entonces se unieron en oración y cayeron rendidos ante la
preciosa imagen, que más de cuatrocientos años después sigue generando
multitudinarias peregrinaciones para rendirse a los pies de la excelsa Patrona.
En la tablita se aprecia la viva imagen de Nuestra Señora
de la Consolación, que cada año luce más intensa y atrae a miles de devotos de
todas partes del país y del mundo, en busca de su consuelo, con intercesión
para lograr de Dios muchos milagros.
Carlos Zapata
Aleteia Venezuela